FURILLO. CÓMICS CON FALTA DE HIGIENE

Comic 'El maestro', de Furillo.
Comic 'El maestro', de Furillo.
Hablamos con Furillo sobre su cómic y personaje, El maestro.

El Maestro es el nuevo cómic de Furillo (Zaragoza, 1976), obra protagonizada por un ex torero de avanzada edad que pasea su ruina física y moral por tascas asquerosas y ambulatorios saturados, en un retrato despiadado de una España rancia y decadente que se pretende hacer ver que ya no existe. La decrepitud y la ausencia de moral, escrúpulos y prejuicios dan pie a las historietas más guarras que haya podido usted echarse a la cara jamás. Así de claro. Humor bestia y desinhibido hasta la nausea que, acompañado por un dibujo exageradamente detallado, lo convierte en la cumbre del tebeo escatológico.  Prepárese. En esta entrevista Furillo se muestra, al igual que en sus tebeos, generoso en el exceso, regalándonos perlas de filosofía fecal que no dejarán a nadie indiferente.

Nokton Magazine: ¿España es tan así como en sus tebeos?

Furillo: No, España es todavía más rica y plural. Podemos encontrarnos una variada y heterogénea celebración de la escatología en sus diferentes variantes autóctonas. Una cosa está clara, en todas partes cuecen habas. De la mierda se ríe todo el mundo sobretodo el pueblo llano. El chiste grueso, irreverente, marrano, es propio del hombre sencillo y cabal, honesto y trabajador, que ha sudado para poder llevar un plato de habas cocidas a su casa para comerlo tranquilo y después cagarlo en paz. Y cuando digo hombre quiero decir también mujer. No nos alarmemos. La mierda es para  todos y todos trabajan, el que lo haga. Ajeno a este mundo real y escatológico está ese otro de oropel, hipócrita,  institucional, donde florecen los lameculos, que al calor de la sopaboba del gobierno de turno desarrollan sus trabajos higiénicos de mensajes inequívocos, de mantras convertidos en convencionalismos sin sentido real, donde se busca la foto, la promoción y la adulación. Es otro tipo de escatología. Una que apesta mucho más  y que, a menudo, atufa las arcas públicas. El aparente localismo andalusí del maestro es sólo el traje del gnomon, desvestido de esa túnica queda la esencia, que es ibérica. No profundizaré más en mi concepción de España, que es compleja, solo diré que hay tantas nacionalidades como vecinos y que a todos nos acaba apestando el alerón igual de mal, algo que nos une, aparte de la afición al vino.

NM: ¿Dónde reside la comicidad de la falta de higiene, de la suciedad, de la mierda?

F: Supongo que como todos generamos miasmas y malos olores en un momento dado, nos podemos ver reflejados, si actuamos con humildad como debiera ser, en cualquier situación escatológica. La falta de higiene derivada de la molicie y la vagancia también genera esa conexión con nosotros, porque la gente es vaga. Tendemos a la inacción y a la comodidad, al bienestar. La higiene supone un esfuerzo al que no siempre estamos dispuestos y al que nos vemos arrastrados por los convencionalismos. Bien es cierto que existe un punto de no retorno en el camino de la higiene personal, ese es el punto donde empieza el chiste. Y el drama. La tragicomedia. España.

NM: Alrededor de veinte años de historietas del Maestro, supongo que es inevitable repetirse un poco, los humores corporales son limitados a fin de cuentas… aunque también parece un poco la esencia del personaje, de la vida misma

F: Suelo volver una y otra vez sobre el mismo tema, intentando retorcerlo, alambicando el chiste, buscando el “plus ultra”, con irregulares resultados. A veces se consigue. A veces la pura repetición de lo mismo genera el chiste. Como en esa conclusión de la historieta en la que vemos, una vez más, el rabo gusaneado del Maestro y la Toñi, en un segundo plano, apostilla, “Ya tardaba en zalí la polla”. Pues así es. El eterno retorno. La polla agusanada, el coño vertedero, el sobaco infernal, la pústula incómoda, el gag rebozado en mierda. Ya tardaba. Es un sota, caballo y Rey. Un intento de cantar las 40 una y otra vez, que repito, no siempre se consigue, pero humildemente se busca. Es mi deber.

 

NM: ¿Hay alguna de las historietas del Maestro que esté inspirada por algún acontecido que le haya tocado presenciar o padecer?

F: No tuve la fortuna.

