‘Por Mandato del Cielo’: Mucho más que fanatismo

'Por mandato del cielo'.
'Por mandato del cielo'.
'Por mandato del cielo' es un escalofriante relato de un asesinato en una comunidad mormona alcanza las profundidades del alma humana cuando el inspector Jeb Pyre (Andrew Garfield) comienza a cuestionarse su propia fe.

El escalofriante relato de un asesinato en una comunidad mormona alcanza las profundidades del alma humana cuando el inspector Jeb Pyre (Andrew Garfield) comienza a cuestionarse su propia fe.

No, Por Mandato del Cielo no es una miniserie más sobre un caso de asesinato. Y no, su tema principal tampoco es lo peligrosos que son los fanáticos y fundamentalistas religiosos, tal y como se ha mencionado en diversos análisis más bien perezosos en medios de comunicación “especializados”. La miniserie de 7 capítulos, disponible en Disney+ y nominada a los Premios Emmy en la categoría de Mejor Actor de Miniserie para un fantástico Andrew Garfield, va mucho más allá.

Año 1984. El detective Jeb Pyre (Andrew Garfield), casado, padre de dos hijas y fiel seguidor de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (más conocida como la Iglesia mormona), comienza a investigar un caso de asesinato aparentemente claro, pero que va adquiriendo tintes escabrosos y retorcidos conforme los hechos salen a la luz. Brenda (Daisy Edgar-Jones), una mujer mormona pero independiente, con ideas adelantadas al marcado conservadurismo de la religión que profesa, es asesinada junto a su hija en su domicilio familiar. Allen Lafferty (Billy Howle), su marido y principal sospechoso, es uno de los múltiples miembros de la tradicional familia Lafferty, que sigue los principios del mormonismo moderno a rajatabla. Sin embargo, Allen ha abandonado la fe, e insiste en que es inocente. Jeb Pyre, junto con su compañero el inspector Bill Taba (Gil Birmingham), un escéptico y ateo nativo americano, se verá inmerso en los entresijos de una familia que terminará por desestructurar su concepción del mundo tal y como lo conocía.

Evidentemente, la serie abarca el tema del fanatismo religioso, una peligrosa lacra que ha mermado y continúa mermando el progreso de las sociedades contemporáneas. Sin embargo, quedarse ahí sería adoptar una perspectiva de lo más superficial con respecto a una obra que consigue remover la conciencia del espectador a través de una historia concreta que adquiere un carácter universalizable.

'Por mandato del cielo'.
‘Por mandato del cielo’.

Aunque el desarrollo de la trama gira alrededor de la religión mormona, de sus orígenes, su evolución y sus diversas interpretaciones, desde su fundador Joseph Smith hasta sus principales profetas en la actualidad, las ideas transmitidas no sólo pueden extrapolarse a cualquier otra religión, sino también a cualquier creencia férrea arraigada en las profundidades del ser humano, racional o irracional, y a las estructuras de poder que las promulgan. De hecho, “el relato”, la unidad mínima de conocimiento y aprendizaje, carente de cualquier certeza en la era de la posverdad, es cuestionado a través de diversos personajes que encanan versiones tergiversadas de la historia en pro del orden social tradicionalmente establecido. Brenda, Diana (Denise Gough) y Matilda Lafferty (Chloe Pirrie) se erigen como la resistencia ante el relato de la tradición patriarcal poniendo en duda los principios de la sumisión y la poligamia. Bill Taba, un gran personaje, más presente por lo que calla que por lo que manifiesta, representa el punto de vista de los estudios culturales en la era postcolonial, desmontando viejos mitos sobre su pueblo que, efectivamente, han sido promulgados por el hombre blanco para su propio beneficio.

La compleja polifonía de la realidad presente en la serie reivindica el viejo dicho, hoy en día más presente que nunca, que dice: “La historia la escriben los vencedores”. Y no sólo la escriben, sino que la crean. Esta idea aparece en un momento crucial, uno de los mejores de la serie, en los que Jeb Pyre se encuentra en medio de una profunda crisis existencial y de fe. Su madre, también mormona y que padece demencia senil, se encuentra en la bañera y no quiere lavarse el pelo. Para convencerla, Jeb no tiene más que sacarse de la manga una falsa bendición del Padre Celestial, que evidentemente él no puede otorgar, pero que es suficiente para conseguir que su madre “cumpla con su deber”. En sus propias palabras, temblorosas y dubitativas, le escucharemos más tarde decir: “Ha sido tan fácil…”. La madre de Jeb, confusa e incapaz de ir más allá, nos representa a todos nosotros, a los seres de a pie con capacidades limitadas que necesitan encontrar un motivo, aferrarse a algo, a lo que sea, para poder seguir adelante. Jeb, en ese momento, representa a las grandes estructuras de poder, demasiado intrincadas y complejas como para que seamos capaces de captar sus verdaderas intenciones, que en nombre de un bien mayor (sea Dios, la patria, el orden o la libertad), se sirve de todos los medios a su alcance para conservar su posición de privilegio.

En el otro lado se encuentran los hermanos de la familia Lafferty, que han caído de lleno en “el relato” de la manera más fundamentalista, radical e intransigente posible. Sin embargo, lo que a priori son víctimas de una ideología tóxica y retrógrada, no tardan en convertirse de nuevo en verdugos: la palabra del Padre Celestial, como ellos mismos la llaman, empieza a convertirse en la suya propia cuando la ambición desmedida y el ansia por convertirse en “el elegido” se manifiestan y caen en la más común de las corrupciones que implica cualquier posición de poder y privilegio.

El inspector Jeb Pyre, después de llevar al extremo su capacidad de tolerancia ante el miedo y de ver cómo su fe iba desmoronándose poco a poco ante sus ojos en contra de su voluntad, descubre (o quizá no) que su única alternativa es la de vivir afrontando la duda y la incertidumbre, tal y como le dice su compañero Taba poniendo el ejemplo de una antigua canción que cantaban sus antepasados para protegerse de los malos presagios: “Aunque creas que no va a servir para nada… No está mal cantarla de vez en cuando”.

Dustin Lance Black, creador de la serie que adapta el libro homónimo de no-ficción de Jon Krakauer, nos muestra que el género negro va mucho más allá de la intriga y de descubrir quién asesinó a quién, elementos prioritarios en las clásicas series policiacas de entretenimiento. En su lugar, construye una obra que utiliza el género para sacar a relucir los recovecos más oscuros del alma humana y para cuestionar las creencias profundamente arraigadas en nuestro interior. Toda una muestra de cómo las series son capaces de convertirse en arte de primer nivel.

Se puede ver en Disney Plus.