Booktubers, o cuando YouTube llegó para salvar al libro

Foto de Dita Margarita (cc)
No serán críticos sesudos pero consiguen más que cualquier Sánchez Dragó. Nos acercamos al fenómeno booktuber, una manera de abordar el fomento de la lectura.

El fomento de la lectura sigue siendo un tema espinoso a tratar en los ámbitos culturales y de la educación. ¿Sirve realmente de algo obligar a un grupo de niños de 12 años a leerse un tochazo de libro? ¿Enganchará a la literatura de manera definitiva que en los planes educativos se incluyan libros de lectura exigida para después ser examinados sin nada que ver con el placer de leer?

Para la mayoría, la afición a los libros no viene de haber descubierto a Momo o a Patatita en las aulas, aunque haberlos, haylos. Suele ser más cuestión de educación emocional e íntima que de planes de estudios hechos por pedagogos que jamás han visto a un niño. Y ahora también parece que puede ser asunto de vídeos de Internet, porque los famosos youtubers no solamente se dedican a decir chorradas y gastar bromas delante de una cámara, también pueden enseñarnos algo.

De un tiempo a esta parte, si unimos el concepto de la red social con el mundo del libro, surge una moda que abre una nueva ventana a la difusión de la literatura. ¿Qué es un booktuber? Definamos: son jóvenes lectores, chicos y chicas, que comparten sus pasiones literarias con aquellos que se quieran asomar a su canal. Eso supone una nueva perspectiva en el alcance de las ganas de acercarse a los libros e implica un canon que escapa a la valoración de los críticos. Aunque la opinión fundada de los expertos en letras sigue siendo necesaria, el gusto de un booktuber influyente prevalece sobre el columnista avezado para colocar un título a la cabeza de las listas de ventas. La cosa es sencilla: una cámara digital, una pila de libros, un dormitorio y muchas ganas de contar qué han sentido, soñado u odiado de las últimas lecturas que han hecho. No son críticos, pero sí prescriptores.

Aunque todo está en evolución, parece que la cosa derivó como una broma. Un cómico americano con aspecto de rapero se enfrentaba con humor a una crítica sesuda y bien fundada de la obra de Harper Lee. Una unión de contrastes que buscan el extrañamiento del espectador para mover a la risa, pero también a la reflexión. Un pensamiento de peso huyendo de palabras rimbombantes y esdrújulas pedantes, pero con todo el sentido del mundo.

La crítica suele venir de los puristas por el amateurismo, poco rigor, falta de criterio y, quizás, por el repertorio de títulos que abordan. Ciencia ficción, sagas llenas de vampiros, magos o revoluciones en sociedades distópicas suelen engrosar sus estanterías, pero de ahí sólo se puede avanzar. Una de las booktubers más importantes en lengua española, la mexicana Fa Orozco, tiene en su canal una crítica sobre El conde Lucanor con más de 400.000 visitas. Una muestra más de que no debemos fiarnos de los tópicos relacionados con los más jóvenes. Nota: las grandes editoriales ya se han fijado en el fenómeno y cruzan los dedos con fruición pidiendo que uno de sus lanzamientos sea objeto de uno de los vídeos de Javier Ruescas, Sebastián G. Mouret, Drew y Yaiza o May R Ayamonte.

Es muy posible que el boom de la literatura juvenil, representado por autores como Blue Jeans y Federico Moccia, tenga mucho que ver con esta explosión de críticos online, ya que la gran mayoría de ellos están entre los 20 y los 28 años. El punto es que no parecemos estar del todo acostumbrados a que una chica de pelo verde o un chaval con pocas canas, y nada de presbicia, nos recomiende un libro. Quizás no sea esa su función porque lo mejor del movimiento de los booktubers es que se mueven por el deseo de contagiar su pasión lectora y desterrar el estigma de que la juventud pasiva que lee poco.