Por muy pesadas que sean las cadenas, en sus huecos siempre habita la música. Espacio en blanco para la esperanza. Cadenas que aparecen en la historia y que nunca vemos venir, que atacan llegadas desde detrás del escenario y después resultan difíciles de liberar. Hace apenas un mes no hubiéramos podido imaginar ni las nuevas cadenas que atrapan al mundo, ni cómo cambiaría el significado de una melodía tradicional de las mujeres pastún del sur de Afganistán en las voces de Marta Torrella y Helena Ros, Tarta Relena, en la iglesia de San Martín de Tous en Frómista (Palencia).
El suïcidi i el cant. Hace apenas un mes, cantaban en el puerto de Cartagena esta misma canción y sonaba a esperanza, a luminosidad, a un tiempo pasado y liberado. El canto que había servido como refugio a tantas mujeres a lo largo de los siglos como único espacio de expresión. Canto fugaz e inmaterial, sin más instrumentos que un cántaro, una mesa de madera o cualquier otro objeto cotidiano que la música transmutaba en compañero rítmico.
Hace apenas un mes, llegaban en sus voces los cantos luminosos de las mujeres del Mediterráneo a la Mar de Músicas de Cartagena y sonaban como los ecos de un tiempo superado. Un concierto sonriente, luminoso y charlatán, con el sol del mediodía Mediterráneo iluminándolo todo. Algún día alguien nos recordará aunque sea en otra época, citaban a Safo de Mitilene o a Hildegarda de Bingen, como parte de una tradición lejana a conservar. Pero eso fue en ese ayer próximo en el que los talibanes no habían vuelto a entrar en Kabul. Eso fue antes de que las palabras de Svetlana Alexiévich volvieran a ser presentes “Estoy sola… Me esperan muchos años de soledad”. En este hoy que habitamos, lo ganado ha sido perdido en otro lugar del mundo.
Tarta Relena eran las mismas, con las mismas maravillosas voces, pero la tarde era más triste y silenciosa tras las paredes de la iglesia de San Martín de Tous. El atardecer de Tierra de Campos oscurecía la Iglesia y la única luz parecía emanar del Cristo del siglo XIII que preside la nave central. La música volvía a convertirse en refugio, en plegaria, en esperanza ante la desolación. Los talibanes volvían a entrar en Kabul y las voces de Helena y Marta parecían mezclarse con los ecos de Amos Oz, “¿Cómo curar a un fanático?”.
Al mismo tiempo que presentaban su primer trabajo de larga duración, Fiat lux, que aparecerá en otoño, recordaban la historia milenaria en la que la música hecha y cantada por mujeres, salvo contadas excepciones, no estaba escrita ni en las partituras ni en la historia, sino que se transmitía oralmente a la sombra de la autoridad en cocinas, corrales y habitaciones privadas, en un constante “cantar y batir”, en palabras de Eliseo Parra.
A pesar de los pesares, de los talibanes, del virus, del futuro incierto, de las palabras censuradas y auto censuradas, por las ventanas románicas entraba un rayo de luz, la puesta de largo en Fromista del proyecto colectivo “Espacio en Blanco”, un proyecto vivo, emocional y palpitante, en el que los caminos de la arquitectura se cruzan con los de la cultura, conectando el espacio exterior con el interior del ser humano.
Y antes de regresar al exterior, al cielo limpio de Tierra de Campos armados de optimismo con Tou votanikoú, también sonaron esperanzados los versos de Lorca, “El viento está amortajado / a lo largo bajo el cielo. / Pero ha dejado flotando / sobre los ríos sus ecos. / El mundo de las luciérnagas / ha invadido mis recuerdos. / Y un corazón diminuto / me va brotando en los dedos”. Una esperanza diminuta seguirá brotando en cada voz y en cada espacio en blanco que dejen los eslabones de las cadenas. Aún habrá quien diga que hacen canto gregoriano progresivo.
Dentro de una amplia gira de presentación de su próximo trabajo, Fiax Luz, Tarta Relena actuaron el 22 de julio en la Mar de Músicas de Cartagena y el 19 de agosto de 2021 en la Iglesia de San Martín de Tours en Frómista (Palencia).