En pleno 2019, en un momento en que cualquiera tiene acceso a cantidades de información infinitas con un solo click, todavía es posible encontrar obras de autores desconocidas, poco estudiadas o directamente ninguneadas. Cuando además este autor es una mujer, las posibilidades de que eso pase se multiplican.
Partiendo de esta premisa, la Compañía Los martes, no persigue dar visibilidad a las obras femeninas, llevando a las tablas textos de mujeres adaptados o de nueva creación que den voz a todas aquellas que, por cualquier circunstancia, no pudieron tenerla antes.
Hablamos con Anaïs Bleda y Mery Gretel, integrantes de esta compañía, sobre su nuevo proyecto, La Margarita del Tajo que dio nombre a Santarén, un texto de Ángela de Azevedo, autora del siglo de Oro, del que pocos habrán escuchado hablar pero con tanta fuerza que, Anaïs, la directora, no pudo evitar lanzarse a la aventura de conocer más sobre él cuando lo descubrió por casualidad. Podrá verse en escena el 23 de julio en la 42 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.
Todo empezó cuando, en el proceso de investigación, Anaïs se topó con un libro de dramaturgas del siglo de Oro del filólogo Fernando Doménech, editado para la Asociación de directores de escena ( ADE), en el que aparecían las 3 obras conocidas de Ángela de Azevedo: Dicha y desdicha del juego y devoción de la virgen, La Margarita del tajo que dio nombre a Santarén y El muerto disimulado. Todas comedias, impresas en su tiempo, claro indicio de que alcanzaron notoriedad, y muy probablemente representadas.
Pero de ese supuesto éxito poco o nada llegó hasta nuestros días, por lo que Anaïs encontró enseguida la necesidad de descubrir la figura de esta escritora portugesa olvidada que creó sus piezas cómicas mientras estaba al servicio de la reina española Isabel de Borbón.
«La mayoría de obras de esas mujeres están completamente desaparecidas. No están ni siquiera en la Biblioteca Nacional porque se quemaron en incendios, son desconocidas o están escritas con pseudónimos, casi siempre nombres de hombres..», explica.
Y es que la incorporación de la mujer en la vida teatral, en España, tiene como fecha oficial el 17 de noviembre de 1587, cuando el Consejo de Castilla autorizó la presencia de actrices en los escenarios. Antes de eso, eran hombres caracterizados de señoras quienes interpretaban estos papeles. Así lo afirma Mery Gretel, una de las actrices de la representación y artífice de esta adaptación junto con Anaïs, cuando explica que «para entrar una mujer en una obra de teatro, tenía que estar casada con alguien de la compañía porque era una condición obligada, por lo que no era fácil verlas formar parte de este mundo»
En referencia a todos estos años de ausencia femenina Anaïs cree que «aunque el momento de reivindicar la figura de estas artistas debió ser hace mucho tiempo», ella vive y piensa en el presente y es por ese motivo que se ha decidido a hacer este este proyecto. «Cuando yo leí la obra me pareció una historia apasionante de una calidad literaria apabullante que debía ser contada. De hecho, estamos sorprendidas de que no se supiese absolutamente nada de Ángela ni de sus historias antes», indica Anaïs.
El anonimato de Ángela de Acevedo asombra todavía más si tenemos en cuenta los autores masculinos españoles de la misma época, conocidos en todo el mundo por la notoriedad de sus escritos: Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca o Tirso de Molina, entre otros. La diferencia, por desgracia, es «inconmersurable», tal y como afirma la directora.
Mery, por su parte, opina que «en estos momentos se tiene mucha más consciencia de la mujer, directora, creadora o autora, por lo que es un buen momento para estrenar esta obra en festivales como el de Almagro, que está haciendo un trabajo muy bueno en ese sentido. «Quizás hace 20 años no hubiera sido posible hacerlo», añade.
Un clásico del siglo XXI
En este proyecto, Mery y Anaïs crean una comedia pastoril del siglo de Oro única, adaptada a los tiempos pero sin perder la esencia de lo que Azevedo quiso contar, influido en gran parte por su género. Así lo confirma Anaïs: «Hay una especie de ‘sororidad’ en esta obra. Hay una hermandad y un compañerismo entre nosotras que yo no recuerdo en ninguna obra que haya hecho un hombre de esa época. De hecho, hay una frase muy bonita que le dice una a la otra, que es ‘no quiero contigo guerra, yo quiero contigo paz'».
También se cuela en esta historia de forma anacrónicamente particular un debate tan actual como el de la diferencia entre el amor puro y aquel que es doloroso, ese amor tóxico que puede llegar incluso a destrozar vidas. «La protagonista tiene un diálogo en la segunda parte en el que distingue muy bien lo que es amar de verdad y lo que no. Porque una cosa es amar bien y otra cosa es amar mucho. Son dos cosas muy diferentes. Esta mujer sabía bien cómo se debería entender el amor real y nunca es mediante la posesión», indica Anaïs. «Aun así», aclara», » también está contaminada por todo lo que siente y piensa de la religión, por lo que el personaje no está exento de ser manipulado«.
Precisamente la religión, en unos años en que era el eje central que movía los hilos de la vida de las personas, es otro de los aspectos con más importancia en La Margarita del Tajo que dio nombre a Santarén. Para Mery, eso fue lo más difícil de asimilar a la hora de poner en la piel de Irene. «Para mi es complejo interpretar un personaje al que solo le mueve Dios y que existe por y para él. Por suerte, Anaïs me ha dado muchas claves y hemos hecho un trabajo muy sensorial, el de interpretar fijándome en qué me despiertan las imágenes en cada momento y en querer regalar lo que el personaje está viviendo», aclara.
Anaïs, por su parte, explica sobre su sello en esta adaptación que ha incluido «una crítica bastante fuerte hacia la religión, hacia ese lenguaje discursivo inherente a ella que pretende mover cualquier decisión o acción autónoma de las personas y dictar su identidad«.
Comedia pastoril, credo, amores pasionales y la gran oportunidad de descubrir a una autora que muy pocos conocen en una adaptación muy personal sobre un clásico del siglo de Oro. Una obra en la que la danza y las palabras se mezclan para mostrar una visión femenina perdida en el tiempo que gracias a ellas ya nunca más será olvidada.