“Métete en los subterráneos de Azca si tienes valor”, nos instiga José Ramón Lorenzo. El coautor del blog de culto Vicisitud y Sordidez tiene serios motivos para pensar que el infierno es de hormigón. Y unos cuantos de ellos están en Madrid. Nokton Magazine le pidió al instigador del concepto “arquitectura satánica” que diseñara un itinerario por sus mejores ejemplos en la capital, ya que la mayoría son de entrada gratuita. Y lo hizo. Y, además, nos regaló una divertida conversación telefónica sobre los grandes errores del urbanismo moderno.
¿Y qué es eso de la arquitectura satánica? Para Lorenzo, se trata de un factor directamente relacionado con el tiempo que uno tarda en explicarle a alguien dónde vive. Si tienes que indicar que no es en la primera, sino en la segunda rotonda, y que después hay que coger una circunvalación hacia esos enormes bloques de hormigón; que, además, tienes que atravesar unos cuantos soportales, y que por el camino no verás ni un solo árbol ni una sola tienda abierta… tenlo claro: vives en los dominios de Satán.
El urbanismo satánico es también una sensación, continúa Lorenzo; la de que, en el barrio por el que caminas, en cualquier momento, podrían robarte, pegarte, violarte y matarte. “No necesariamente por ese orden”, aclara. Lorenzo habla de lo que en arquitectura se conoce como brutalismo, el término con el que se autodenominaron los seguidores del suizo Le Corbusier, amante del hormigón en bruto y de las estructuras desprovistas de todo adorno y aisladas entre sí. Vamos, lo contrario a la ciudad decimonónica, en la que coches, transeúntes, comercios, servicios y viviendas conviven en el mismo espacio.
Este es el leit motiv de varios artículos que se han publicado desde 2009 en Vicisitud y Sordidez, con una visión cómica e irreverente de la arquitectura, que ha llevado a iniciativas como la página de Facebook “Satán es mi señor”, donde los seguidores del blog posan haciendo los cuernos junto a sus mamotretos urbanos preferidos. Pero detrás de todo esto también hay varias denuncias subyacentes: la del fanatismo que los racionalistas sentían por la falta de adorno, la de la supremacía del coche en el urbanismo moderno y, sobre todo, la de la ausencia de una ley que obligue a vivir, al menos un tiempo, en los edificios a quienes los diseñan. Conozcamos ahora algunos lugares de Madrid en los que, probablemente, no vivan muchos arquitectos.
Fe de erratas: Sáenz de Oiza, autor de Torres Blancas, vivió en dicho edificio hasta su muerte, en el año 2000.
Itinerario 1: PAU de Vallecas
“El problema más grave del urbanismo del siglo XX es que no crea redes sociales”. Una de las cosas que más contrarían a Lorenzo de la arquitectura brutalista es “esa especie de amor por la naturaleza mal entendido que distancia la vivienda del trabajo y los servicios”, y que está detrás, por ejemplo, de la construcción de los PAU. “Es curioso, pero los apóstoles del hormigón eran ultraecologistas, y querían conseguir una vida de campo en las casitas pijas de los suburbios en ciudades con alta densidad de población. Pero solo lograron lo peor de ambos mundos: aislar a la gente en secarrales con edificios reproducidos en serie, donde la sensación de alienación es tremenda. ¿Para qué vas a salir de casa entonces?”.
El de Vallecas fue escogido por los lectores de Vicisitud y Sordidez como el más satánico de todos los PAU de Madrid. Para llegar a él, hay que bajar del metro en Congosto, atravesar “un descampado jovial”, según indicaciones de Lorenzo, y, entonces, llegaremos a “una vía que arranca en una rotonda que no está en ningún sitio, para terminar en otra ronda en medio de la nada”, que, curiosamente, se llama Bulevar de la Naturaleza, aunque Lorenzo afirma que “como mucho, tiene tres árboles”. Estos fueron “sustituidos” por los responsables del proyecto por tres curiosos experimentos termodinámicos conocidos como “árboles del aire” para los que Lorenzo, directamente, no tiene palabras.
El itinerario recomienda también que le echemos un vistazo “a varias viviendas de Satanismo pop ecosostenible”, o lo que Lorenzo llama “pintar la caca de colores”. “¿No os gusta el hormigón? A lo mejor, vuestras almas no están preparadas para esta depuración espiritual. Vale, pues vamos a pintarlo de colores”.
