Los ovnis del caso UMMO llegan en forma de libro

Libro sobre el caso UMMO.
Libro sobre el caso UMMO.
El mito de UMMO llega a Autsaider Cómics con un libro de Eduardo Bravo.

A mediados del siglo XX, un grupo de supuestos extraterrestres se instalaron en la Tierra e iniciaron una frecuente y vasta relación epistolar y telefónica con habitantes del planeta, especialmente con los que vivían en la España de Franco, con los que compartieron saberes y conocimientos de muy diversas disciplinas.

Nacía así el asunto UMMO, una de las narraciones más apasionantes relacionadas con lo extraño y que pronto dejó de ser una historia de platillos volantes y marcianos para derivar en otros temas igual de absorbentes en los que se mezclan nazis, sectas, experimentos de control social, conspiranoia y sadomasoquismo.

El escritor y periodista Eduardo Bravo conversa en esta entrevista sobre UMMO, el nuevo libro que publica con el sello Autsaider Cómics.

Nokton Magazine: ¿Cuál es el mito que desmonta UMMO?

Eduardo Bravo: UMMO es uno de los casos ufológicos más fascinantes de la historia, con el añadido de que tiene un importante toque cañí. Su origen está en España y, posteriormente, se internacionalizó, llegando a tener réplicas en Japón, Francia, Latinoamérica o países del Este de Europa.

En origen, el mito de UMMO toma su nombre de un planeta que gira en torno a la estrella Wolf 424 (cosa que es cierta) y del que procederían unos extraterrestres que llegaron a nuestro planeta entre los años 50 y 60 del siglo XX (cosa que es discutible). Una vez aquí, habrían entrado en contacto con los terrícolas, especialmente los que vivían en Madrid y se reunían en la tertulia ufológica del profesor Sesma en el café La ballena alegre, situado en frente del antiguo edificio de Correos, el actual Ayuntamiento de Madrid. A esa tertulia comenzaron a llegar cartas escritas, supuestamente, por esos ummitas, los cuales realizaron también diversas llamadas de teléfono a personas relacionadas con esa tertulia o interesadas en los ovnis.

El tema tuvo una gran repercusión durante los años 60 y 70, hasta el punto de aparecer en publicaciones especializadas, revistas del corazón, periódicos o programas de Televisión Española. Sin embargo, en la década de los 90, el periodista Manuel Carballal consiguió que José Luis Jordán Peña, figura destacada del mundo de la ufología española, confesase haber urdido toda la trama y reconociera que UMMO había sido un fraude. A pesar de ello, aún hay gente que dice recibir mensajes ummitas y que sostiene que es imposible que un asunto de esa magnitud, tanto en ambición como en duración, pudiera ser creado por una sola persona. Es por ello por lo que defienden que, detrás de UMMO, estaban los servicios secretos de países como la URSS o EEUU, aunque no hay pruebas de ello.

NM: Háblanos del “engaño extraterrestre? ¿Por qué se dio esto?

EB: José Luis Jordán Peña era una persona peculiar con una gran inteligencia, pero también con marcados rasgos de perversión y sadismo. En un primer momento, su diversión consistía en ver las reacciones que sus compañeros de la tertulia de la Ballena Alegre mostraban tras recibir una de las cartas o de las llamadas ummitas. Posteriormente, las bromas fueron haciéndose más pesadas y jugaban con el equilibrio emocional de aquellos que las sufrían. Ese control emocional le provocaba tal placer, que incluso llegó a crear una secta de corte sadomasoquista.

En ese sentido, UMMO no fue más que un vehículo para satisfacer esas facetas de su personalidad. Que eligiera a los extraterrestres fue una cosa coyuntural, tal vez porque en los años 60 y en pleno franquismo, el tema era muy popular. De hecho, para su secta empleó otro revestimiento, la de un sabio hindú, sencillamente porque encajaba mejor para sus fines.

NM: ¿El fenómeno OVNI hoy sería imposible de vender como jugada de algún poder terrestre?

