«Puños de harina»: La eterna lucha de un pueblo

Jesús Torres, creador y protagonista de "Puños de Harina".
Jesús Torres, creador y protagonista de "Puños de Harina".

Puños de Harina no es una obra de teatro nueva. Son muchos los espectadores que ya han podido disfrutar de ella a lo largo y ancho de la geografía española y son varios los premios que la avalan, como el Premio Teatro AutorExprés por la Fundación SGAE en 2019 y el Premio Nazario de Mejor Espectáculo del Festival Cultura con Orgullo de Sevilla en 2020. Sin embargo, es una de esas representaciones que merecería repetir una y otra vez y en cada ocasión descubriríamos un nuevo detalle especial y único que no habíamos visto antes.

De inicio, el punto de partida de Puños de Harina es contar la historia de Rukeli y Saúl, dos gitanos que representan la homofobia y el racismo vividos en dos momentos históricos distintos por el simple hecho de no encajar en el molde normativo de la sociedad que les rodea.

Rukeli, personaje basado en la historia real, es un boxeador que durante la Alemania aria de la II Guerra Mundial se prepara duramente para cumplir su sueño y conseguir para su abuela y para él la vida que merecen. Desgraciadamente, el inicio del conflicto apaga sus sueños de triunfo al enfrentarse a la amenaza nazi de la caza inminente e indiscriminada contra los gitanos. A pesar de las circunstancias adversas, no es Rukeli alguien que se deje vencer tan fácilmente, por lo que termina enfrentándose hasta al mismísimo Hitler para demostrar que su piel oscura no influye en su valía como deportista. No obstante, ni su valentía ni su perseverancia le impiden ser despojado de su título de peso semipesado conquistado años antes ni de acabar finalmente recluido en un campo de concentración.

Saúl, por su parte, es un gitano que crece en una familia de feriantes, con su padre, su madre y su abuela. Pronto empieza a darse cuenta de que sus sentimientos hacia los hombres pueden generarle problemas ante su padre, quien sistemáticamente le fuerza, a través de los gritos, las palizas y las humillaciones a que se convierta en “un hombre” o lo que él considera como tal. La presión y violencia ejercida por su progenitor y la pasividad de su madre ante ello, lleva al joven a plantearse una huida constante, con la que sueña poder ser libre, feliz y consecuente con sus propios sentimientos.

Estas dos historias, que se intercalan en un ring de boxeo teatral de 10 rounds, son interpretadas con maestría y sensibilidad por el gaditano Jesús Torres, director, guionista y actor, con una versatilidad y agilidad en la caracterización de personajes que hacen pensar incluso en algunos momentos que se trate de dos personas distintos en lugar de una.

La fuerza y determinación de Rukeli y la capacidad de aguante y resignación de Saúl ponen voz a tantas y tantas historias de racismo, odio y violencia que han sufrido y que siguen sufriendo los gitanos a lo largo de la historia. Pero la obra aprovecha para rizar el rizo y añadir a esta problemática la de la homofobia y la masculinidad tóxica ejercida sobre los hombres en general, con la que les obliga a ejercer un papel determinado en un mundo en el que todavía no todos aceptan la diversidad y en el que, lamentablemente, y, como bien dice Saúl durante la representación, aún algunos piensan eso de que “ser homosexual es malo pero ser homosexual y gitano es lo peor del mundo”.