Desde hace un tiempo los biopics llegan asiduamente a carteleras y plataformas, muchas veces sin pena ni gloria. Pero, en ocasiones, hay auténticas joyas entre ellos como es el caso de la serie Cristóbal Balenciaga. Una producción que mantiene un complicado y acertadísimo equilibrio entre la costura, los convulsos momentos históricos que se vivían cuando la Maison comenzó su andadura en París, el negocio de la moda y, por supuesto, al personaje.
La serie Cristóbal Balenciaga (Disney+) atrapa al espectador desde los primeros minutos. La escena inicial es magistral. Tiene lugar en el funeral de Coco Chanel (personaje que veremos a menudo por la serie, así como a otros diseñadores como Dior o Givenchy) donde se nos muestran a varios iconos de la época como Dalí o Warhol. Y desde esa primera escena la miniserie (seis capítulos) no decae ni un minuto.
El formato de la miniserie parte de la última entrevista real que dio el diseñador (poco proclive a relacionarse con la prensa) en la que recuerda su historia desde que lanzó la Maison Balenciaga en París.
Además de un guion perfectamente pulido la estética audiovisual, la fotografía e incluso los rótulos (que apuestan por mantener la icónica etiqueta de la marca) son sublimes.
Cada escena es tan sofisticada como cada una de las prendas que creó. Todos los detalles a los que el diseñador guipuzcoano prestaba atención en sus vestidos son trasladados al producto audiovisual porque cada momento está hilvanado a la perfección.
En lo empresarial se entretejen diferentes momentos y facetas. Desde la perspectiva más creativa a las alianzas, la competencia, el trabajo de la prensa, las falsificaciones o curiosidades como el contrabando de telas durante la ocupación nazi de París. La serie destila creatividad trasladando los volúmenes de las prendas que eran su seña de identidad a la propia personalidad de su creador que vivía en una constante evolución creativa que vemos avanzar capítulo a capítulo. Aunque siempre se mostrará hermético, alejado de lo político (definiéndose incluso como apolítico en una época complicada para serlo) y solo rozará lo amoroso dejando entender pero no contando.
Es interesantísima también la figura de su socio, Nicolás Bizcarrondo, sin quien la marca no hubiese llegado a ser lo que es y que sin embargo suele pasar desapercibido para la historia.
No vamos a entrar en lo que se ha convertido la marca (una marca, Balenciaga, que el diseñador nunca quiso que continuase tras su muerte). Aunque la propia serie habla de los cambios en el mercado de la moda, del paso de la alta costura al Prêt-à-porter y de cómo tuvieron que girar las maisons abriéndose a otros públicos cuando las falsificaciones comenzaron a poblar el mercado norteamericano. Simplemente cada plano en el que se ven telas, costuras y maniquís es una delicia.
La serie Balenciaga también tiene varios nombres propios que dan pie a que roce la perfección. Entre ellos Alberto San Juan que da vida al diseñador y que, no sabiendo hablar ni francés ni euskera (una gran parte de la serie está rodada en francés) transmite a la perfección. Así como el oscarizado Alberto Iglesias que está al cargo de la banda sonora o los creadores (y guionistas) Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga y Lourdes Iglesias.