El antifolletín en ‘El misterio de la carretera de Sintra’

Leemos Elmisterio de la carretera de Sintra.
Leemos Elmisterio de la carretera de Sintra.
En El misterio de la carretera de Sintra (1870) nos encontramos una novela por entregas que reniega de ser folletín. Un paso hacia el realismo y la novela policial portuguesa.

Imaginemos que entras a Twitter y te encuentras con un hilo de misterio, no sabes si es un caso real o no. Dudas. Pero el autor comenta que al día siguiente continuará con la narración y ante el interés generado, en ese juego de autoficción que tan de moda está en la actualidad pero que tanta historia tiene, activas las notificaciones para que te avisen de cada nueva publicación. Algo así debieron sentir los habitantes de Lisboa el 23 de julio de 1870 cuando, ante la incertidumbre generada por la nota del director de un periódico, se lanzaron a seguir por entregas El misterio de la carretera de Sintra.

Todo comienza con una carta recibida en el Diario de Notícias, no olvidemos que este periódico lisboeta tuvo como colaborador al propio Eça de Queirós, contó con el padre de Fernando Pessoa como crítico musica, y con José Saramago como director adjunto. El director avisa a los lectores “A punto de cerrar nuestra edición, hemos recibido un escrito singular. Se trata de una carta sin firma enviada por correo a nuestra redacción. En ella se inicia una narración estupenda acerca de un horrible y misterioso suceso. El interés que despierta y su calidad literaria nos determinan a transcribir íntegro tan interesante documento, cosa que haremos mañana domingo”.

Este misterio dará forma a la primera novela de Eça de Queirós (El crimen del padre Amaro, El primo Basilio  o El Mandarín), que se acabará convirtiendo en el máximo exponente del realismo en la literatura portuguesa, aunque está escrita a cuatro manos junto a Ramalho Ortigão. En realidad no se trataba de una novela al uso. Sino un formato por entregas que ahora podemos leer en una nueva edición en la colección Narrativa del Acantilado.

A partir de esa nota del director comienza un juego de misterio aparentemente colaborativo al que dan forma las cartas que va recibiendo, lo que da al lector esa sensación constante de estar husmeando en correspondencia ajena. En la primera carta el Doctor X cuenta un suceso que ha acontecido en la carretera a Sintra, una especie de secuestro con cadáver incluido que desde el primer momento plantea multitud de incertidumbres en el lector ávido de resolver misterios.

Portada de El msiterio de la carretera de Sintra.Y es también desde el inicio cuando los autores buscan hacer partícipes a los ciudadados de su trama dando a entender que si alguien ha visto algo, para lo que aportan detalles de los escenarios por los que pasan, las personas que encuentran o los objetos que ven, se ponga en contacto con el periódico. Es esto lo que da pie a que diferentes personajes pasen por la novela como si de meros espectadores con información extra se tratase. Dando así a la historia una mayor lógica y un esmerado realismo.

Intentan en todo momento que no pase por un folletín más. Lo hacen incluso desde las páginas de la primera carta “aquí no se trata de hacer literatura, sino de narrar estricta y llanamente unos hechos”. Sin embargo Diario de Notícias decidió publicar cada carta como una entrega  en la sección de folletines, el relato hace mención expresa a esto no pareciendo satisfechos de esta ubicación. Así El msiterio de la carretera de Sintra se convierte en una novela por entregas que rehusa ser un folletín, que incluso satiriza con el formato que ya había captado tanta atención entre los lectores europeos; que llega a mencionar a Dumas.

Eça de Queirós y Ramalho Ortigão persiguen sacar a la sociedad de su entumecimiento y, para ello, ven en el periódico a su mejor aliado. Así su historia puede jugar en los límites de la realidad sin dejar de ser una interesantísima propuesta literaria. Cada carta conforma una entrega y da forma a un engranaje de misterio, al más puro estilo de un género policial que aún no estaba en auge, en el que las piezas se encajan a través de las historias de diferentes personajes. El Doctor X y su amigo F son quienes viven la historia, pero sus cartas se van entremezclando con la de otros personajes que parecen tener información sobre el suceso y que lo han reconocido a través de las pistas que estos han ido dejando en sus cartas. Incluso una de las entregas la firma uno de los enmascarados, uno de los antagonistas.

En El misterio de la carretera de Sintra Lisboa y su sociedad son los protagonistas. Los personajes que desaparecen, las casas con historias ocultas, el sonido de las calles, una engimática condesa… todo forma parte del gran misterio que ha llevado a los protagonistas a ser secuestrados. Ellos no aparentar tener ninguna información más allá de lo que cuentan y quieren apoyarse en los lectores para resolver el caso. Son así otras voces las que cuentan parte de las historias de los personajes, de su pasado, y las que nos llevan a otros escenarios como París, Cádiz o Malta. Voces, las de cada personaje, con su propio estilo narrativo. Entre ellas la de la condesa, que no duda en reflexionar sobre la situación de las mujeres de su clase en una sociedad que no las deja ser libres, y que llega a señalar «no soy una mujer, soy una novela».

Ese dualismo de que el lector pueda tener más información que el narrador es lo que convierte a esta novela en una ágil narración que no deja de plantear interrogantes hasta el fin del misterio.

La novela aumenta aún más su valor con la cuidadísima traducción que Carmen Martín Gaite realizó en 1974, que es la que se publica en esta edición de Acantilado. E incluye también un prológo de la escritora con el que nos ubica en la realidad del momento, y unas notas a pie de página muy aclatorias sobre el uso del lenguaje y las expresiones.

El misterio de la carretera de Sintra es un todo en uno con el que acercarse a lo mejor de la literatura realista portuguesa, y a lo más curtido del folletín y el misterio. Si bien la trama cuenta con ciertas incongruencias propias de haber sido a cuatro manos y con muchos kilómetros de distancia entre ellas, estas se mantienen para transmitir una realidad y una veracidad que, desde luego, no era fácil de encontrar a finales del XIX.