Dijo el político mexicano Benito Juárez que «la democracia es el destino de la humanidad; la libertad, su brazo indestructible». Como inspirándose en este epígrafe, María Reig (Barcelona, 1992) transporta al lector en su tercera novela al Cádiz de 1815, aquel que tres años antes había celebrado la aprobación de ‘la Pepa’ -la primera Constitución-, pero que hasta alcanzar los albores del estado liberal, vería librar todo tipo de batallas: la Guerra de la Independencia, la abolición de la legislación de las Cortes, la persecución de los contrarios al absolutismo de Fernando VII… En este trance, tres vidas enfrentarán la galerna para conquistar sus derechos y conocer al fin Los mil nombres de la libertad.
Nokton Magazine: Tu novela anterior viajaba a Suiza, en el marco de la II Guerra Mundial, tras aproximarte a la II República en tu primer libro. ¿Sabías ahora que era momento de regresar a casa?
María Reig: Después de Una promesa de Juventud puse mucho el foco tanto en Suiza como en los diferentes países que representaban los personajes y me apetecía un poco volver a lo conocido y poder exprimir la experiencia de la documentación como solamente lo puedes hacer en tu idioma. Me apetecía empaparme y contar con multitud de fuentes, que en la lengua propia son más accesibles. La escritura coincidió con el confinamiento y la pandemia, así que el hecho de que la novela transcurra en España ha facilitado mucho toda la documentación.
NM: ¿Qué configuró primero la trama: los acontecimientos históricos o los personajes?
MR: He construido la novela muy en línea con la documentación. A medida que iba averiguando sobre este contexto tan convulso, este entorno conspirativo de diferentes facciones políticas que quieren hacerse su hueco y hacer prevalecer su versión de cómo debe organizarse el territorio, se acrecentó cómo forjar la trayectoria de los personajes. En esta novela me meto casi en el mismo palacio (ríe), entre las bambalinas de la política del momento. Fui poco a poco confeccionando el modo en que Alonso y Modesto, dos de los tres protagonistas, van tomando contacto con esta red de intrigas, persecuciones… Es un parte difícil porque hay que ser rigurosa, pero es muy emocionante entrecruzar sus caminos y destinos.
NM: Aunque el señorito Modesto Andújar y el pendenciero Alonso Guzmán están en primera línea, el relato se completa con una tercera protagonista, Inés de Villalta. Su relato se inicia con una misión personal, pero sin pretenderlo, su papel tomará un rol heroico.
MR: Vemos los pasos que ella va dando para verse inmersa en esas aventuras, con una serie de motivaciones que no es consciente que la conducirán hasta esos puntos. Al principio de la novela se dice que ella acepta promesas sin ser consciente del poco control que va a tener sobre su destino. En el momento en el que Inés se sale del camino marcado, por las circunstancias que la rodean, se verá capaz de tomar decisiones, con gran valentía. Se zambullirá en un laberinto de intrigas, sobreviviendo con sus propias herramientas.
NM: «No se atreva a envidiar mis luces sin conocer mis sombras, Inés. Siempre hay elección. Creer que no es pura alquimia para la conciencia». En la novela sobresale la relación de Inés con Doña Mariana, a quien entra a servir cuando viaja del hogar familiar, en Santa Cruz de Tenerife, a la península.
MR: Inés entra en contacto con Doña Mariana muy joven, cuando aún tiene su personalidad por construir. Su influencia, con todos sus matices, le transmite esa dureza de la experiencia y lo que ha sido su vida. Inés tiende a caer en la idea de que la posición de Doña Mariana le permite controlar y tener todo a su alcance, que la cuna le da las llaves de puertas que ella no tiene, que la vida de su señora es perfecta. Y comprenderá que, como mujer, Doña Mariana pelea también por sobrevivir. Cada una lo hace desde su posición y su mundo.
NM: Entre la multitud de personajes históricos me ha llamado la atención la aparición de la escritora Francisca Larrea, madre de la escritora que sería conocida, bajo seudónimo, como Fernán Caballero.
MR: Yo intento con mis novelas, aunque no siempre puede ser de forma profusa y constante durante toda la historia, rescatar esos nombres que han podido quedarse atrás, que normalmente ocurre con el caso de muchas mujeres, como Francisca Larrea y Margarita López de Morla. Tuvieron un papel muy relevante en los círculos políticos y poéticos de la época. Ejercían de anfitrionas de las tertulias de las Cortes de Cádiz, una de corte liberal y otra de corte más conservador. Aproximarnos a la historia a través de las circunstancias humanas de cada personaje me parece una manera más cercana y lógica de redescubrir el leitmotiv de la época.
NM: Fernando VII fue ‘El Deseado’, pero la historia lo recuerda como un monarca terrible. ¿Tu investigación confirma que el adjetivo no es excesivo?
MR: Este punto me sorprendió mientras me documentaba. Me gusta ofrecer diferentes perspectivas en lo que escribo y busqué y leí variedad de autores e historiadores, pero no encontré ninguna versión amable de él. Pocos pueden resaltar, en términos de avances o eficiencia, algún aspecto positivo de este hombre. Fue un “tipo” peculiar.
NM: ¿Qué curiosidades has descubierto entre los papeles reservados de Fernando VII, conservados en el Archivo General de Palacio?
MR: No quiero hacer ningún tipo de spoiler por la influencia que tienen algunos de estos documentos en la trama de la novela (ríe), pero por ejemplo, transmiten cómo tras la derrota de los franceses y la vuelta al antiguo régimen, Fernando VII tiene claro que cuenta con mucha oposición. Es decir, en 1814 borra todo lo que ha ocurrido durante la ocupación, pero hay una oposición creciente, que es favorable a otras alternativas, y de alguna manera él se va a asegurar de tener una correcta relación de personajes, sus ocupaciones y sus actividades. En este archivo personal hay informes sobre opositores y perfiles sospechosos, se puede conocer qué les sucedió. Son cuestiones muy interesantes que enriquecen el estudio de la figura de ‘El Deseado’.
