Mi experiencia en una exposición inmersiva

Exposición inmersiva Van Gogh.
Exposición inmersiva Van Gogh.
Me acerco a la exposición inmersiva de Van Gogh para intentar comprender el auge de este formato.

Entro expectante. Quienes suelen asistir a exposiciones me han comentado que las exposiciones inmersivas no merecen la pena, el resto me habla de una experiencia maravillosa. Así que me adentro en la sala sin saber hacia qué lado posicionarme. He escogido, por cercanía, la exposición inmersiva de Van Gogh, y lo primero que me encuentro al entrar es un panel cargado de girasoles haciendo las veces de photocall y poniendo el toque instagramebale. A continuación una sala con paneles informativos sobre la vida del artista y alguna pantalla.

La primera sala se presenta carga de textos, poco profundos para quien ya conoce la vida de estos autores (que en las exposiciones inmersivas son siempre artistas bastante populares), y demasiado genéricos para quien los desconoce. Algo así como entrar a la Wikipedia, separar el texto en párrafos, e imprimirlo en paneles enormes acompañado por fotos de los cuadros más relevantes. Fotos que además, para mantener una buena imagen, se imprimen en una  misma gana de color despersonalizando las obras.

Pantalla de la exposición inmersiva de Van Gogh.

En el centro de la sala hay varias pantallas para ampliar los cuadros con zoom y poder observar de cerca la pincelada. La premisa suena bien, si no fuese porque muchos cuadros se pixelan y no es posible apreciar absolutamente nada. En esta había seis pantallas -una no funcionaba- y la gente se aglomeraba alrededor esperando su momento, con la confianza de que quien las estaba ocupando sería racional y no se excedería en el tiempo.

En la siguiente sala los colores flotaban. Lo hacían en las pantallas en las que pequeños puntos de color iban cambiando, y en los espejos; que componían el resto de la sala y en los que se reflejaba el video. No me quedó claro cuál era la selección de imágenes a mostrar.

Y después entré a la sala principal, que seguramente ya habéis visto en anuncios e incluso en escenas de series (como en Emily in Paris). El sonido se activa, con música y con una voz en primera persona que narra de forma espaciada la vida del autor, y varios cuadros que van pasando en las pantallas que conforman las cuatro paredes de la sala. Un espectáculo de 40 minutos en los que se suceden las imágenes en las pantallas de la sala, una sala con pufs y gente sentada en el suelo (al menos vi a uno plácidamente dormido).

Sala principal exposición inmersiva Van Gogh.

Por último pasé por dos escenarios que intentaban replicar dos obras de Van Gogh, El dormitorio en Arlés y Terraza de café. Y por supuesto una tienda para finalizar la experiencia, que poco tenía que envidiar a la de algunos museos.

Quizás para quienes no suelen visitar museos o no les ha interesado el arte hasta el momento pueda ser un primer acercamiento válido. Al menos en el sentido de que es curioso. De hecho puede que esta exposición inmersiva, o cualquiera de ellas, se dirija conscientemente a un público muy concreto, e incluso puede que ese público sea mayoritario. De hecho antes de ir pensaba que podía ser una buena propuesta para acercar al público infantil al arte, pero viendo la cantidad de paneles que hay que leer, desconfío un poco de esa idea.

Otro tema que no se puede obviar es el precio. En fin de semana e incluyendo los gastos de gestión, la entrada por persona cuesta 14,5€. La mayoría de pinacotecas nacionales no alcanza ese precio y da entrada a un universo mucho más amplio.

Las exposiciones inmersivas no son algo reciente, pero sí lo es su popularización. Solo en Madrid este año se ha podido vivir esta experiencia sobre Klimt, Frida Kahlo o Velázquez. Por lo que está claro que al público le interesa de alguna manera. De hecho es probable que en algún momento lleguen estas propuestas de manos de colectivos especializados, como cuenta Anna Wiener en este artículo de The New Yorker, y que la experiencia inmersiva en el arte sea por tanto diferente.

La propia definición de inmersiva es cuestionable tal cómo se presentan en la actualidad. Según la RAE inmersiva es “que hace vivir al espectador una realidad virtual como si fuera auténtica”. En el caso de estas exposiciones, tal como están planteada en la actualidad, no sabría identificar qué es lo auténtico en lo que intentan sumergir al espectador. ¿Los propios cuadros? ¿La vida del autor? ¿Un universo creado de la mezcla de las anteriores? Desde luego no es el proceso creativo o la relevancia histórica del artista. En cualquiera de estos casos, no diría que se vive una experiencia auténtica porque no sé definir qué es auténtica en este área.

Esta exposición inmersiva de Van Gogh, en general en las realizadas en España siempre escogen algún artista-icono, o al menos icónico en la cultura popular de esos cuyas obras ocupan camisetas y se popularizan en láminas casi decorativas, solo había información en texto y juegos de luces. Me atrevería a aconsejar que podéis ocupar el mismo tiempo buscando a un autor que os interese en Google Arts & Culture o acudir a algún museo digital y, la experiencia no sé -es algo bastante personal- pero el descubrimiento y el aprendizaje será más notable.