Ray Bradbury (1920-2012), escritor estadounidense, se especializó en la ciencia ficción, la fantasía y el horror. Destaca por sus historias distópicas y espaciales. Fue un escritor infatigable, autodidacta, amante del oficio y símbolo motivacional para todos los que han querido y todavía hoy desean seguir su estela. Sus novelas, sus cuentos han pasado a la historia de la literatura de género, y la ha trascendido, convirtiéndose en figura literaria de renombre del siglo XX.
También escribió guiones cinematográficos e incursionó en el teatro, intentando adaptar obras propias, aunque siempre dijo que los demás conseguían mejores resultados en esta área que él mismo. Siempre tuvo la vista puesta en el futuro, creando historias mágicas y mundos maravillosos, aunque también espeluznantes. En sus creaciones se entremezclaron realidad y ensueño.
En este extraño 2020 para todos se cumplen 100 años del nacimiento de esta figura literaria, de este escritor maravillosamente fantástico que hubiera alucinado si viera el mundo hoy, o quizá no, porque siempre supo ir por delante. Bradbury nació en Waukegan, Illinois. Fue un hombre familiar que se deleitaba en su mesa de trabajo.
Sus libros más conocidos son Crónicas marcianas (1950), El hombre ilustrado (1951), Fahrenheit 451 (1953), El vino del estío (1957), La feria de las tinieblas (1962) y El árbol de las brujas (1972).
Pero la obra que hoy nos ocupa es Zen en el arte de escribir (1973), porque en ella se recogieron algunos ensayos y artículos en los que Bradbury habla sobre la concepción que tiene del trabajo y de su obra, sobre la creatividad y el ingenio, el oficio de escribir, sus inicios y desarrollo como autor, considerando la escritura como un arte que hay que aprender, conocer y perfeccionar. El tono del libro es amistoso y está plagado de buenos consejos; se percibe al maestro sin mostrarse como tal.
Zen en el arte de escribir lo componen 11 capítulos y un epílogo lírico con poemas que versan sobre la creatividad. Los títulos de cada texto son tan variopintos como el del prefacio que dice así: “Cómo trepar al árbol de la vida, tirar piedras contra uno mismo y bajar sin romperse los huesos ni el espíritu”. Ejemplifica con agudeza la idea de una existencia mordaz y corrosiva, pero también ingenua, infantil.
Pero, sin duda, el más sugerente es, precisamente, el último: Zen en el arte de escribir. Lo más gracioso del asunto es que Bradbury confiesa que tan solo hacía unas semanas que había descubierto el Zen y aquí es donde nos preparamos para escuchar el mayor de los consejos del librito que es resumido en tres, cuatro, palabras: TRABAJO. RELAJACIÓN. NO PENSAR.
La idea es que cuando el escritor, aspirante o no, se sumerge en el trabajo logra la relajación y hasta consigue no pensar. Pero dice que tampoco importa el orden. Cuanto más se trabaje, mayor experiencia se obtendrá y, por tanto, también aboga por la cantidad como signo de calidad. Solamente deberíamos saber que será necesario un cribado de nuestra obra. Pero si el escritor no escribe será presa de la inseguridad, del bloqueo y la desesperación ante la hoja en blanco. Por ello, dice que el trabajo es perfectamente compatible con poderse uno tranquilizar. Si uno lo que quiere es escribir, claro.
Partiendo de que esta es la número uno de las observaciones de Bradbury, aquí enumeramos algunas otras:
- Se debe avivar el entusiasmo y el espíritu infantil, que tiene más empuje que cualquier otra cosa.
- Recomienda hacer una lista de palabras que ayuden a asociar conceptos y a crear situaciones. Así como escribir prosa poética.
- Por supuesto, no puede faltar la lectura. Y Bradbury alienta a leer absolutamente de todo: poesía, ensayo, cuento, novela, los clásicos, lo comercial, lo no comercial… Así mantendremos a la musa trabajando.
- Escribir, escribir y escribir, tomándolo como un ejercicio placentero de nuestro día a día. Pase lo que pase el escritor no puede pasar un día sin escribir mínimamente 1000 palabras diarias.
- Y de aquí surge el Reto Bradbury de escritura. 1000 palabras diarias, un cuento a la semana, 52 cuentos al año. Una rutina que él mantuvo por diez años.
Me guiaban las ideas. Cuanto más hacía, más quería hacer. Uno se vuelve voraz […] Más que pensar mucho en mi camino, he hecho cosas y he descubierto qué era y quién era después de hacerlas.
Zen en el arte de escribir ha sido reeditado por Minotauro. Y, con motivo del centenario de su nacimiento, el resto de sus obras (novelas, antologías de relatos) pueden encontrarse también reeditadas por la editorial de terror y fantástico de Planeta.