Itinerario 2: Moratalaz
Esta ruta, “con una final de fiesta” –dice Lorenzo- “para los amantes del peligro y la drogadicción”, cuenta con dos paradas indispensables: “la cumbre del hormigón posconciliar que es la iglesia de Santa Ana, de Miguel Fisac, y la apoteosis del satanismo de Sáenz de Oiza, nuestro Le Corbusier: El ‘Ruedo’ de la M-30”. Este inconfundible bloque de viviendas sociales, construido entre 1986 y 1990, vive, a causa de sus pequeñas ventanas (justificadas por el ruido de la carretera que fluye junto al edificio), “de espaldas a la calle”, propiciando, según Lorenzo, la segregación de quienes lo habitan y eliminando una de las ventajas de los barrios que él defiende: los vigilantes anónimos. “Ni que decir tiene que, cuanto más volcados estén los edificios hacia un patio interior y más se aíslen de la calle, menos vigilancia anónima habrá en esta última y, en consecuencia, más insegura será”.
Itinerario 3: Barrio de Salamanca
“Dentro de un ensanche decimonónico es donde más pueden destacar los exabruptos satánicos”, afirma Lorenzo, que propone una ruta por este distinguido barrio para admirar hitos como El Corte Inglés de Goya, la sede del PP, los rascacielos de la glorieta de Colón y, cómo no, Torres Blancas, también de Sáenz de Oiza. Torres Blancas es un emblema, sí… ¿pero un emblema de qué? “Torres Blancas es un ejercicio de autosuficiencia moderna, una construcción de gran altura completamente aislada. Además, es hormigón militante: todo circular, juegos locos, unas puertas en el interior que parecen de Star Trek… era difícil que no fuera un emblema”.
En el distrito de Salamanca está también la iglesia de los dominicos de Conde de Peñalver, un ejemplo de un fenómeno que, curiosamente, se repite mucho en el urbanismo moderno: las iglesias satánicas. ¿Y cómo es posible que un templo católico sea satánico? Lorenzo señala que el brutalismo comparte con la religión “cierto punto místico y ascético”, que es el que le lleva a esa depuración radical de las formas, ya que muchos de sus representantes, como Le Corbusier, poseían un enorme fervor cristiano.
Itinerario 4: Barrio de la Concepción
El Barrio de la Concepción fue la primera gran promoción de vivienda privada realizada, en 1953, en la capital. Su bandera son “las colmenas”, o lo que es lo mismo, el residencial Parque Calero, esos gigantescos diez bloques con 8.000 viviendas de toldos verdes en los que se han rodado desde películas de Almodóvar hasta anuncios de televisión. La Concepción es un buen lugar para aprehender otro de los conceptos troncales de la arquitectura satánica: las ‘streets in the sky’. Ideadas por el matrimonio Alison y Peter Smithson y puestas en práctica –mejor dicho, en hormigón- en varios lugares de Gran Bretaña y Reino Unido, las ‘streets in the sky’ pretendían separar radicalmente a los peatones de los coches, llevando a estos primeros a pasillos en el interior de los edificios, pero abiertos al tránsito público. Pero Lorenzo asegura que lo que en realidad sucedió es que “los peatones se acabaron quedando con rampas de hormigón que iban de un sitio a otro sin tener nada a los lados y los coches arramplaron con todo lo divertido”. Las ‘streets in the sky’ eliminaron la intimidad de los vecinos y, como todo lugar de paso sin tiendas terminaron por convertirse en “un picódromo”. “Habéis vuelto a inventar la corrala. Y de hormigón”, increpa Lorenzo al matrimonio Smithson.
Itinerario 5: Chamberí
Chamberí es una zona muy agradable de la capital, reconoce Lorenzo. Pero aún así, tiene sus pequeñas aberraciones, como los bajos de Argüelles –“un lugar sin escapatoria”-, el edificio Galaxia (donde se tramó parte del golpe del 23F), el edificio brutalista de Telefónica en Ríos Rosas y la calle Arapiles. “Arapiles es una calle de dos direcciones que, cuando cruza con Vallehermoso se hace de único sentido. Los edificios brotan como setas, por no hablar de los jardines que hay en mitad de la calle, tomados por los gatos y con las comunidades de vecinos peleadas por su uso. Es un pequeño desastre que contrasta con el resto del barrio”.
Itinerario 6: Ciudad Universitaria
Esta última ruta, la más larga de todas y planteada para bicicleta, está pensada para disfrutar de esa modernidad arquitectónica sin barreras ni vergüenza que, a juicio de Lorenzo, suele regir las ciudades universitarias. Curiosamente, uno de los edificios más discretos del campus es la facultad de Arquitectura. Lorenzo recomienda no perderse la de Biología, una torre visible a gran distancia, y la de Ciencias de la Información, cuyo aspecto tenebroso ha alimentado durante décadas la leyenda urbana de que en un principio estaba destinada a albergar un penal femenino.
Foto: Xauxa Haka Svensson (cc)/ jordi.martorell(cc)/ r2hox (cc)/ pptenorio/ Luis García (cc)/ Daniel Lobo (cc)/ Ibontxo (cc)/ olivermiranda (cc)