En medio de la polémica de chistes que prolongan tratos racistas hacia los gitanos, se estrena este viernes en cines Carmen y Lola, producción independiente que retrata el noviazgo entre dos gitanas de Madrid. En Nokton Magazine tuvimos la oportunidad de charlar con su directora Arantxa Echevarría de los diferentes aspectos de la película.
Nokton Magazine: Cuéntanos cómo empezó esta historia.
Arantxa Echevarría: La idea se me ocurrió pensando en el primer amor. Quería contar una historia de ese primer amor intenso, juvenil, que te desgarra. Al mismo tiempo leí una noticia que me sorprendió mucho, se trataba de la primera boda entre dos gitanas de 2009.
El artículo venía con nombres falsos, no había ido nadie a la boda y la única fotografía era de ellas dos de espaldas a la cámara.
Aquello me dejó tan sorprendida, y pensé si podía unir mi idea original del primer amor con la historia de aquellas dos chicas. Ese fue el germen de la idea.
NM: ¿Fue complicado investigar el mundo de las adolescentes gitanas?
AE: Muchísimo. Era fácil acceder más o menos a personas mayores, o artistas, pero yo quería acceder a gente joven. Fui a muchas asociaciones, colectivos LGTB, pero claro, estamos hablando de niñas de quince, o dieciséis años, niñas que quizás no van a un colectivo gay, y menos payos. Hubo un momento de falta de información total, así que tome la maravillosa idea de meterme en diferentes chats de lesbianas con el Nick de “gitanawapa”.
NM: Igual que en la película.
AE: En efecto. Todos los días me metía en cinco o seis, hasta que una chica me preguntó de que familia era. Entonces me di cuenta que había dado con una chica. Le conté el proyecto que quería realizar, y con mucho tiempo me presentó a otras chicas por Internet. Me contaron sus experiencias, su día a día.
NM: Una de las cosas que más me gustaron de la película fue casi el tratado antropológico de la arquitectura como creadora de espacios que oprimen y separan las clases sociales. Se ve El Ruedo, que es casi como un símbolo en sí mismo de la reestructuración arquitectónica de la España de los últimos treinta años.
AE: Claro, está esa idea de “los tenemos apartados”, al otro lado de la M-30. Hubo un momento en que deseé poder rodar dentro del Ruedo, pero era bastante complejo por la propia arquitectura que tiene, que casi te separa y que tienes a mil vecinos mirándote. Y luego fíjate, desde fuera todo el mundo relaciona España con el gitano. Casi podría decirse que el gitano es nuestro embajador cultural, pero desde dentro de España los hemos puteado. Lo curioso es que luego hablas con ellos y se consideran súper españoles, cosa que yo no entiendo, después del trato que han recibido de la sociedad.
NM: La idea de espacios que oprimen en nuestra sociedad viene desde el propio sistema educativo.
AE: Claro, es que si un gitano es expulsado lo único que le queda es el mundo payo, y tampoco ahí lo tratan muy bien. Los payos meten a los gitanos todo el rato en cursos de peluquería. El ochenta por ciento de las chicas a las que entrevisté me dijeron que era lo que todo el mundo les decía que hicieran, aunque luego nadie quería contratarlas porque eran gitanas. Pero esta relación no es exclusiva del mundo gitano sino de los diferentes ámbitos sociales. Vete a Parla, por ejemplo.
NM: Juegas muy bien con la idea de los espacios abiertos, familiares, y los espacios para la soledad, como la zona donde Lola hace sus grafitis y se construyen su identidad. Háblanos un poco de las protagonistas de la película.
AE: Estuvimos mucho tiempo ensayando. Había que explicarles cosas como que para un plano-contra plano tenían que quedarse y esperar a que rodaran la escena. Zaida Romero (Lola) tiene una mirada que me retaba siempre que hablábamos, con una personalidad muy fuerte. Rosy Rodríguez (Carmen), por ejemplo, tenía un carácter más débil, miraba para abajo cuando le hablaba y luego se echaba a reír. Pero luego siempre había que estar muy atento a lo que decían. Por ejemplo, cuando una de ellas suelta “risión”, aquello no estaba en el guion.
El trabajo que hice las actrices se basaba en establecer un juego, les decía “ahora daros un beso, ahora no”. Cuando se dejaban llevar era una gozada.
NM: ¿Hubo algún estereotipo que intentaste evitar?
AE: ¡Todos! Por ejemplo, siendo actores no profesionales a veces parecía que intentaban forzar la actuación de gitano, y ahí tenía yo que decirles “rebaja, rebaja”. Luego hay muchísimas historias de gente que escapa de casa y muchos casos truculentos que intenté evitar para que nadie se me echara encima.
Pero por ejemplo, si te fijas no hay violencia física. Es muy raro que por ejemplo un padre pegue a una hija, porque para los gitanos la familia y los hijos lo son todo. Había una secuencia por ejemplo en la que el padre le decía “te quedas sin cenar”, y justo antes de ponernos a rodar “perdona, pero no puede decir eso. Nosotros nunca le negamos un plato de comida a un hijo. Eso es de payos”.
NM: Háblanos de la supuesta polémica de una “paya dirigiendo una película de gitanos”.
AE: Gitanas Feministas por La Diversidad habló bastante mal de la película, aunque sólo habían visto un tráiler por aquel entonces. Por otro lado, las entiendo, porque están tan acostumbradas a lo de Gipsy Kings y “palabra de gitano” que tienen bastantes prejuicios, cosa que entiendo. Hubo un momento de debacle, pero después de los festivales de Badajoz y Santander la cosa se ha calmado. Paco Suárez me comentó que le parecía un bonito canto a la libertad, por ejemplo.
Luego hay gente que me pide explicaciones de por qué he querido una película. He querido hacer esta película porque quería hacer Romea y Julieta, porque me parecía una historia muy bonita e introducirme en otro mundo, un mundo que tenemos lleno de clichés pero que tenemos a la vuelta de la esquina. Espero que la gente viendo la película entienda un poco más lo que tenemos al lado.