Desde abajo, ella clava sus felinos ojos de pestañas postizas, mientras entreabre la boca, que sugiere, carnosa, una lengua también rosa y suculenta. Gracias al único botón que le cierra la camisa podemos hacer, a simple vista, un inventario completo de los contornos y los lunares de dos potentes tetas, con toda probabilidad, operadas. Pese a lo perturbador de la imagen, no estamos hablando de porno, sino de un póster en el escaparate de una peluquería de un barrio obrero de Madrid.
¿Qué aporta esa foto a un salón donde lo más habitual es que mujeres de entre 55 y 65 años se corten el pelo? Muy sencillo: nos demuestra que, por obra y gracia de Internet, el porno se ha convertido en una suerte de Wikipedia de la sexualidad y de la sensualidad, que trasciende sus propias fronteras y dicta más allá de ellas, mucho más allá, actitudes, roles y hasta grados de depilación.
El porno mainstream ejerce de enciclopedia de la sexualidad, sí, pero solo de una determinada sexualidad. No entiende el sexo como diversidad, sino como una mayoría artificial, en la que no hay espacio para los penes pequeños, para las barrigas o para las mujeres a las que no les gusta abrir las piernas en un ángulo de 130 grados subidas en tacones de aguja. Tampoco hay en él sitio para aquellos que son incapaces de empalmarse o lubricar en menos de medio minuto, y mucho menos para quienes necesitan una prótesis o una silla de ruedas.
Sin embargo, todos ellos también quieren sexo, también quieren excitarse, aunque este “sexo único de Microsoft Windows”, que diría la periodista Caitlin Moran, los haya olvidado. Afortunadamente, la misma red que ha llenado nuestras retinas de secretarias pechugonas que negocian su ascenso directamente con el macropene de su jefe ha propiciado otras expresiones de la sexualidad, ejercidas por quienes no comparten, por diferentes motivos, ese discurso “normativo”. En Nokton Magazine nos hemos acercado a dos de esas alternativas: el altporn y la postpornografía.
Irina Vega, el altporn y lo poco creíble
La actriz y productora Irina Vega, artífice de la web Altporn4u, nos cuenta por email que a ella le cortan el rollo todas esas situaciones poco creíbles del porno: “esas posturas imposibles, gemidos y orgasmos fingidos”. Le parecen artificiales. En cambio, el altporn, explica, suele identificarse por “una imagen mucho más cuidada, una estética diferente, con modelos más naturales o poco corrientes para lo que abunda en el porno de toda la vida”. Más allá de su perspectiva personal, hay altporn para todos los gustos: gótico, ciberpunk, rockero, nerd, geek, gamer…
El de Altporn4u, en concreto, es un porno independiente y de autor que intenta transgredir, como dice Vega, “las reglas estereotipadas de la pornografía convencional”. Esa transgresión es tanto estética como ética. La sencilla descripción del portal en los resultados de Google -“chicas españolas desnudándose y alcanzando un orgasmo real”- encierra una filosofía encaminada a perseguir lo auténtico, porque ello, defienden sus seguidores, es lo que más nos excita.
Antes de los rodajes, Irina habla con los modelos, los actores y las actrices para conocer “sus gustos sexuales a nivel personal” y explorar su sexualidad, algo que, según confiesa, le encanta. La actriz escribía hace unos meses en el blog de Altporn4u que, hasta la llegada de alternativas como ésta, “el porno se estaba convirtiendo en un mundo completamente alejado de la realidad”, en el que solo aparecían rubias neumáticas. Ella misma lo presenció cuando empezaba. En una productora le dijeron que no se hiciera más tatuajes porque, de lo contrario, tendría problemas para que la cogiesen en películas. “Me parecía ilógico entonces que, siendo el porno un mundillo tan liberal, tuviese ese tipo de limitaciones”, confiesa
Detrás de las cámaras, Vega reconoce que le gusta más “trabajar con modelos más naturales”. “Una chica sin experiencia siempre va a ser más auténtica que una modelo que ya ha trabajado mucho y ya tiene sus poses hechas, que ya sabe cómo desenvolverse y fingir”. También admite que no hizo demasiado caso a quienes le aconsejaban que abandonase su afición a los tatuajes, “¡y mira cómo están ahora las cosas!”, señala. Añade que cada vez están más normalizadas en el porno las chicas con tatuajes, tipo girl next door. “Es lógico que comiencen a aparecer nuevas ideas y se derriben ciertas barreras. El altporn es una alternativa para todos y todas”.
