Ignacio Castro Rey: «Las facilidades nos están matando lentamente»

Lluvia oblicua.
Hablamos con Ignacio Castro Rey, el filósofo gallego publica “Lluvia oblicua” (Pre Textos, 2020), un ensayo escrito para empapar conciencias.

El filósofo gallego Ignacio Castro Rey publica Lluvia oblicua (Pre Textos, 2020), un ensayo escrito para empapar conciencias; palabra sobre palabra contra el eterno reposo de la sociedad dormida. En este diálogo el autor plantea soluciones no mágicas para salir de la realidad circular. Cuestiona las opciones fáciles y se pregunta si el individuo actual está dispuesto a intentar una vida mejor.

NM: Si hablamos de su obra en general, ¿de qué escribe Ignacio Castro Rey?

ICR: Escribo de lo que nos ocurre. La filosofía que me interesa, de Platón a Nietzsche, tiene una relación íntima con el problema más vulgar del mundo: la vida mortal de los humanos, sus alegrías, sus miedos y sus penas. Como lo común es lo más difícil, más aún en una época en la que vivimos en la nube, es normal que exija un inmenso esfuerzo espiritual, para abarcarlo, comprenderlo y darle forma. El arte, la filosofía y la religión son un resultado de ese esfuerzo intelectual, tan antiguo como el mundo.

NM: La actual pareciera ser una sociedad en busca de ayuda, ¿qué papel juegan los filósofos en esta necesidad de bálsamo generalizado?

ICR: No sé muy qué responder. Para empezar, dudo que esta sociedad esté en busca de ayuda, ni siquiera después de este susto de los últimos meses. Si es cierto que esta crisis ha reforzado la famosa interdependencia, ese bálsamo vendido en tarifa plana hasta extremos a veces ridículos, esto quiere decir también que nadie quiere estar a solas con nada. Lo cual explica que apenas haya preguntas reales, duras, y que la gente busque rápidamente respuestas para compartir y estar acompañado antes de que nada duela. Si esto es así, la filosofía (que se hace preguntas difíciles) es a la fuerza una disciplina un poco despreciada, a la que solo se recurre cuando todas las demás recetas fáciles no han funcionado. Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Pero entonces ya el filósofo tiene poco que decir, y llega un poco tarde. El imperio pragmático de la economía, del consumo y el hedonismo fácil, ha relegado la filosofía, y en general las humanidades, a un estado residual. Es una pena, pero también en este punto imitamos a los poderosos «amigos» del norte. Con todo, hay que decir que la filosofía jamás morirá. No lo hará mientras los humanos sufran y se hagan preguntas prohibidas. En eso estamos.

NM: -¿Qué clase de lluvia cae actualmente en el mundo?

Ignacio Castro Rey.ICR: El «mundo» es una palabra que nos viene un poco ancha, pues hace demasiadas décadas que los occidentales vivimos refugiados en el pequeño circuito cerrado de nuestros valores ilustrados. Así pues, la primera lluvia que debemos afrontar es la del contagio. Vivimos del contagio, del conductismo masivo: los totalitarismo solo fueron una expresión límite de esto. Estamos demasiado dependientes unos de otros. Y de los expertos, los políticos, la opinión pública, el Estado y la información. En virtud de esa sociodependencia, hemos perdido tecnologías mentales y corporales para afrontar las cosas difíciles, que nunca tienen a mano una aplicación de móvil que las resuelva. Esto nos hace especialmente vulnerables, como se ha visto en estos meses de «pandemia». A veces se podía pensar, como en las últimas décadas del Imperio Romano, que somos una sociedad en decadencia, a punto de ser invadida por los bárbaros.

NM: ¿Qué es Lluvia oblicua?

ICR: Es un libro que trata del peligro de vivir. Más en particular, mi libro trata del peligro de vivir en este presente tan oscurecido por la Cobertura, la Sociedad, la Opinión, el Bienestar, la Economía y otras grandes palabras que nos han hecho tan frágiles e infelices, Lluvia oblicua se divide en diez capítulos muy distintos, desde las emociones hasta el arte y la religión. Pero cada uno de los capítulos es como una versión del conjunto del libro. De manera que, como se ha dicho de Rayuela, mi libro se puede empezar por cualquier parte. En cada parte está el todo, como no podía ser de otra manera en un libro que mantiene una lógica «circular» que relaciona íntimamente los opuestos (día/noche, masculino/femenino…), esas oposiciones que nos hacen la vida más fácil… porque son falsas.

NM: Usted ha declarado que Lluvia oblicua es un libro circular. ¿No ofrece salidas?

ICR: Sí ofrece una salida, aunque no sé si será la que espera el gran público. La salida consiste, para empezar, en entrar en los problemas a fondo, sin fórmulas mágicas que nos ahorren el mal. De cabo a rabo, todo mi libro defiende que nuestra libertad solo consiste en atrevernos a darle forma a la «fatalidad» en la que hemos nacido. Más allá de los quince años, no tiene sentido huir de lo real y refugiarse en un planeta de facilidades virtuales. De mismo modo, nuestro bien consiste en saber entrar en el mal que nos hace daño y saber empuñarlo, sacar de ahí una vacuna y convertirlo en un arma. Si soy tímido, y ya he intentado cien veces «superar» la timidez, solo me queda aprender a convivir con ella y convertirla en una herramienta. No digo que esto sea fácil. No lo es porque descender a mis defectos, ante de «curarme», me obliga a estar solo en todos mis momentos cruciales. No hay fórmulas sociales que me sirvan. Pero aprender a estar solo y conocerse en la más inconfesable singularidad es la condición para, algún día, poder encontrar la comunidad (amigos, familia) a la que perteneces, desde tus raíces.

NM: ¿Estamos irremediablemente perdidos?

ICR: No, afrontar lo irremediable de nuestra condición es el punto de partida para encontrarse y pisar un terreno al fin firme. Siguiendo la enseñanza del arte, y para sobrevivir cada humano debe crear como un artista, no nos queda más camino que empuñar nuestra irremediable perdición y convertirla en forma de vida, una forma única que ningún experto nos va a proporcionar. Sé que lo que digo no es fácil, pero pienso que las facilidades no están matando. Y de la peor de las maneras, lentamente.

Texto de: Arturo Tuya