EB: En un mundo con un desarrollo científico y tecnológico considerable, uno de los fenómenos que más repercusión está teniendo en la actualidad es el de los terraplanistas. Si después de siglos de investigaciones sobre física, astronomía y otras disciplinas —a las que hay que añadir la exploración espacial y la toma de fotografías desde el espacio por parte de satélites—, hay gente que piensa que la Tierra es plana, no veo por qué no podría ser posible que el fenómeno ovni vuelva a ponerse de moda e incluso se utilice para explicar algunos acontecimientos recientes. De hecho, hay gente que considera que el mundo está gobernado por seres reptilianos cuyo origen podría ser extraterrestre y no intentes convencerles de otra cosa porque vas a perder el tiempo. Si esta primera parte que parece más complicada es factible, que luego todo eso se use con fines de control social apenas requiere esfuerzo.

NM: Su libro plantea mentiras vendidas en la época de Franco. ¿En el presente el poder nos sigue vendiendo mentiras con tanta facilidad?

EB: El poder nunca es transparente ni honesto para con sus ciudadanos. Dosificar la información —o la propaganda— es uno de los métodos para mantener o incrementar el poder del que se disfruta y controlar a la población.

NM: ¿Los pueblos son crédulos por necesidad o por ingenuidad?

EB: Las narraciones tradicionales son una forma de explicar el mundo e incluso de definirlo y configurarlo. A través de ellas se obtiene placer, diversión, tranquilidad —porque enseñan con anticipación cómo reaccionar ante situaciones que, de otro modo, serían conflictivas— y afianzan una determinada forma de relacionarse entre los miembros de una comunidad. El paso del tiempo y los avances científicos han demostrado que muchas de esas enseñanzas o planteamientos no son ciertos ni responden a la realidad. Sin embargo, hay gente que continúa aferrada a la explicación mítica porque le resulta más beneficioso o más sencilla de asumir. Lo más curioso es que, para que esa creencia perdure, no es necesario que la comunidad sea ingenua o esté poco formada. Si bien los pueblos ingenuos pueden ser más vulnerables ante la falacia, en el hecho de creerse o no determinados temas, juega también un papel importante la comodidad, las ganas de creer, la cobardía o los intereses materiales puros y duros.

NM: Tú eres periodista y también escritor. ¿Desde cuál de los dos ángulos percibes la credulidad del pueblo?

EB: Soy periodista, soy escritor, pero antes de lo anterior, soy eso que tú llamas pueblo. Yo soy el primero que soy crédulo. En ocasiones estoy más alerta y percibo el engaño, en otros me pasa totalmente desapercibido y, en algunos, me autoengaño por comodidad o por considerarlo un mal menor. A parte de eso, disfruto de las ficciones de todo tipo, aunque sepa que no son verdaderas y, en ocasiones, incluso me planteo hasta qué punto una cosa que no es verdadera pero que sí que tiene efectos reales en una comunidad, deja de ser falsa. Todos sabemos que la magia no existe, pero también es verdad que aquellos que practican la magia moderna, experimentan cambios de actitud ante la vida que les permiten conseguir algunas de las cosas que se habían planteado lograr con ella (otras muchas, evidentemente, no las consiguen por mucho rito e interés que le pongan). En ese momento, ¿sigue la magia siendo una ficción o se ha convertido en una realidad? Algo semejante sucede con UMMO: las cartas existieron, provocaron efectos en sus destinatarios e incluso generaron un movimiento a favor y en contra de ese mito ufológico de tal magnitud que, al final, lo de menos es que no las enviasen los extraterrestres.

NM: ¿Cuál sería en el siglo XXI la mentira global equivalente al fenómeno OVNI del siglo XX?

EB: El siglo XXI acaba de empezar y lo ha hecho con fuerza. Con una pandemia mundial, ni más ni menos. Creo que aún es pronto para saber cuál será la mentira global que marcará los próximos cien años, pero lo de que nos están inoculando microchips para que Bill Gates los active a través de la red 5G para controlarnos como si fuéramos autómatas es una trola que pinta muy bien y que puede dar mucho juego. A la vista está que esa mentira global está calando en un importante sector de la población que, al paso que va, puede dar muchas sorpresas. Esperemos que sean más divertidas que dramáticas.

 

Texto de: Arturo Aguirre