‘Elektra’ o ser millennial frente a la fatalidad

Lucia Trentini y Gloria Albalate meten a Elektra y Clitemnestra en la cocina
Lucia Trentini y Gloria Albalate meten a Elektra y Clitemnestra en la cocina

Electra no quiere ser mujer. Perdón, corregimos, no ese perfil de mujer al que el mito de Eurípides -con respeto al prócer- le ha condenado. Es decir, a lamentarse eternamente por la muerte de su padre, al ansía de vengarle ejecutando a la asesina, su propia madre, que a su vez purgaba una maternidad aniquilada; a arrastrar a ratos la indolencia de un síndrome del que no tuvo oportunidad de desprenderse en el diván de un terapeuta y menos a obrar por sí misma en vez de sucumbir a una razón de apego fraternal. Y si la reparación no fundó aforo, ahora es la directora uruguaya Lucía Trentini quien acepta el desafío y lanza el damero al escenario para que, en un juego musical y metateatral, Electra y Clitemnestra ajusten cuentas con su narrativa y con el relato contractual femenino. Ya lo dijo Mary Swift. Si “las mujeres son multiorgásmicas y los hombres no, ¿de verdad somos inferiores?”. Abróchense el cinturón. En vuelo directo a Micenas, vía siglo XXI, arriba esta bizarra y doméstica opereta para cocina, muy trágica obviamente, de nombre Elektra.

Nokton Magazine: No es la primera vez que te enfrentas a Electra, ¿cierto?

Lucía Trentini: Así es, la interpreté durante mi formación de actriz en Montevideo. En un momento del programa pasamos por la tragedia griega y los clásicos. Yo me críe en el interior en el país, en Durazno, y me fui muy jovencita a estudiar a la capital, a fantasear con ser actriz con diecisiete años. Fíjate, durante mucho tiempo tuve un sueño que se repetía:  Llegaba al teatro, iba a ver este montaje y la actriz protagonista había enfermado y yo decía con mucha naturalidad ‘pero yo me sé el papel, se lo hago’. Y me preguntaba qué estaba haciendo y tenía una sensación de abismo. Hay una película muy interesante de Bergman, Persona, que también va con la idea de una actriz que va a representar a este personaje y se queda muda y tiene un sueño recurrente y empieza a hacer el trabajo de una actriz que pierde la voz… Son pensamientos que nos persiguen a la hora de actuar y de expresarnos en la vida.

NM: En el montaje se percibe la deconstrucción de la mitología por encima de una intencionalidad de revisitar…

LT: Total. Es importante aclararlo. Del texto casi no queda nada, incluso textualmente apenas hay algunas citas, como cuando al principio de la obra Electra se queja de la luz del sol y el recuerdo de un día desdichado que otra vez empieza. La vida es eso para ella, viene el día y otra vez llega la noche, y estamos en esta cosa de la rutina y la lucha, pero después no hay más que lo que tiene la tragedia, que son las pasiones exacerbadas y esa violencia con la que se resuelven las cosas. Todo eso lo traemos a la actualidad. Creo que al fin y al cabo es lo mismo que vivimos, pero disfrazado de otras formas. Estamos en una guerra constante asumida como una cuestión cotidiana y banal.

NM: Conviertes el escenario en cocina y la cocina en cuadrilátero. ¿Tu intención era desacralizar el espacio que tradicionalmente se le ha dado a la mujer?

LT: Sí, total, ese lugar adjudicado a las mujeres a lo largo de los siglos, pero también un espacio en el que se cantaba mucho. Las tareas domésticas también estaban asociadas al canto, como las canciones que se hacían de camino a lavar la ropa. Simboliza el encierro, madre e hija, mano a mano. El lugar donde se convive es donde tiene que nacer este conflicto. Porque si no, ¿adónde podrían encontrarse estas dos mujeres?

NM: La música forma parte de tu ADN interpretativo. Eres intérprete, cantante y compositora. Sin embargo, llama la atención cómo la contemporaneidad de la tragedia se presenta en un formato de corte musical mestizo y sin complejos a cuatro manos entre Gloria Albalate (Clitemnestra) y tú.

LT: Una al principio tiene disparadores y en este caso había unos cuantos. Para mí fundamental era trabajar con Gloria, a la que admiro increíblemente y con la que he cantado mucho. Luego esta Electra eléctrica con herramientas de trabajo particulares, con batidoras como percusión. Un universo sonoro que yo quería investigar. Hemos trabajado mucho con utensilios de cocina para llegar a una síntesis.  Buscábamos algo doméstico y bizarro porque son mujeres en la cocina. La cocina es un fantástico lugar para la opereta, ese llamado “género chico”, con dos mujeres intentando hacer una obra con lo poco que hay. Una forma de conservar la esencia.

NM: Sois dos actrices interpretando una función y dos intérpretes ensayando y descorchando las rencillas maternofiliales de sus personajes. ¿Cuándo supiste que el armazón de la obra debía tener cuerpo de revuelta culinaria?

LT: Sí, sí, real. La idea surgió al entender, a partir de la escritura del texto, que esto tiene que ser un combate, una batalla contra nosotras mismas. Hemos de ser dos actrices que piensan y chocan. Entrar en esa madre y esa hija y en sus vínculos y romper los silencios de la familia y estar dispuestas a lanzarnos al ring. Muy de boxeo. El entrenador las agita, piensan, meditan y salen a escena. La cocina es el lugar de la guerra, que para Gloria y para mí conforma un escenario ficticio y real; el sitio desde donde contar, entre otras cosas, la historia de las mujeres intérpretes. Es difícil cargar con esto en los tiempos que corren. Estamos muy atrás, aunque parezca que no, en nuestras libertades y en la evolución de nuestras formas de vida y espíritus.

