Se nos olvida demasiadas veces el esfuerzo titánico que le ponen a todo lo que hacen los gestores culturales. Hablando con Jokin Aspuru, director de Getxophoto, es fácil darse cuenta de todo lo que se juega el equipo organizador del festival en solo unos días: el año entero de cuatro personas culmina en un mes escaso en el que todo sale a la luz y se expone a la crítica.
Injusto o no es la vida que han elegido, la que al final de la jornada, si todo ha ido bien, si ha salido el sol esa tarde en la localidad vizcaína de Getxo, les hace sonreír con satisfacción y aún algo de nervio. Al otro lado del teléfono, Jokin, que acaba de sobrevivir al fin de semana de apertura de esta 12ª edición de Getxophoto, parece contento: «Nuestro festival tiene que ver con el espacio público y que haga bueno es importante». Ni siquiera un pequeño contratiempo como las críticas del PP local a la instalación Jump Trump de los artistas holandeses Thomas Mailaender y Erik Kessels ha ensombrecido su buen comienzo. Tras un breve gabinete de crisis y un comunicado explicando el valor artístico que justifica la elección de esta obra Jokin y sus compañeros no han querido darle más importancia al asunto, del que tampoco la prensa vasca se ha hecho demasiado eco y que nosotras también decidimos zanjar aquí.
En cuanto a esta colchoneta gigante (8×5 metros) con un retrato impreso de Donald Trump sobre la que han saltado en cuatro días unas 500 personas, Jokin nos asegura que ha sido todo un éxito. Antes de Getxophoto, la instalación solo se había expuesto el año pasado en el festival holandés Unseen: «Los artistas saben que es muy potente visualmente y no quieren quemarla, por lo que pasará bastante tiempo hasta que se vuelva a ver», explica. Pero más allá de su propuesta más mediática, este Festival Internacional de la Imagen cuenta con muchos otros alicientes. Concebido como una defensa del espacio público, hay pocas cosas dejadas al azar en Getxophoto: «Trabajamos mucho en la selección de imágenes para que funcionen en cada espacio y siempre intentamos que esos trabajos que mostramos tengan sentido en esos espacios, que exista una relación formal o temática», cuenta Jokin.
Así, en esta especie de comunión entre la obra y el escenario y siempre fuera de los límites de lo privado, esta edición del festival muestra las imponentes fotografías sobre el deshielo de Simon Norfolk frente a las preciosas vistas del Cantábrico y las 4.000 imágenes de Stephen Chow sobre los poco ecológicos caprichos culinarios chinos dispuestas en forma de mosaico en el mercado de Algorta. Conseguir la complicidad de la comunidad no ha sido cosa de un día, confiesa Jokin: «En doce años de festival hemos establecido una red gracias a la cual es mucho más fácil trabajar. Este no es un festi para fotógrafos, que también, nosotros lo hacemos para la gente normal y corriente y este es uno de los grandes valores de Getxophoto».
Al hablar de la temática de esta edición, Postconflicto. Reformulando el diálogo, Jokin se acuerda al momento de su comisaria, Mónica Allende, quien repite este año y lo hará el que viene, en la línea del festival de contar con el mismo director artístico por períodos de tres años: «Cada año trabajamos temas que nosotros entendemos que le pueden interesar a cualquier persona. Este año es el segundo capítulo de una trilogía a la que hemos llamado Transiciones; el año pasado la temática fue la globalización y este año tratamos el postconflicto y hemos cerrado el zoom para ir de lo global a las sociedades y sus problemáticas concretas. El año que viene en el siguiente capítulo, el tres, nos centraremos en el individuo».
También se acuerda Jokin de Mónica cuando hablamos de las mujeres artistas presentes en Getxophoto: «Ella es súper consciente de esto y realmente este año le ha costado conseguir que hubiese un presencia femenina potente en el festival. Aún así, es un tema que siempre tenemos presente». Y nos remite a una de las experiencias de realidad virtual de esta edición, la del documental The Sun Ladies, estrenado en la última edición de Sundance y que cuenta la historia de un grupo de guerrilleras yazidíes que planta cara al Estado Islámico. Dice Jokin que son 7 u 8 minutos de metraje «elegantes», que «te emocionan», y que como parte de la experiencia el público puede, a través del festival, hacer llegar una carta a esas mujeres valientes y empoderadas. Una razón más para estar orgulloso.