NM: En Los mil nombres de la libertad encontramos evocaciones a las novelas clásicas de capa y espada, costumbristas, de espionaje… ¿Tuviste influencias específicas?
MR: No lo he hecho de forma consciente, en la medida de que el grueso de lo que leo me deja un poso, se canaliza en mis historias. Lo que crea un escritor bebe mucho del bagaje de sus lecturas. Sin dudar, de modo consciente, podría nombrar obras que sí que creo que me han afectado e influido y me han acompañado mentalmente como Guerra y paz, Orgullo y prejuicio o Los miserables.
NM: ¿Te permitiste alguna licencia?
MR: Una de las cosas que tenía muchas ganas de hacer y que ya empecé a tantear desde Papel y tinta es el hecho de cruzarme con algún miembro de la familia real, meterme en ámbitos de la corte. Son figuras de las que existe mucha documentación, muchas veces contradictoria… como Fernando VII, que en algunos momentos era deseado, luego un rey tildado de traidor, rechazado por el pueblo. También me apasionó crear espacios para que coincidieran los personajes de ficción y los reales. La parte de Aranjuez fue muy divertida.
NM: En ese aspecto, destaca la recreación del Palacio de Aranjuez de aquel siglo XIX. Los ambientes están muy logrados en la novela.
MR: Fue un reto. Me planteé recrear el palacio de Aranjuez justo al final del confinamiento. Empezaba a relajarse la situación, pero era complicado. Gracias a Patrimonio Nacional pude tener las pautas para poder dirigirme a la documentación concreta. Trabajé con un inventario de 1818, que reflejaba todos los decorativos de las cámaras, antesalas…. En la actualidad, el Palacio de Aranjuez está muy influenciado por los reinados finales, cuando aún se le daba uso. Poco queda de la etapa de Fernando VII. Quería hacerlo lo más ajustado a la realidad y meter al lector en ese ambiente cortesano, de los contactos, de las fichas que se mueven como en una partida de ajedrez.
NM: La trama sobrevuela todos los acontecimientos que en un corto período de tiempo se produjeron en España: José Bonaparte, el exilio de Fernando VII, la Pepa y su posterior abolición o el Trienio Liberal, pero no los juzga.
MR: Es la manera en la que me gusta trabajar la novela histórica, con honestidad. Muestro una época de tal forma que vierto juicios y opiniones de los distintos personajes, pero como autora hago el ejercicio de reflexionar sobre por qué llegaban a pensar lo que pensaban e intento reflejar una pluralidad. Me pregunto qué valores transmito cuando escribo, pero me parece muy complicado decantarme sobre una época que no he vivido.
NM: ¿Sientes vivo el espíritu de la Constitución de Cádiz?
MR: En esa época se pusieron los cimientos de lo que se irá construyendo durante todo el siglo XIX, que es el estado liberal. Durante el s.XX vemos que en ciertos aspectos desaparece o pasa de moda en esa Europa de Entreguerras, en la que el progreso son los autoritarismos, pero es cierto que en nuestras democracias actuales se bebe de muchos elementos que cuajan en el XIX. Hay una notable influencia en la forma que tenemos hoy en día de entender nuestras democracias, como una serie de derechos y libertades.
NM: ¿Aquellos tiempos convulsos son el mejor ejemplo de la fragilidad de la democracia?
MR: El año pasado empecé el Grado en Historia en la Universidad Complutense y me está ayudando a cambiar el foco. A veces vemos la historia como una progresión ascendente y en realidad es más inestable. Se dan cuatro pasos, se retroceden dos y así. No hay que dar nada por sentado, como si siempre hubiera existido, sino seguir sumando y aprendiendo entre todos.
NM: Siempre permanece el debate sobre cómo revisar y analizar los hechos históricos.
MR: Es goloso enjuiciar la Historia con el código de nuestros días y caer en el presentismo. Contamos con la ventaja de que sabemos todos los acontecimientos que vinieron después, ellos solo tenían la mirada sobre su capítulo presente. Evidentemente hay episodios que hay que valorar desde el punto ético y moral, pero cuando hablamos de vaivenes políticos, etc, pienso que no podría poner la mano en el fuego sobre las intenciones de sus protagonistas o alcanzar una conclusión.
NM: Los mil nombres de la Libertad… Dime uno de ellos.
MR: Voy a decirte que sería vivir de lo que me gusta, tener a mis seres queridos cerca y cuidar de ellos. Esa sería mi definición de libertad ahora mismo.
NM: La palabra ‘libertad’ siempre despertó litigios. Aparece en los discursos políticos y se pronuncia con épica. ¿Seremos conscientes de su valor?
MR: Dice mucho lo debatida que está y lo subjetivo que es su significado: Mi definición de libertad no será la misma que puedan tener ahora mismo en determinadas zonas de Europa. Es indudable que cuando se empieza a debatir en el S. XIX, se es más consciente de que está muy limitada y hay que lucharla. En la novela tenemos burgueses, aristócratas y personajes de clases humildes para los que su mundo acaba mucho más cerca y su libertad no puede ser tan ambiciosa, ya que aterriza en la supervivencia. Libertad es una palabra poderosa y peligrosa. Uno ha de ser consciente de que en ella caben muchísimas definiciones y no todas nos conducen a largo plazo a lo que podemos entender. Al final todos tendríamos razón y no la tendríamos. Debatiremos durante mucho tiempo más.