La indagación de la memoria y sus raíces en la sociedad coetánea han vertebrado durante más de tres décadas el espíritu de la compañía Micomicón, fundada por Laila Ripoll y Mariano Llorente. El dramaturgo, Premio Nacional de Literatura Dramática en 2015, firma y dirige Nuestros muertos, ficción inspirada en las reuniones que hace trece años pusieron frente a frente a víctimas y terroristas disidentes de ETA a través de la Vía Nanclares. María Álvarez, Carlos Jiménez Alfaro, Clara Cabrera y Javi Díaz interpretan, en pasado y presente, a los dos personajes protagonistas. La madre, octogenaria, revive el asesinato de su hijo a través de los ojos del terrorista mientras proyecta en los suyos la muerte de su padre en el 36, a manos de un grupo de vecinos falangistas. Y, en su herida, cabe el corazón del daño de nuestro querido país.
Nokton Magazine: ¿Qué simboliza la memoria?
Mariano Llorente: Lo que sé es que existe y persiste. Es tenaz y persistente. Desde que hablaba con mis padres, que ya no están, y con otra mucha gente que no es necesariamente de mi familia, lo que ocurrió está ahí. Hay muchas cosas dolorosas en ese pasado. De alguna manera, incluso traumatizan. Laia y yo podríamos hablar de episodios de maltrato, asesinatos, morir por condiciones terribles de trabajo… Parece que uno estuviera empeñado en dar la matraca con la memoria. ¡Claro que miro al futuro! Tengo un hijo y precisamente porque me interesa quisiera solucionar algunas cosas del pasado. Hemos abierto la puerta y los oídos para que entrara.
NM: ¿El futuro es posible con huesos en las fosas?
ML: Aquí no es que haya habido muertos, que naturalmente los hubo durante la represión franquista, es que están desaparecidos. ¿Hubo fallecidos por la violencia roja? Claro, la guerra produjo el desastre. Yo no hubiera querido jamás lo de Paracuellos. El problema es que solo en uno de los lados los restos fueron recuperados. Se les homenajeó durante 40 años, tenían sus lápidas e inscripciones en las iglesias. Mientras no solucionemos esto será un dolor imperecedero, como decimos en la función.
NM: La protagonista recuerda tanto a Ascensión Mendieta…
ML: Vivimos muy de cerca la exhumación del padre de Ascensión. La quisimos, la besamos, la abrazamos y la cuidamos todo lo que pudimos en aquellos días. Me marcó mucho que una persona de 88 años hubiera acudido a Argentina para la famosa querella que procuró que se pudiera exhumar a su padre y a otros muchos. ¿Cómo puede haber una persona de casi 90 años a la que no se le ampare desde todas las instituciones españolas para sacar a su padre de la tierra? ¿Por qué tiene que ir tan lejos para buscar la justicia universal? Ella solo quería enterrar dignamente a su progenitor. Involuntariamente fue ella quien de niña abrió la puerta a los asesinos que lo sacaron de casa, le metieron en la cárcel de Guadalajara y lo fusilaron.
NM: ¿Cómo conectaste el concepto de ETA y Guerra Civil?
ML: No soy vasco ni necesito serlo para haber padecido con espanto esos crímenes de la década de los 90. Digo de esos años porque fue a los veinte y muchos cuando adquirí conciencia, con la muerte de Miguel Ángel Blanco o Gregorio Ordóñez. Nos preguntamos cómo sería ser atravesado por ambas violencias. Emilio Silvia, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, nos confirmó que los había. Tomás y Valiente fue asesinado en su despacho de la Universidad Autónoma y tenía un tío fusilado por el franquismo. Al fascinarme la Vía de Nanclares, pensé en hacer hablar a una doble víctima, por la Guerra Civil y por ETA, con un etarra arrepentido. Quizás necesitaba hablar de España de manera más amplia y profunda.
NM: ¿Con una mirada de reconciliación?
ML: Lo que más nos supera del espectáculo a Laila, María y a mí es lo incontestable de la protagonista. Dice lo que siente desde un lugar que hemos intentado que nunca raspe ni dañe, aunque diga cosas brutales. Ella está también muy dañada, metáfora de una España maltratada. Huimos de la rabia, del odio, de la sinrazón. Y es inalcanzable porque es una idealización. En el caso de que ETA me hubiera matado un hijo o un padre, no creo que respondiera como ella. No tengo esas virtudes, soy más rencoroso.
NM: Ella misma constata de viva voz que esas bestias capaces de matar a sangre fría resultan ser humanas.
