Ya no hay nadie mirando por la ventana. No hay mujeres como aquella Figura en una ventana con la que un Salvador Dalí aún realista retrataba a su hermana; o aquellas que a través del pincel de Edward Hopper vislumbraban el exterior desde sus habitaciones. Cualquier flâneur que levante la mirada no encontrará humanos apoyados en el alféizar, si acaso algún gato. Y es que puede que estemos perdiendo ese eterno arte de mirar por la ventana.
La ventana es un espacio hacia el mundo exterior, mirar por ella (cristal abierto o cerrado, al gusto) nos une a la sociedad que transita ante nuestros ojos, a sus rutinas, a unas vivencias que son de otros. Pero también deja volar nuestra mente hasta la introspección, hacia ideas y mundos que navegan por nuestro inconsciente. Es un acto de realismo y de ensoñación.
Levantarse del sofá sin saber a donde ir, revolotear por la cocina mientras se espera, estar aburrido en una clase… suelen llevar a acabar mirando por la ventana. Pero solo nos permitimos unos segundos, y vuelta a la actividad. Sin caer en la desconexión que realmente necesitamos y a la que puede llevarnos ese coche que pasa ¿a dónde irá?, ese señor que vuelve con el pan ¿qué irá a comer?, ese árbol que sin darte cuenta ha crecido ¿hasta dónde llegará?
Ahora la ventana que siempre está abierta es la del navegador. Aunque escoger esta en lugar de la de casa cansará tu vista y no te desconectará de noticias y notificaciones, si no tienes una ventana real cerca te da alguna opción. Existe una página web (Windowswap) en la que puedes ir moviéndote por las ventanas de casas de personas que han decidido poner una cámara en su cristal. Así puedes recorrer el mundo de ventana en ventana en tiempo real, situándote en terrazas, balcones o pequeños jardines de cualquier lugar del mundo desde los que, simplemente, observar. En un segundo puedes cambiar de ventana y pasar del sol a la nieve, del día a la noche, de la naturaleza a la ciudad.
El eterno arte de mirar por la ventana parece olvidado. No requiere de ningún esfuerzo, más allá de tener la capacidad y la intención de dejar por un momento de lado la tecnología, la lectura, la cocina, la costura, la televisión, los pasatiempos… Para abrirse al universo en el que se orbitamos.
En épocas de encierro se convierte en el único canal tangible hacia el exterior, porque el resto de canales serán solo telemáticos. Y es en época de confinamiento en la que estamos aprendiendo a procrastinar. Puede que mirar por la ventana sea uno de los métodos más atractivos.