Magda Puyo: “A la mujer no se le ha permitido tener palabra”

Escena de "Viaje de invierno", de Elfriede Jelinek, Nobel de Literatura 2004
Escena de "Viaje de invierno", de Elfriede Jelinek, Nobel de Literatura 2004

No todos celebraron el Premio Nobel a Elfriede Jelinek (Mürzzuschlag, 1946) en 2004. La autora austríaca, tan excepcional como polémica en su trazo sobre el yugo del poder y las hipocresías sociales, ha sido tildada por los muy conservadores de insurrecta, pornográfica e incluso ingrata a su país. La directora, actriz y docente Magda Puyo (Mora la Nueva, 1960), que estos días presenta en el Teatro La Abadía la obra Viaje de invierno, destaca que es “casi una escritora maldita”. Apenas ha sido trasladada al escenario y traducida en nuestro país. En España resulta una especie de lejana conocida.

Jelinek dio vida a Winterreise (Viaje de invierno) inspirándose en el ciclo de lieder de Franz Schubert, compuesto a partir de poemas de Wilhelm Müller. El texto fue reconocido con el Premio Mülheim en 2011, galardón que la autora atesora por cuatriplicado y que reconoce la mejor dramaturgia del año. “Es como un espejo en movimiento, con diferentes ángulos. Con lo cual depende: Si te fijas más en unas cosas entiendes unos temas y si te fijas más en otras, llegas a otras emociones -explica Puyo-. Ella es muy talentosa al piano. Ha disfrutado la música, pero también la ha padecido. Fue obligada durante toda su niñez y juventud a estudiarla durante horas. Eso le marcó para siempre, pero ha hecho que su palabra sea música también”. A la pluma de Jelinek pertenece el amargo retrato de La pianista, protagonizada por Isabelle Huppert en la versión al cine de Michael Haneke.

Magda Puyo y Marc Villanueva -autor de la traducción del montaje- adaptan a Jelinek en un ejercicio de investigación que arrancó en la Sala Becket (Barcelona), con la intención de buscar “otros modelos escénicos” y entretejer distintos lenguajes como textualidad, movimiento y música. Una serie de desconocidos -de entidades sin nombre- vagan por el escenario a través de una cortina de hielo burbujeante que se deshace según el paso del tiempo, el veneno del fascismo o la obsesión por la juventud se turnan las voces en su transitar sin cauce, deseosas de interpelar al público. “No es una obra en absoluto elitista, habla con elementos muy filosóficos de lo que nos está pasando a todos. Ahí está la soledad, el amor que te anula y el que hay necesidad de encontrar, la enfermedad mental, la eterna infancia y las redes sociales, la inmigración…”, comenta Puyo.

El texto, de enjambre cáustico, presenta distintas escenas en las que Jelinek inserta frases de Goethe o Heidegger y de cuentos populares. “Un choque de diferentes maneras de entender el mundo, todas muy interesantes”. Los discursos enfatizan en la dialéctica del nosotros y vosotros, un lenguaje “político” que resulta reconocible en el pasado, pero también en términos de presente. Magda Puyo hace hincapié en los subterráneos, ese concepto tan austriaco, en cuya metáfora caben utensilios, antojos y personas. “Todo lo que tenemos debajo es lo que escondemos. Es muy europeo, lo que no interesa lo bajamos al sótano. El otro no está, no existe, la opinión pública somos nosotros”.

Así, la perversión del estrado popular toma forma en la conocida historia de Natasha Kampush, joven austriaca secuestrada durante ocho años que logró escapar de su captor. “No la rescata ni la policía ni ningún héroe o príncipe y cuando ella se muestra, se la carga la opinión pública. Hay un paralelismo interesante. Es decir, la víctima se convierte en doble víctima. Y eso es un poco lo que le sucede a Jelinek”, señala Puyo, cotejando ambos perfiles. “Grandes autores como Handke o Pinter están en todos los teatros, pero ella permanece aislada, aun siendo importantísima en el ámbito del teatro postradramático”. ¿Cuál es el motivo? “No se deja llevar por las modas ni la opinión pública, incomoda. No entra, digamos, en el mundo masculino de la autoría”, responde.

Puyo confiesa sentirse “un poco privilegiada” al tener un micrófono desde el que poner en primer plano autores que considera indispensables, como Elfriede Jelinek. “Ella reivindica mucho el derecho a la palabra porque cuando se borra la palabra de las personas, a estas se les borra también. Y ahí están las mujeres, a quienes no se les ha permitido tener palabra”.

Y Viaje de invierno congrega toda su envergadura alrededor de las palabras de su creadora, incluida la música de Clara Peya y las exhaustivas coreografías, creadas por la también intérprete Encarni Sánchez, inspiradas en los deportes de invierno. Jelinek incluso tituló una de sus obras como Deporte, pero este tipo de actividades le causan un fuerte rechazo. “No puede soportarlo porque considera que el deporte es una anulación de la mente y, además, una actividad que ha sido muy usada por el nacionalismo y cualquier dictadura, como el nazismo, para unificar y hacer olvidar”, cuenta Puyo.

En Viaje de invierno y gran parte de su obra sobrevuelan paralelismos entre el turismo, que también viaja a sus picos nevados para practicarlo, y la época de la II Guerra Mundial. La directora lo explica. “Algunos austríacos tienen un sentimiento de estar invadidos por los alemanes. Durante el nazismo la ‘venta’ fue rápida, se abrieron las puertas de par en par. De alguna forma ella piensa que el país se vende o no se vende con el turismo”.

El tiempo cobra el concepto de un animal salvaje y se le dice categóricamente al espectador ese animal eres tú.  “Es fuerte, ¿eh? Te da como un escalofrío”, manifiesta Puyo. No hay diálogos, sino ‘superficies’ textuales, en definición de la autora austriaca. “Ella te propone ser co-autora, que interpretes lo que quieras con lo que hay ahí, no hay nada cerrado”, explica quien durante largos meses ha convivido y desarticulado su melodía para reelaborarla para el escenario. A la directora catalana le llama la atención cómo se recibe el espectáculo. “Hay gente que sale entusiasmada y casi con ganas de poder verlo otra vez y entender más mientras otras personas parecen disgustadas”.

Este mismo año, Magda Puyo presentaba en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) Quan ens haguem torturat prou (‘Cuando nos hayamos torturado lo suficiente’), del británico Martin Crimp. Teatro para sacudir la indolencia, del que salir magullado. En el espectáculo, la directora y docente acentuaba la intención del autor de enseñar el infierno para causar reacciones y motivar un cambio de dirección. Puyo confirma que en esa tarea el arma de Jelinek es la ironía. “La emoción pura está y luego desaparece, pero la ironía da espacio para reflexionar. Deja ahí una semilla, algo que te incomoda y te mueve”.

Para Puyo el teatro solo puede ser subversivo, en diferentes niveles. “En realidad deberíamos ampliarlo: El arte es subversivo. Si no lo es, es otra cosa. No sé cómo llamarlo, tal vez divertimento, feria… ¿Qué nos queda si no? No hay punto medio. La única manera de ir a alguna parte mejor es que te agite”, reflexiona como conclusión.

El reparto de Viaje de invierno está conformado por Laia Alberch, Pepo Blasco, Rosa Cadafalch, Bru Ferri y Encarni Sánchez. La obra permanecerá en cartel hasta el 12 de noviembre en la Sala José Luis Alonso (Teatro de la Abadía) de martes a sábado a las 20h y los domingos a las 19:30h.