Dictadores, esos animales mitológicos de la literatura

Foto de Cassowary Colorizations (cc)
La figura del dictador ha servido como género literario en la historia universal de las letras, pero sobre todo en América Latina, que ha dado como resultado un subgénero literario. En un día tan clave para las dictaduras occidentales, hacemos una pequeña selección de obras imperdibles.

Un pasado traumático. Las ansias de venganza. La necesidad de utilizar el sinsentido de la humanidad para someterlo a sus deseos y convertir a la sociedad que los rodea en un supuesto mundo perfecto para los suyos, a costa de la vida y la libertad de los demás, de todos. Dictadores rodeados de misticismo. Hechos casi mágicos. Las dictaduras no mueren todas en las camas. Algunos países son capaces de levantarse contra el yugo y cambiar su destino. Lo que muchos buscan entender es cómo llegan a obtener ese poder anulador de voluntades.

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Los dictadores han sido vistos por muchos especialistas (psicólogos, politólogos y sociólogos, pero también historiadores, críticos literarios y filólogos) casi como seres mitológicos hasta el punto de despertar el interés de varios de los grandes autores de las letras en castellano. En un día con especial significado para las dictaduras occidentales, nos aproximamos a algunas de las mejores novelas que conforman el subgénero de la “novela de dictador”, propia del boom latinoamericano.

Miguel Ángel Asturias – El señor Presidente

El autor guatemalteco es uno de los padres literarios del gran movimiento ficcional que se dio en América Latina en los años 70. La novela se inspira en la figura del guatemalteco Manuel Estrada Cabrera, dictador de 1898 a 1920, regada de crueldad, surrealismo, miedo y crítica política.

Alejo Carpentier – El recurso del método

Cuba lleva bajo regímenes no claramente democráticos desde casi su independencia como colonia española. Si bien, en esta novela, Carpentier no usa su isla como espacio geográfico. La novela se publica en 1974 y es una perfecta suma de muchas realidades latinoamericanas, que contrastan las razón cartesiana con lo ilógico de la ausencia de libertad.

Augusto Roa Bastos – Yo el Supremo

Publicada igualmente en 1974, el autor paraguayo exiliado en Argentina, de donde tuvo que huir a España con la subida al poder de otro dictador, Videla, narra la historia de un déspota solitario que impone el miedo sobre el país como forma de gobierno. Un argumento para describir a una figura despiadada que es asimismo metáfora de la biografía de toda Latinoamérica.

Gabriel García Márquez – El otoño del patriarca

Sin nombre y con gran halo mítico que lo rodea. Un personaje protagonista que sirve como una suerte de todos aquellos patriarcas, dictadores, que ostentan el poder absoluto en los países en los que comandan. Un poder sustentado en el más íntimo apoyo a sus víctimas de más larga duración: el pueblo indígena, imagen figurada, pero también real, de los más pobres y oprimidos, serviles al poder.

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Mario Vargas Llosa – La fiesta del chivo

Las dictaduras aseguran su existencia en el apoyo de países poderosos, que las avalan. Vargas Llosa retrata aquí la historia de Trujillo, dictador dominicano apoyado por Estados Unidos hasta que descubren (¡oh, cáspita!) los abusos y atentados contra los derechos humanos del militar de la República Dominicana.

Bola extra: Ramón del Valle Inclán – Tirano Banderas

No podíamos dejar pasar esta pequeña selección sin incorporar a la lista la necesaria ración de esperpento, que es uno de los mejores conceptos para definir las sociedades que viven bajo una dictadura. Narra la caída de un tirano latinoamericano derrocado por su torpeza y gracias a la reacción del pueblo oprimido.