Los códigos del porno forman parte del ecosistema audiovisual de varias generaciones desde hace tanto tiempo que hay ciertas cosas contra las que muchos ya están inmunizados: eyaculaciones masivas sobre una sola individua, sexo acrobático sin preliminares, entrevistas de trabajo que siempre terminan a cuatro patas… todas parecen fórmulas habituales, casi protocolarias; tanto, que cuesta recordar cómo sería enfrentarse a ellas de nuevo por primera vez. Y mucho más imaginar hacerlo con menos de doce años.
Recientes investigaciones, como la llevada a cabo por el canadiense Simon-Louis Lajeunesse, profesor de la Universidad de Montreal, señalan que la media de edad de acceso por primera vez a contenidos pornográficos se sitúa en torno a los diez años. Internet está salpicada de semen, y parece muy ingenuo pensar que, pese a todos los softwares de control parental disponibles en el mercado, nadie se cruzará con él antes de cumplir la mayoría de edad.
El matrimonio conformado por Erika Lust y Pablo Dobner, con dos hijas de nueve y seis años, lo tenía muy claro. Y no solo por la particularidad de sus trabajos -ambos llevan la productora de porno ético ErikaLust Films, radicada en Barcelona-; también por una cuestión de pragmatismo. Si no lo ven en el ordenador de casa, sometido a vigilancia, lo harán en casa de un amigo cuando nadie las sorprenda. Si no lo buscan a propósito, quizá den con ello por casualidad. Si a ellas no se les ocurre, alguien se lo mostrará. Como ha explicado Dobner al diario El Español, “no porque trabajemos en la pornografía tenemos que explicar más, todo el mundo tiene que explicar a sus hijos qué es la pornografía”. Todo el mundo tiene que tener la conversación del porno.
Y así, The Porn Conversation, se titula la guía que Lust y Dobner han puesto a disposición de los internautas en inglés, alemán, español e italiano. Existen tres versiones, una para padres con niños de 9 a 11 años, otra para los de entre 11 y 15 y otra para los que tengan prole ya mayor de 15. Cuestiones como por qué nuestros cuerpos son distintos de los de esos depiladísimos actores y actrices, si de verdad es tan fácil lubricar o llegar al orgasmo o si se puede esperar sexo como moneda de cambio en las transacciones de nuestra vida diaria son algunas de las que el matrimonio propone abordar.
“El porno tradicional es muy agresivo, enseguida es sexo muy fuerte, no hay ninguna explicación sobre los personajes, sus emociones, el contexto en el que se encuentran esas personas que tienen sexo o por qué esas personas se desean”, ha dicho Lust, quien decidió crear estas guías con su marido después de que el hijo de unos amigos buscase en Google ‘putas de ocho años’. La directora sueca pelea contra ese porno mainstream que tan poco le gusta con sus películas y proyectos, planteados siempre desde una óptica feminista, pero es consciente de que, como en el relato de Monterroso, cada vez que ella o sus hijas abran los ojos, el dinosaurio puede seguir ahí. “El porno está ahí, hay que explicarlo”.
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