Con dos besos se acerca a mi altura. El simple gesto derrumba la pauta, el afanoso molde de los tópicos culturales. Con su metro ochenta y finos rasgos daneses, Amanda Collin (1986, Rungsted) sonríe y conversa entusiasta, fluye como pez en el agua. Su energía y Madrid han sintonizado sin presentaciones oficiosas. Mientras se acomoda, confiesa que adora el carácter de los españoles, «cercanos y abiertos» al primer saludo. “Hoy en día se tiende mucho a marcar distancias, a necesitar un espacio personal de defensa” y, sin señalar nombres, menciona que en algunos países está demasiado instaurado.
La ganadora de un Premio Robert (los Premios de la Academia Danesa) y protagonista de Raised by Wolves (HBO), la aplaudida serie co-producida por Ridley Scott, ha visitado España para presentar La tierra prometida (The bastard), de Nikolaj Arcel. Estrenada en el último Festival de Venecia y ganadora de tres premios de la Academia del Cine Europeo, la película adapta un drama épico de época, a su vez inspirado en un personaje real, Ludvig Kahlen, soldado retirado que a finales del S. XVIII se enfrentó a la gesta de colonizar las tierras más estériles de Jutlandia. Collin sobresale en la réplica al mastodóntico Mads Mikkelsen, con quien encabeza una trama de ecos wéstern, romance y un gran sentido de justicia.
Nokton Magazine: Cada personaje es un viaje. ¿Cuál ha sido el tuyo con Ann Barbara en La tierra prometida?
Amanda Collin: Leí la novela (The captain and Ann Barbara). ¡Es asombrosa! En el libro mi personaje también lo es. Gran parte de la energía de la película está dado, se siente su personalidad. ¡Y me encanta! Pero tiene mucho que ver con la fe total en el instinto e intelecto de Nikolaj (el director), que me abrió para permitir que el papel entrase en mí con la claridad que necesitaba y la solidez para sujetarlo. Hubo un momento en que dejé de confiar, me invadió la inseguridad. Dudé de que él entendiera a Ann Barbara como yo. Visto ahora, es divertido (ríe), porque el guionista era él y la que metía la pata yo.
NM: ¿Y cómo logró revertir esa dinámica?
AC: Me mostró un vídeo al azar de su hijo y detrás oí la voz de la que iba a ser su mujer, Sara. Cuando la escuché, de repente, me sentí tan segura… Supe que Nikolaj iba a casarse realmente con Ann Barbara. El último 10% que me faltaba ya estaba. ¡Me atrapó! Era suya. Y a partir de ese momento, me entregué con fe ciega en todo.
NM: ¿Por fin conectabas con Ann Barbara?
AC: En una forma curiosa, hay un subtexto y sale hacia arriba a medida que pasas más tiempo con el material. Casi como magia, cuando estás a punto de hacer una escena, sabes exactamente cómo debes sentirte en ese momento. Tienes que permitir dar todo el espacio al personaje: Estar a disposición, en el momento, y descubrir cómo reacciona. Creo también que si conozco así de bien a Ann Bárbara es porque hay mucho de mi madre en ella.
NM: ¿Qué características te resultaron familiares?
AC: Yo soy mucho más expresiva, mis emociones están a flor de piel, pero mi madre nunca me ha dicho “te quiero”. Sin embargo, nunca he dudado de su amor por mí. Quizá conocía tan bien a Ann Barbara porque conozco su fuerza y su amor, a pesar de ser una mujer callada, que no verbaliza.
NM: Demuestra en sus actos la resiliencia de una superviviente. El hambre, el abuso, la pérdida, el trabajo físico sin descanso… no la doblegan.
AC: Sí, si vives desde dentro el personaje es como “sé lo que valgo, lo que soy, voy a decirlo una vez tranquilamente y si no lo entiendes me voy”. Porque la vida es corta. Prefiero estar tres días sola, pobre, viviendo al lado del mar, que hacerlo bajo tu abuso, estúpido ‘cabrón’ (bromea aludiendo al título con el término bastard).
NM: ¿Te causaba un pequeño plus de responsabilidad rodar con un veterano como Mads?
NM: ¡Es una súper estrella! (ríe). Trabajar con Mads fue fantástico, es un actor con gran experiencia y un enorme sentido del humor. Por encima de todo es un enorme profesional que da lo mejor de sí mismo todo el tiempo. Amé ese espacio en el que nos volcamos ambos para hacerlo así.
NM: La aparición de la pequeña Anmai Mus (Melina Hagberg), sola en el mundo como Ann y Ludvig (Mads Mikkelsen), ¿es el punto de inflexión para los protagonistas?
AC: La niña es muy interesante. Los adultos olvidamos nuestros derechos innatos a medida que avanza la vida: Amar y ser amados, tanto por otros seres humanos como por la naturaleza. Anmai Mus entra en mi vida y la adoro y la amo porque me recuerda quién soy. En realidad, las dos son idénticas. Hay que escuchar a los pequeños, tan importantes y maravillosos. La razón por la que nos enfadamos con ellos es porque sentimos que no comprenden el mundo en el que vivimos. Y que no lo entienden es lo que intentan decirnos.
NM: ¿El ser humano se empeña en eludir su fragilidad?
AC: Esa es la historia, el núcleo de todo. El capitán Kahlen huye de su humanidad y Ann Barbara le ofrece la vida y la felicidad, pero él no lo ve hasta demasiado tarde. Cree que con un título nobiliario será libre y amado, que se querrá a sí mismo. Al otro lado, tiene una mujer con unas circunstancias fatales, pero que nunca duda de su amor propio y de que tiene derecho a estar en la tierra.
NM: La dignidad que se les niega a los marginados.
AC: Veo muy claro quien querría ser de la película: el líder de los bandidos, al que apodan ‘El General’. Ese grupo de gente son la escoria de la sociedad, pero son libres. Cuando ocurre algo malo y ven peligrar su vida, nadie les puede retener. Dentro de ese clan también hay una jerarquía y es patriarcal, además, pero creo que la película sirve para hablar de qué libera al ser humano. En mi vida propia me sirve, me hace ser mucho más feliz. Me basta con despertarme cada mañana. Cualquier cosa a partir de ahí es la guinda del pastel.
NM: ¿Es fácil liberarse de lo establecido?
AC: Todo es parte del reino animal. Cada uno tiene un papel en el gran ecosistema. A mí me fascina cómo puedo ser más libre y abierta en cada momento. El mayor éxito como actriz se logra cuando te olvidas de ti misma. Según voy creciendo, me gusta llevar esa experiencia a la vida. Para mí la libertad es no tener miedo a fracasar, aunque haya tantas cosas que podamos temer. En realidad, practico interpretación mientras vivo (ríe).
NM: En Raised by Wolves (HBO), cuyas dos temporadas recibieron rendidos elogios, encarnabas a Madre, un androide responsable de refundar la civilización humana tras su destrucción. ¿Cómo lo llevaste hacia ti?
AC: Los niños que pare Madre tienen emociones y rasgos humanos y ella misma comienza a sentirlos. ‘¿Qué es esto?’, se pregunta. Un ser humano es estar en la adolescencia. ¡Es fascinante! Todo se construye alrededor de lo que se experimenta. Fue muy divertido introducirme en ella porque fue un trabajo detectivesco en el reino de las emociones. ¡Qué opuesto es a Ann Barbara! No tiene miedo, no le sorprenden sus emociones. Las toma en serio y actúa de forma natural sin juzgar ni ponerlas en entredicho.