Sábado noche, interior. Las luces del local nocturno parpadean. Se miran. Los ojos de ella se clavan en los de él y se acerca decidida entre la multitud. En los diez pasos que los separan, va sacando el móvil sin apartar la mirada. Están a escasos centímetros y ella, sonriente, le pide que le deje cazar el pokémon que él tiene en el hombro. Esa era su única intención desde el principio pero, quién sabe, puede que sea el comienzo de una bonita amistad (o algo más).
Algo así debieron pensar los responsables de actividades públicas y difusión del MoMA (Museum of Modern Art) de Nueva York cuando pikachu, charmander, squirtle y meowth pasaron a habitar sus salas de manera habitual desde que la fiebre del juego Pokémon Go, que parece haber contagiado a medio planeta, se coló en nuestros móviles y empezó a chupar datos y batería de mala manera. No fue algo intencionado, simplemente ahí aparecieron algunos de los personajes de la aplicación para convertirse en deseados objetos de caza para los jugadores. Y el MoMA lo aprovechó haciéndose eco en sus redes sociales. Un pensamiento en la línea del “si no vienen por conocer algunas de las obras más importantes de la historia del Arte, que al menos se pasen para atraparlos a todos, que seguro que de reojo han visto un Van Gogh”. Hay quien dirá que sólo sirve para que los adictos a las pokebolas se dejen el dinero de la entrada, pero la cuestión va más allá. Se trata de utilizar los nuevos lenguajes y los movimientos sociales, porque no se puede negar que esta aplicación ha impactado de lleno en el hastío del verano de las sociedades occidentales, para beneficio de las instituciones culturales.
Este juego que aplica la realidad aumentada a la partida y al desarrollo del mismo no ha pasado desapercibido para otros museos. Algunos de los más rápidos en aprovechar la oportunidad han sido el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) y Museo Nacional de Arte, ambos de México. Localizaron algunos en sus salas y fueron de los primeros en compartirlos en su página de Facebook con un claro reclamo: “¡Atrápalos en el Museo Nacional de Arte! #PokemonGo” y las respuestas de los seguidores dieron la razón a aquellos que vieron ahí un instrumento para la difusión de la cultura, porque la mayoría preguntaba por los autores de las obras que se observaban detrás de las criaturas digitales japonesas.
Aunque la cultura suele tener ese matiz lúdico, hay museos que sirven para el homenaje, el recuerdo y la reflexión, por eso quizás no sean los espacios más indicados para darse al juego. De cuestionable gusto puede considerarse el ejemplar de koffing, pokémon de gas y venenoso, que apareció en el Museo Memorial del Holocausto de Washington D.C. No es difícil adivinar el motivo por el cual este museo y otros relacionados con las víctimas del nazismo, como el museo del campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, han prohibido el uso de este juego en sus instalaciones. Y es que los distintos tipos de bichillos pueden aparecer en cualquier espacio público, pero hay que tener dos dedos de frente para entender el sitio y el momento.
Aunque ahora nos toque bregar con un montón de nucas agachadas lanzando en la pantalla pelotas rojas y blancas virtuales en museos, es una opción nueva que aprovechan las instituciones culturales para atraer nuevos públicos. Desde el #MuseumSelfieDay, hasta Pokémon Go pasando por los juegos online que proponen nuevas formas de afrontar las visitas a los museos o distintas aplicaciones de la realidad aumentada, la tecnología está más que instalada en los espacios culturales, solamente es cuestión de ser los más inteligentes y capaces para capturarlos a todos. Exactamente igual que en Pokémon.