En la década de los 70 hubo un lugar que desbancó a las mansiones de los famosos como el sitio predilecto de los periodistas para lanzar disparos a fogonazos de flash. En aquellos años, la prensa prefería aglomerarse en las apretujadas calles de cemento de Los Ángeles, entre el calor abrasador del verano californiano y el sonido del tráfico de la gran ciudad. Los presentadores de todas las cadenas del país acompañados por sus cámaras se apiñaban alrededor de un punto concreto; la esquina de la calle Templey con Broadway. Allí, entre la multitud, un grupo de jóvenes canturreaban y cosían riéndose, ajenas a todo lo que flotaba a su alrededor. Al principio lo hacían con sus largas melenas al viento. Más tarde, los rayos del sol que iluminaban esas mismas cabelleras abrasaban unas cabezas afeitadas en cuyas frentes, grabadas a fuego, se dibujaba una «x».
Con sus calvas resplandeciendo entre los edificios de hormigón, las chicas Manson parecían apóstoles del juicio final. O al menos eso anunciaban a gritos a los transeúntes que pasaban frente a ellas. “Vigilen a sus hijos se acerca el día del juicio”, gritaban sentadas en círculo con las palmas de las manos abiertas sobre sus rodillas en señal de oración. “Hemos sido expulsadas de la sociedad” vociferaban ante los medios.
Tras ellas, en el Palacio de Justicia, su líder entonaba los mismos argumentos proféticos mientras berreaba y hacía aspavientos con las manos ante una sala que le observaba atónita. El juicio contra Manson se convirtió en un circo de un millón de dólares con el que la prensa se froto las manos creando titulares amarillistas y en el que el peso de la ley recaía sobre los hombros del fiscal primerizo Vincent Bugliosi.
¿Por qué el juicio fue tan famoso?, ¿Qué papel jugó Vincent Bugliosi?, ¿Qué fue de la familia tras la detención de Charlie?
Después del parón por navidades, inauguramos el 2022 con nuestro capítulo final dedicado a la familia Manson. En la entrega anterior repasamos los motivos que empujaron a cometer los asesinatos de Cielo Drive y la detención de la familia en el Rancho Barker. En esta ocasión cerramos la historia repasando uno de los juicios más mediáticos de Estados Unidos y la estela que la sombra del febril Manson ha dejado en el imaginario popular.
¿Qué es la familia?
Con Charlie y los miembros duros del clan encarcelados, tomó bastante tiempo disolver la familia. Los hippies continuaron viviendo juntos al menos dos años después de la detención de Manson. El relevo lo tomó Lynette Fromme, “Squeaky”, que se convirtió en los ojos de Charlie en el Rancho Spahn. La energía de los miembros de la familia se centraba en liberar a Manson de prisión, aunque tuviesen que matar al juez del caso para conseguirlo. Las amenazas fueron un habitual durante 1970 y 1971 y la cosa, por desgracia, no acabó ahí.
Pero antes de que los acontecimientos se volviesen aún más violentos , los acólitos del tito Charlie seguían disfrutando de su vida en el rancho. Cantando canciones, hurgando de la basura en busca de comida, follando unos con otros, fumando marihuana y tomando LSD. El sueño hippie hecho realidad.
Con semejante escenario no es de extrañar que se siguiesen añadiendo fanáticos que querían probar las mieles de la vida hippie con la famosa familia. Uno de ellos fue Mark Ross, un chaval que estudiaba cine y gracias al cual Robert Hendrickson pudo rodar en 1970 el documental “Manson”, con imágenes del día a día de los miembros de la familia.
Los testigos incomodos
Como sucede en todo grupo, a falta de un líder buenas son tortas y el clan Manson pronto comenzaría a tener sus primeras fricciones. Paul Watkins y Brooks Poston empezaron a simpatizar con un minero que les abrió los ojos sobre Charlie. Diane Lake, que años después narraría sus memorias en “Member of the Family: My Story of Charles Manson, Life Inside His Cult, and the Darkness That Ended the Sixties”, renunció a seguir en la familia después de descubrir que los asesinatos los habían cometido sus amigos. Algo parecido le sucedió a Barbara Hoyt, cuya intención de declarar como testigo en el juicio casi le cuesta la vida después de que una de las chicas, Ruth Ann Moorehouse, “Ouisch”, la intoxicase con una hamburguesa cargada de LSD.
Pero de entre todos los testigos, el testimonio que más ayudó a encarcelar a Manson y sus seguidores fue el de Linda Kasabian que, más allá de ser recordada por dar el nombre a una banda de rock británica, había estado allí la noche de los asesinatos. Al no haber cometido ningún crimen y por haber prestado declaración consiguió inmunidad y salir airosa de cualquier cargo. Pese a lo justo o injusto de aquello, lo cierto es que sin el testimonio de Linda probablemente las cosas habrían sido muy diferentes.
Así lo cuenta Vincent Bugliosi en “Helter Skelter”, un libro en el que narra en 800 asfixiantes páginas lo difícil que fue para él condenar a un hombre que realmente no había sido autor material de ningún asesinato. Porque eso es lo extraño de Charles Manson, es el asesino más famoso de Estados Unidos pero el único que no asesinó a nadie.
El pueblo contra Manson
Tras un año de divagaciones y con el asesinato de un abogado incluido (se cree que fue una de los primeros crímenes por represalia de la familia), el juez condenó a Susan Atkins, Patricia Krenwinkel, Leslie Van Houten y Charles Manson, culpables de asesinato. Dos meses más tarde fueron sentenciados a muerte. En 1972, la pena de muerte fue abolida en California y su sentencia se redujo a cadena perpetua. Aún quedaba pendiente el juicio contra Tex Watson que seguía bajo la jurisprudencia del Estado de Texas. De nada le sirvió su buena imagen de atleta, corrió la misma suerte que sus colegas de salidas nocturnas.
Ha pasado más de medio siglo desde que la Familia Manson acabase con las ilusiones psicodélicas del sueño hippie. Hoy muchos de sus protagonistas están muertos; ni Paul Watkins, ni Vincent Bugliosi, ni Barbara Hoyt, Cathy Gillies o Susan Atkins continúan entre los mortales. Tampoco Charles Manson, que murió en noviembre de 2017 . Tenía 83 años, Sharon Tate lleva 52 en el cementerio de Holy Cross.
La familia se disolvió, la mayoría de sus miembros pasaron temporadas en prisión y acabaron renegando de Charlie. Solo Sandra Good y Lynette Fromme continúan defendiendo a ultranza sus doctrinas. Tex Watson abrazó la fe católica, Bobby Beausoleil, Patricia Krenwinkel y Leslie Van Houten luchan para conseguir la libertad condicional y pasar la etapa final de sus vidas fuera de los muros.
A pesar de los años, el nombre de Charles Manson pasa de generación en generación, ejerciendo la misma enfermiza fascinación en algunos o la repulsa en otros. Venerado por estrellas de rock, su cara ha protagonizado portadas de revistas y aparecido en todo tipo de productos de merchandising, convirtiéndole en un icono del mal, un belcebú de melena larga, un profeta contra el sistema. El sueño de Manson era ser famoso, lo más triste de todo es que al final lo consiguió.
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