Cuando a Roman Polanski le dijeron que había sucedido algo horrible en su mansión de Hollywood, pensó que se trataba de un derrumbamiento de tierra. El fino hilo de esperanza de que Sharon siguiese viva se esfumó cuando una voz a través del auricular pronunció la palabra “asesinados”.
Al otro lado del charco, en la soleada California, los coches de policía se arremolinaban alrededor del 10050 de Cielo Drive. El verano había terminado de forma abrupta al inicio de aquel mes de agosto de 1969 y con él decia adiós el sueño hippie. De forma curiosa y casi en una macabra mueca del destino, la actriz novata Sharon Tate pasó a formar parte del imaginario colectivo más terrorífico. Lo que le haría mundialmente famosa fue lo horrible de su asesinato en lugar de una prometedora carrera como estrella del celuloide. Injusto o no, su destino quedó sellado para siempre pero ella y sus amigos no serían los únicos que se unirían a la lista de crímenes de “La Familia”. Lo peor aún estaba por llegar.
Tras repasar en nuestro capítulo anterior la infancia de Charlie y los orígenes del Helter Skelter, en esta tercera entrega de nuestro especial dedicado a La Familia Manson repasaremos los primeros pasos en la investigación sobre los asesinatos de Cielo Drive e indagaremos en el camino que condujo a uno de los juicios más largos y sonados de la historia de Norteamérica.
Muerte a los cerdos y el narcisismo
Seamos sinceros, el rechazo no sienta bien a nadie, es una sensación terrible que puede llegar a mermar mucho la autoestima o incluso generar enfado. Para un narcisista, un desplante por mínimo que sea puede resultar fatal, por eso no es de extrañar que la negativa de Terry Melcher encendiese una mecha de rabia y violencia en el interior de Manson. A partir de ese momento su odio al establishment hollywoodiense se incrementó. Catherine Share, alias Gypsy, miembro de la familia, recordaba como Manson no paraba de repetir que la gente de las colinas “eran unos mentirosos”. Ya por aquel tiempo solía hablarle a uno de sus reclutadores, Paul Watkins, sobre lo maravilloso que sería cometer asesinatos en Bel-Air, con sangre, puñaladas y terror a doquier.
En mitad de esa nube de elucubraciones que bien podrían salir de una película de John Carpenter, Manson encontró la paz escuchando a The Beatles. Con ‘The White Album’ creyó descifrar un mensaje en el que se vaticinaba la venida de una guerra racial y lo necesaria que era su intervención como maestro mesiánico para tomar el control de un sistema que no podría ser liderado por la raza negra. Desde ese momento el álbum de la banda de Liverpool se convirtió en su biblia y John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Star en unos pseudo profetas del apocalipsis.
Pero los asesinatos de Cielo Drive tuvieron demasiadas imperfecciones para él, no tanto para la policía. Las huellas dactilares y de pisadas por toda la estancia y el cuchillo que se dejó Susan Atkins en la escena del crimen no fueron suficiente para lograr capturar a los asesinos. Por eso Manson entendió que debía dar ejemplo de un trabajo bien hecho a sus acólitos. La mala suerte señaló al matrimonio formado por Leno y Rosemary Labianca. En esta ocasión a los cuatro de Cielo Drive se les unieron dos miembros más del clan, Steven ‘Clem’ Grogan y Leslie Van Houten.
Inicialmente la policía achacó los hechos de los crímenes Tate-Labianca a un ajuste de cuentas. Ni siquiera la coincidencia en las pintadas con un crímen perpetrado un mes antes sirvieron como alerta roja para abrir un hilo de investigación que implicase a círculos del movimiento hippie. No fue hasta unos meses después cuando un par de declaraciones comenzaron a indicar un único camino posible: el que llevaba a El Valle de la Muerte.
La redada del rancho Barker
El pistoletazo de salida de los crímenes de la Familia Manson comenzó en julio del 69 cuando Bobby Beausoleil, alias “Cupido”, asesinó por orden de Charlie al músico Gary Hinman. Las pintadas, los mensajes y el modus operandi eran similares al de los casos Tate-LaBianca, sin embargo, fue la imprudencia de Susan Atkins lo que señaló a la familia como principales sospechosos.
Los miembros de la familia frecuentaban con frecuencia el calabozo por los múltiples robos de vehículos y tarjetas de crédito que realizaban como medio de superviviencia. Fue en uno de esas entradas y salidas cuando Susan Atkins coincidió con dos compañeras de celda a las que les narró con pelos y señales los asesinatos de Sharon Tate. Regodeándose en su papel protagonista en los crímenes, fue tal el sinfín de datos que ofreció que, para sus compañeras de celda, era evidente que lo que decía la chica era totalmente cierto. A raíz de un chivatazo a la policía el engranaje comenzó a moverse y el tiempo de libertad de Manson se aproximaba a su fin.
Fue precisamente en el rancho Barker, uno de los dos ranchos que la familia utilizaban en El Valle de la Muerte que, de forma irónica, habían convertido en su hogar en el que se dio caza al líder asesino. La policía buscó a Manson por todo el rancho hasta que, de un mueble diminuto, vieron sobresalir cabello humano. Cuando el pequeño hombrecillo se enderezó frente a los policías no dijo nada amenazante, simplemente un inocente y sútil “Hola”.
Con parte de los asesinos fugados, Manson encarcelado y un hilo abierto de investigación para poder culpabilizarles, el peso de la justicia se sostenia sobre los hombros de un joven fiscal de 35 años llamado Vincent Bulgliosi.
¿Qué papel jugó Bugliosi en los juicios contra la familia?, ¿Qué hicieron los seguidores despúes de la detención de Manson?, ¿Cuál era la opinión pública sobre la secta y su líder? Todas esas preguntas y más en la última entrega de nuestro especial dedicado a la Familia Manson.
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