En la oficina que el ilustrador Iván Solbes comparte en la Gran Vía madrileña hay una silla llamada “la silla de posar”. En ella se han sentado decenas de personas distintas –en paro, afectadas por los recortes sanitarios, con un disco en camino – cuyas historias han sido inmortalizadas por el dibujante en sus retratos de la crisis. Al igual que sus modelos, Solbes se reinventa ahora a sí mismo en un mundo que ha sido sacudido, y, para ello, ha emprendido un estricto proceso de entrenamiento para dominar el dibujo al natural. El equipo de Nokton Magazine también ha posado para él.
Solbes lleva muchos años ilustrando. Lo ha hecho para medios y para publicidad, con campañas a sus espaldas como aquella en la que muchos fumadores se pasaron a los Nobel para coleccionar sus cajetillas, decoradas, entonces, con reflexiones: “Hay segundos que son eternos”. “Para hablar no se necesitan palabras”. “El plan es que no hay plan”. Pero, a pesar de que ha llenado las marquesinas de autobús de Madrid con sus dibujos, Solbes, que es bastante crítico consigo mismo, considera que aún le queda mucho por aprender, y no se queda en el ahora, sino que se remonta a sus años en Bellas Artes, a los que hoy mira con ojo crítico.
El dibujo al natural es “algo que se está perdiendo”, lamenta en una de las sesiones, y nos recuerda que, precisamente, dibujar “es la primera expresión material de una idea que te acaba de salir del cerebro” y es algo que forma parte de muchos campos variopintos, como la arquitectura, la ingeniería o el diseño. Todas estas cosas las dice mientras lanza miradas rápidas a la modelo, guiñando los ojos, casi haciendo ‘clic’ con ellos. “Quiero hacerlo rápido, quiero hacer fotos con los ojos, hay que educarlos”, detalla.
Hay días duros. “Hay días en los que termino el dibujo, se lo enseño al retratado, miro a sus ojos y entonces me digo: la he cagado”, explica, con una sonrisa. Con nosotras no sucede eso. Tras un pequeño atolladero con las piernas de Álex, las sesiones se desenvuelven con fluidez, y concluyen en unas cañas, después de dibujar a María del Mar, a la que Iván ha esperado hasta que volviera de un viaje que la tenía en Inglaterra. “Dibujar de foto no me gusta nada”, nos avisó, en su momento. Otro secreto: dibujar un poco de perfil le es más fácil. “De frente me resulta muy complicado”.
Ahora que la publicidad ya no le “da para vivir”, Solbes se ha inventado “esto”, como él dice, “del dibujo”. Un generoso intercambio entre ambas partes, en el que él retrata y comparte con sus seguidores en la red la historia de alguien que le ha regalado una porción de su tarde. Su idea es “aprender a hacer algo que no sepa hacer un becario”, que es la pieza con la que la publicidad, como tantos otros sectores, sustituye cada puesto de trabajo que recorta.
Solbes empatiza con los recién licenciados que cobran una miseria (si la cobran): él haría lo mismo que ellos. Cuando empezó, “había mucha gente que vivía de la publi para luego poder hacer lo que de verdad le apetecía”. “Pero se nos ha acabado el chollo”, sentencia.
Ahora, el ilustrador nos pide que corramos la voz: si vais a estar en Madrid y os apetece que os dibujen, hay una silla lista para que poséis. Razón: aquí.