Hace unos años que mi buen amigo Agapito Pageo dedicaba su revista flamenca El Canon a Rocío Márquez, voz y guía de una hornada de flamencos diferentes, y dentro de su generación, una excepción estética cada día más brillante.
Rocío es el canon que nos trajo actualizados los sones de Marchena, de Pastora Pavón. Rocío es además la que más trabaja en el espacio que dejó huérfano Enrique Morente. Pero no es un canon estático.
Rocío es consciente del tiempo en el que vive y de su responsabilidad como portadora del cante, no solo de traernos la memoria de los y las maestras, sino de transportar al flamenco a un nuevo punto. Haciendo su música cada vez más cercana a donde está su inteligencia de vanguardia y su corazón, mecanismo del tiempo, posiciona el canon unos pasos por delante en cada trabajo que hace.
El tercer cielo es un trabajo soberbio porque nace desde una idea original: generar un espacio sonoro no explorado previamente por ambos artistas, las bases y ritmos electrónicos adaptados y compuestos desde cero, para que la cantaora haga su exposición vital, desprovista de otros elementos orgánicos. Y lo han conseguido.
Bronquio, que se llama así por ser un niño que sufrió asma de manera moderada, es un músico, un autor electrónico muy particular. De Jerez y ajeno al mundo flamenco en su experiencia musical previa, Santi compone sus bases como un orfebre digital.
Sin muchas concesiones, muy puras y secas, como si fueran parte del eco y el clima de Jerez y de artistas como Chocolate o Agujetas. El sonido de la rave que propone Bronquio no es la variedad armónica y de dulces frutas de una guitarra. Bronquio da sed y agita la respiración.
Y es que Bronquio fue llevado al compás de la bulería y de los tangos, o de la seguiriya rompiendo el canon del cuatro por cuatro de la música electrónica en su viaje con Rocío Márquez. Un encuentro lisérgico. Bronquio entiende y da muestras sobradas de comprender los diferentes esquemas rítmicos del flamenco y mete sus progresiones y samplers en el momento exacto. Bronquio regenta una fragua digital de robots palmeros.
Una vez creado este tercer cielo, Rocío puede por fin mostrar lo que lleva dentro, que quienes vamos entendiendo su obra, sabemos que es mucho y siempre va brotando como explosiones temporales.
Ha salido ya del corsé que impone la quietud de la silla de enea como he leído en alguna entrevista. Ha roto con los trajes que inmovilizan al cante y también ha roto con algunas formas de expresión en las que se movía antes.
Quizás no sea ya necesario para ella proyectar y alargar el cante hacia el público de manera constante. Ha aprendido a mirar hacia dentro, a investigar y a expresar con su cuerpo y voz las alegrías y pesares que todos llevamos a cuestas.
El Tercer Cielo nos deja ver un cuerpo que se libera y que a través de la expresión física se hace bestia en el escenario.
En la parte estrictamente literaria, también se agradece que Rocío busque y componga letras diferentes, ajenas al espacio común de los cantes clásicos de los que hemos disfrutado durante mucho tiempo.
En Firmamento ya se vio un giro hacia una composición vanguardista, feminista, de cambio interno y crecimiento como artista y persona.
“Poniéndome a mi primero / y haciendo mi voluntad / por ser reina en mi agujero/ perdí yo la libertad” (Un ala rota)
Rocío sabe el momento que vive con su apuesta poética en El Tercer Cielo. Cuenta con colaboradoras como la poeta Carmen Camacho.
La repetición de bases en las seguiriyas o los verdiales dejan espacio temporal para que Rocío pueda ir experimentando con su voz hacia una verdadera representación teatral. Si el flamenco tenía sus tradiciones marcadas, El Tercer cielo tiene un aire de ritual nuevo, de liturgia que surge de la capacidad mesiánica de liderar que tiene Rocío. En este sentido se nos propone un arte que roza lo divino, lo sacro.
A un espectáculo flamenco también se va a divertirse y a gozar. Para mí, que soy siempre disfrutón y goloso musicalmente, quiero terminar aconsejando que os pongáis De mí en los ratos alegres, quizás el tema más popular del disco, hasta que se convierta en un himno del verano como lo ha sido en mi caso.
Porque en 2022 teníamos ganas de rumba y de bailar a pesar de las guerras. Más allá de los Tanganas, los Quevedos y Rosalías, también hay vida y fiesta en la vanguardia de la cultura y del flamenco.
Texto de La Vendimia de Martínez