“El maestro que prometió el mar”: Pedagogía contra la desmemoria

Enric Auquer da vida a Antoni Benaiges en "El maestro que prometió el mar"
Enric Auquer da vida a Antoni Benaiges en "El maestro que prometió el mar"

Con el objetivo de sacar a la luz archivos y documentación sobre la Guerra Civil, el franquismo y el exilio, nació hace siete años la asociación Innovación y Derechos Humanos (IHR World). A su página web, en 2020 se sumaron 564.269 expedientes de depuración abiertos a maestros de primaria y secundaria, profesores de Universidad o todo profesional vinculado a la enseñanza. Según el bando nacional conquistaba territorios durante la Guerra y, una vez proclamada su victoria, el Franquismo apartó a los docentes que ocupaban las aulas durante la II República. La limpieza también podía conllevar el fusilamiento, el ingreso en un campo de trabajo forzado o la prohibición permanente de enseñar.

Uno de aquellos docentes represaliados fue Antonio Beinages, maestro catalán al que el levantamiento de 1936 sorprendió en Bañuelos de Bureba (Burgos). El curso ya había terminado, pero él permanecía aún en el pueblo -de 200 habitantes- con el entusiasmo de cumplir una promesa: Le había dado palabra a sus pequeños alumnos de que aquel verano les llevaría a su localidad natal, Mont Roig del Camp (Tarragona), para que se asomaran a la costa por primera vez. Su historia la desenterró un paisano, el fotógrafo Sergi Bernal, cuando tomando imágenes en la excavación de la fosa de los Montes de la Pedraja en 2010, alguien le contó sobre un docente catalán de nombre Antoni. De su investigación nació una exposición y un documental, un cómic y una obra de teatro y libros como el de Francesc Escribano, El maestro que prometió el mar, en el que se basa la película del mismo nombre, ahora en salas, dirigida por Patricia Font (Barcelona, 1978)

“Cuando leí el libro me impactó que la historia fuese real porque era tan cinematográfica… Antoni Beinages es un personaje muy inspirador, épico y poético”, destaca la realizadora. Desde que tomó las riendas del proyecto, con el que debuta en el largometraje de ficción, Font quiso dotar a la historia de luminosidad. “A pesar de la carga dramática, la intención era dar un mensaje de esperanza, su labor fue preciosa”.

El entusiasmo que caracterizaba a Beinages recae en la sonrisa y la mirada afable de Enric Auquer (Rupià, Girona, 1988), a quien embarga una emoción especial al hablar de su personaje. “Solo me salía luz cuando vi de interpretar a una persona que decide irse de su casa para llevar su compromiso con la docencia a Km de distancia de la manera en que Antoni lo hacía con aquellos niños”, señala el actor.

El maestro catalán llevó al aula el método Célestin Freinat, una apuesta por poner a los estudiantes en el núcleo del proceso, fomentando el juego y el descubrimiento y enfatizando las necesidades de cada alumno. En la película, tal como sucedía decenas de veces en el aula de Beinages, los alumnos escriben y crean sus cuadernillos con una imprenta portátil.

Resulta complicado no recordar al maestro encarnado por Fernando Fernán Gómez en La lengua de las mariposas (1999), de José Luis Cuerda. Una escena en el desenlace de El maestro que prometió el mar incita a preguntarle a Patricia Font si ha habido un homenaje intencionado. “Cuando recibí la propuesta de hacer esta película, me acordé de ella. Vi los puntos en común y me puse a trabajar para elaborar un relato con su propia personalidad. Se pueden encontrar parecidos, pero son dos maestros muy diferentes, en edad y método pedagógico”, reflexiona.

Luisa Gavasa (Zaragoza, 1951) interpreta a Charo, quien de primeras llega a casa del maestro para encargarse de las labores domésticas y acaba convirtiéndose en un resguardo familiar en un lugar donde los métodos educativos del recién llegado despiertan más de una antipatía. “Me gusta que sea una mujer distinta de lo que eran las mujeres de esa época en un pueblo -explica la actriz-. Sabe leer, ha estado casada con un catalán, alguien que viene del mar y no de esa Castilla cerrada; no tiene hijos y acoge al maestro, avisándole de donde se está metiendo él”.

Gavasa afirma convencida que “hay mucho que contar y bien contado”. La reivindicación de la memoria ha movido siempre su vocación actoral. “Me lo dieron en la leche que mamé, vengo de donde vengo y lo defenderé a ultranza. No quiero morirme viendo el avance de los extremismos”.

Auquer, Font y Gavasa coinciden, por otra parte, en que han escuchado en demasiadas ocasiones voces de protesta cuando se estrena un nuevo filme versado en la Guerra Civil. “¿Otro más?”, suele expresar un sector del público. “Mientras haya un olvido debajo de la tierra con una historia potente como esta y podamos dignificar la memoria de una persona que fue intencionadamente borrada y asesinada, para mí es un orgullo recuperarla y explicarla”, responde su protagonista. La directora añade: “No debería existir un título definitivo sobre el conflicto porque hay muchos temas sobre la Guerra Civil que aún se deben tocar. No hace mucho tiempo se hizo La trinchera infinita y nos descubría una historia que no conocíamos y así sucede con la nuestra y las que estén por llegar”.  

¿Por qué sigue siendo un tema espinoso? “Nos duele en el alma -indica Enric Auquer-. No se puede hablar de memoria histórica sin que haya confrontación en el Congreso y en la calle. Hubo muy poca dignidad en los ganadores de esta guerra fratricida, no se hicieron cargo de la victoria con ánimo de concordia a pesar de 40 años de dictadura. En la Transición hubiera sido el momento. Se ha intentado, pero queda mucho por hacer”. Luisa Gavasa se lamenta también y comenta casi en un susurro doliente que “España continúa negando la mayor casi cien años después de la Guerra” y le parece que las nuevas generaciones han heredado aquella división de “dos mitades cainitas”.

Sin embargo, los tres lanzan la misma solicitud a los espectadores: Que al salir de la sala se queden con “la humanidad” de la vida de Antoni Beinages en este “tributo» al colectivo de los docentes. Auquer comenta entonces lo que hace solo hace unos días le confesaba la sobrina del maestro con gratitud: “A partir de ahora mi tío, para mí, tendrá tu cara”. La voz se quiebra, pero todo lo envuelve el torrente de memoria.