NM: Clitemnestra lo apunta constantemente, pero creo que el público no puede dejar de preguntarse también el porqué de la obsesión de Electra en acabar con la vida de su madre, a pesar de escuchar sus motivos. La predisposición a enfrentarnos entre «nosotras» no ha cambiado.

LT: En la obra se explicita por qué están estas mujeres discutiendo. “¿Por qué tengo que matarte? ¿Por qué no dialogamos? Parecemos dos mujeres peleando por un hombre, por el mismo amor”. Solo cambiamos el punto de vista, de la mirada. Agamenón, el padre, generó guerras; estuvo con la muerte en la mano mucho tiempo… ¿Quién es libre de qué para juzgar a quién? Me gustaba pensar la tragedia del revés, en la mirada de Clitemnestra. Ambos personajes, igual, pienso que son contradictorios y queríamos rescatar su humanidad. Intentamos no caer en el panfleto, sino destripar y ver qué preguntas se generan. Cuando uno ve una obra, le tiene que traer a uno mismo y reflexionar.

NM: ¿Te identificas con la incertidumbre?

LT: Claro que sí, nada está claro, en ese sentido creo que hay que indagar-se e ir de lo particular a lo universal. Todos estamos atravesados por pequeñas tragedias e identificarse con eso nos hace pensar y empatizar. En esta obra pretendemos alcanzar esa meta. Electra se mancha, no sale indemne.

NM: La tradición grecolatina ilustra a Electra como una heroína trágica. ¿Se le permite de veras alguna vez ser una heroína?

LT: Justamente nos ponemos justo ahí como punto de partida. La mostramos como una mujer de hoy y desde el «yo», en mi propia piel. Vemos a una Electra de 37 años en la precariedad, sin capacidad de una independencia y solvencia, en esta contemporaneidad, pero con ese mito impuesto de ser una heroína trágica. Y no puede, está perdida. Habla de eso, de que tenemos que luchar con imposiciones a veces que realmente no tenemos por qué asumir. Esta Electra tiene que matar a su madre, pero no puede ni con su propia vida y surge un conflicto interesante y que nos da un pasaje que traducimos en el humor. La obra es terrible, pero está contada de un modo que es hasta cómico, lo llevamos un poquito todo al extremo (ríe).

NM: El drama y la comedia perviven uno en el otro.

LT: Es una realidad tan terrible que resulta hasta burlesca. Estos personajes son totalmente absurdos, pero me gusta conducir al espectador a un lugar en el que se ríe de algo trágico porque lo ve con otros ojos y se transitan muchos estados, se sale y se entra.  

NM: La obra grita que en Electra palpitan todas las mujeres.  

LT: Sí, se trata de la mujer a través de la Historia y a través de cuestiones muy personales y de cuestiones muy generales. Todas somos hijas. Tocamos ese universo de la mujer en la sociedad hoy, la mujer artista, la mujer extranjera. En el texto lo hice explícito, jugamos con ello. Gloria es la actriz manchega y Lucía es la actriz latina, la «sudaca». Algo que nos gusta es la búsqueda de un lenguaje personal, de una poética, de una forma de decir que sucede a través de la estructura, de la canción, del disparate… desde una honestidad y necesidad de hablar de estas cosas. Luego, el espectador se hará cargo de las conclusiones (ríe).

NM: ¿Qué opinas, desde tu experiencia escénica, sobre las dificultades de las féminas en el ámbito profesional?

LT: Es muy real, yo lo llevo desde siempre porque trabajé desde muy chica en Uruguay con puesta en escena o en conjuntos de carnaval, que son grupos muy numerosos y mayoritariamente de hombres. Me han pasado cosas como acudir con mi novio a un montaje y que el sonidista se dirija directamente a él, aunque la profesional con la que ha de trabajar soy yo. En algunos ámbitos he sido suave y en otros, a veces, me he buscado un lugar de más, de ser un poco más severa para intentar tratar de estar plantada y demostrar mayor rigor a la hora de que se me respete. Pero no es una generalidad. En esta obra, por ejemplo, todo el equipo es femenino y hemos trabajado como una sola y nos hemos sentido muy acompañadas y fuertes. Estoy acostumbrada a empezar de cero, cuando me trasladé a España, nadie sabía de dónde venía. Siempre es difícil volver a empezar y más en producciones independientes. Es una suerte encontrar ese componente sólido en el trabajo que son las redes, la conexión con otros artistas para hacer la ruta juntos.

NM: ¿Elektra es un viaje de vuelta o de ida a los clásicos?

LT: Estoy ya con algunas ideas que tienen que ver con el universo femenino y lo marginal, pero todavía no lo he pensado. La verdad es que uno siempre conecta con historias universales como los mitos. En cualquier dramaturgia, aunque estén escondidos. Pero ahora estoy tratando de vivirlo en presente tras el parto. Al terminar las funciones partiré para Uruguay y después a Finlandia, donde voy a trabajar como actriz y como música en un montaje performativo de la directora María Elena Morena, con quien he hecho tándem muchas veces, en el Teatro Nacional de Helsinki. Espero a partir de abril poder reprogramar de nuevo Elektra. Tiene que rodar, su historia solo acaba de empezar a ser contada.

Elektra se representa el sábado 25 y domingo 26 de noviembre a las 19h en Nave 73.