Contra «el porno del capital y el patriarcado»
“Depilación brasileña, depilación Hollywood, pechos de plástico grandes y redondos. Uñas acrílicas. Sexo anal asumido. Anuncios de productos de belleza de mujeres con los ojos vidriosos, preparadas para una eyaculación en plena cara”, enumera Caitlin Moran en Cómo ser mujer (Editorial Anagrama, 2013).
Los integrantes de Post-Op, un grupo de artivistas que investiga sobre género y postpornografía, explican que, al visibilizar continuamente un tipo de prácticas muy concretas, el porno mainstream nos dicta, con pretensiones educativas, “cómo se debe follar y cómo son las mujeres y los hombres”. Desde Post-Op creen que, a base de la repetición, acabamos naturalizando esos comportamientos, “pensando que eso y solamente eso es sexo”, y que el resto son ignorados, o visibilizados solo de forma anecdótica: “las típicas escenas de lesbianas para público hetero o las que tienen enanos, gordos y tullidos”. El porno mainstream no es reflejo, sino generador de una realidad de identidades binarias, nos cuentan en Post-Op: hombre y mujer, masculino y femenino, heterosexual y homosexual.
Frente a ese porno “al servicio del capital y el patriarcado”, el equipo de Post-Op ejercen un porno disidente. Su lucha consiste en visibilizar todo lo que había sido marginado de ese universo de tangas, pestañas postizas y pechos musculados. “Nos interesa un porno hecho en primera persona por esos cuerpos hasta ahora ignorados: las bolleras, las marimachos, los trans, las personas gender queer (quienes no encajan en la categoría binaria hombre/mujer) y las personas con diversidad funcional”. En otras ocasiones, agregan, Post-Op apuesta por cuerpos que ni siquiera parecen humanos: “inventamos personajes ciborg que posibilitan otro tipo de prácticas”.
En su trabajo, Post-Op utiliza mucho, por ejemplo, las prótesis. “Con prótesis nos referimos a un dildo, una muleta, una papaya o una docena de huevos. Cualquier objeto es susceptible de ser sexualizado”, indican, antes de añadir que a Post-Op también le interesa sexualizar el espacio público, los jardines, los parques, el mobiliario urbano e, incluso, la tecnología.
“Nuestros personajes degenerados y mutantes buscan confundir al espectador y crear interrogantes”, apuntan. Ése era, también, el objetivo de su proyecto “Piratte”, que pretendía colar ejemplares de una supuesta revista de porno gay en algunos establecimientos, a la vista de público “al que le pusieran los chavales jóvenes”. Gracias a la colaboración de «los amigos trans masculinos y bolleras camioneras» del equipo de Post-Op, quien abría la revista se topaba con una sorpresa: “corporalidades que no tenían exactamente la genitalidad esperada”. La intención era demostrar que el deseo es «mutable y confuso”.
Aunque solo se sacaron algunos números sueltos de “Piratte” y el proyecto nunca se llevó a cabo por falta de presupuesto, Post-Op trabaja en otras múltiples estrategias para visibilizar esa sexualidad «no normativa», como charlas, talleres y prácticas en público. Todo desde una perspectiva que es «siempre política» y, la mayoría de las veces, «lúdica y lúbrica». “Como dijo Emma Goldman”, cita una de las partes de Post-Op, “si no se puede bailar, no es mi revolución».
Son dos alternativas al discurso que ha intentado vestir de uniforme algo tan íntimo como nuestras fantasías. Al fin y al cabo, el deseo sigue siendo una pregunta cuya respuesta no existe.
Fotos: Altporn4u (agradecimientos a Irina Vega), Rai Robledo, Post-Op
Puedes seguir a Altporn4u en su web, Twitter y en Facebook; y a Post-Op en su web, en su blog, en Tumblr y en Facebook.
Bonus track:
Entrevista con Erika Lust: «Quiero retratar el sexo como lo que es, algo natural, bonito y humano»
‘The porn conversation’, o cómo explicar a tus hijos el porno.