ML: Sí, tanto el etarra como los falangistas tienen pulsiones ideológicas y de sangre, pero son seres humanos. Convivir una hora y media con alguien cambia algunas cosas. El personaje de Carlos Giménez-Alfaro desprende una enorme soledad y tristeza. Es desoladora. ¿Lo merece? Por supuesto, es lo que se ha ganado. Pero esas emociones le llegan también a su interlocutora, que ve a un ser humano agotado y, a pesar del daño, no le desea mal en adelante.
NM: ¿Se dio pie al perdón cuando en 2011 se celebraron las reuniones en Nanclares de Oca?
ML: Con el perdón entramos en un terreno de moral cristiana. Estos encuentros aportan una visión de lo que pasó tan brutal que no creo que nadie pueda probar lo que sucedió. Si un joven de 20 años tuviera el impulso de volver a coger un arma en el País Vasco y asesinar a guardias civiles, y escucha estos encuentros con el etarra arrepentido y la víctima, se le quitarían las ganas. Eso es lo que enseñan y por eso fueron tan importantes los once encuentros que se produjeron y tan definitivamente finiquitados en cuanto ganó el Partido Popular. ¿Para quién eran peligrosos? ¿Por qué? Mostraban precisamente un dolor tan grande que no había vuelta atrás.
NM: El título de la función, Nuestros muertos, ¿convoca a la conciencia frente a los colores políticos?
ML: Sí, todas las víctimas son de todos, son tuyas, son mías. Desde los tenientes generales a los tantos políticos del Partido Popular que asesinaron. ¡Parece mentira tener que decir esto! Matar después de Franco fue cruzar una línea estremecedora. Cuando un país está pisoteado por una dictadura así, igual hay que responder, pero cuando termina ya no. Deberían haber parado todos. La historia de España hubiera sido distinta. Nos hubiéramos ahorrado 800 asesinatos, pues la mayoría fueron después del Franquismo, y decenas de personas aterrorizadas en el País Vasco, que se tuvieron que ir o veían a sus hijos amenazados…
NM: ¿Has temido que te tacharan de equidistante?
ML: Cuando te enfrentas a temas tan complejos, debes aceptar todas las verdades. Durante gobiernos democráticos se torturó a los presos etarras en el cuartel de Intxaurrondo (San Sebastián), entre otros. Está constatado por gente muy importante, muy seria, pero se negó. Eso enrabietó a mucha gente del mundo abertzale. ¿Estoy equiparándolo? No, yo condeno a ETA sin paliativos después de Franco, pero el Estado lo hizo y en la función se cuenta. El teatro no debe ocultar las verdades incómodas. Lo que es evidente es que los asesinatos del GAL contribuyeron a que la “cosa vasca”, como dicen ellos, se mantuviera encendida. Desde un estado derecho no se puede ejercer ningún tipo de violencia.
NM: Habéis coincidido en cartelera con la obra Altsasu, contra la que Vox se ha manifestado solicitando su retirada. La paradoja es que no la habían visto cuando se manifestaron en la puerta del Teatro Abadía…
ML: Vox ha llevado esto a un ambiente más radical. Esta gente no sé si se sienta a ver ni escuchar un espectáculo. Altsasu es una maravilla que pone los ingredientes de todas las partes de una manera inteligentísima, elaborada y hermosa. Le da a todos y pone los elementos encima de la mesa para que cada uno saque sus conclusiones o se vaya a casa aturdido y desee profundizar. Estos animales censores no se sientan a reflexionar ni aceptan que otros reflexionemos.
NM: ¿La función del teatro es sacar las verdades al sol?
ML: El arte está para provocar. Decía Bertolt Brecht que el buen teatro divide. Precisamente porque se mete en charcos y pone el dedo en la llaga. El teatro a su vez tiene el derecho de entrar en zonas más blancas y suaves y hacer pasar un rato magnífico de risas al espectador. A mí me gusta mucho Sorolla, por ejemplo, veo esos cuerpos, ese azul del Mediterráneo y me llena de alegría el corazón, pero también tiene que existir Goya, que se mete en las zonas oscuras de nuestras cabezas.
NM: ¿Te alarma que la polarización se cuele en el aula?
ML: Creo que las nuevas generaciones deben informarse y leer mucho para tener conocimiento. Si nuestro espectáculo incita a que los jóvenes investiguen y busquen razones… ¿Esa Euskal Herria mítica que sueñan merecía matar a gente que estaba en un bar como Froilán Elespe? Que busquen sobre el GAL, sobre el Franquismo… ¿Por qué las sacaban por la noche y las fusilaban? ¿Lo hizo un bando o lo hizo otro? ¿Y a partir del 39, terminada la Guerra? Que vayan a buenos relatos de historiadores.
‘Nuestros muertos‘ se representa en la sala Cuarta Pared hasta el 3 de febrero,