NM: Aunque ya nos abrió los ojos Chicote con su Pesadilla en la cocina sobre todo lo que no sabemos de la higiene de los bares que frecuentamos, podemos decir que Maestro, en el Bar de la Toñi que frecuenta El Maestro, también invita a la reflexión.

F: Efectivamente. La comida y la mierda están unidas por un hilo invisible. Y es invisible porque lo llevamos por dentro y son nuestras tripas. Así que donde hay manduca tiene que haber fiemo. Cuando te vas de tiendas sabes que aunque te compres unos pantalones o una blusa, si te da un apretón, la simpática dependienta no permitirá que uses los lavabos, si es que existen. Sin embargo, en los bares son una pieza clave del sistema, un templo de obligada visita, donde yacen transformados por la humanidad, los productos que se ofertaban en la barra. Una metáfora de la vida y una lección de lo fugaz de la existencia. Uno de mis primeros recuerdos en un entorno tabernario: un viejo bar en Zaragoza, cerca del Mercado Central, cuántas cosas interesantes pueden verse merodeando por esa zona, donde a mediados de los 80 acudí un día a tomar algo con mis padres, me imagino que sería el día del rastro que solían montar por allí y en el que llegado el momento hice uso del excusado. Tuve que acceder a él por una angosta escalera que descendía al interior de la tierra, y allí, rodeado de una luz mortecina y amarillenta, encajar mi pequeño cuerpo en una especie de hornacina en la que habían acoplado el inodoro,  minúscula incluso para un pequeño infante como yo. La consecuencia de aquella desastrosa instalación de sanitarios podía verse, e incluso oírse, alrededor de la taza y camino de ella, charcos inmundos, restos de heces secas, otros productos empapados. Solo la necesidad evitó que huyera de aquella especie de santuario fecal, de ara dedicada a dios sabe que deidad intraterrena. Y sin embargo, al volver a la superficie, una barra iluminada donde esperaban los escabeches, las salmueras, los rebozados, el humo de los cigarros que fumaban felices parroquianos y que la luz hacía brillar en graciosas volutas y sí, porquería por el suelo, pero qué porquería… chapas, palillos despuntados,  cabezas de gambas, migas, huesos de olivas, servilletas hechas un ovillo, ¡una puta patena comparada con el meadero!… todo en esta vida, como ese bar, tiene una parte oscura y oculta, apestosa y mugrienta, que no podemos ver en un primer momento, pero también una parte llena de escabeches y salmueras, gambas rebozadas y bebidas, una parte luminosa llena de volutas brillantes y ecos de conversaciones ajenas y pienso que en nuestra mano está, en cierto modo, elegir con cual quedarnos, oh, qué grandes enseñanzas nos dan los bares… qué dichosos recuerdos los de la infancia, cuando uno nunca pagaba la cuenta…

NM: También en El Maestro, los bares de barrio padecen la invasión gentrificante de los pijos en búsqueda de rarezas y autenticidad… aunque, bueno, en el caso del bar de la Toñi son ellos más bien los que padecen.

F: Es una pequeña venganza gráfica dirigida a papanatas como Bertín Osborne o Carlos Herrera y a sus simientes sociales, gente que finge el acento para codearse con el vulgo, señoritos chupagambas que disfrutan, claro, de ser servidos de productos populares exquisitos que pueden encontrarse en humildes tascas. Y cuya conexión con el pueblo que se las sirve termina cuando acaba su consumición y salen del local, a menudo y es lo triste, en loor de multitud. Entornos donde las princesas solo irían a cagar, y porque no les queda otra. Los bares de siempre, arrasados por la gentrificación y las franquicias, y en última instancia por los chinos, que todo el mundo sabe que son solo una avanzadilla de su gobierno para reventar nuestro sistema golpeando donde más daño puede hacernos como país: los bares.

NM: Viendo las visitas de El Maestro al médico, resulta inevitable pensar en lo que se deben de encontrar los sanitarios en su día a día.

F: Sin duda. Es una profesión a la que no podría dedicarme. En primer lugar por mi habitual incompetencia. Soy un incompetente responsable, que es lo peor que hay porque a la falta de pericia se le une la carga moral del trabajo mal hecho, el remordimiento de la propia impericia. Dar un diagnóstico supondría para mí un infierno, por la posibilidad del fallo y sus consecuencias. Lo de ver ojales mugrientos o genitales de pesadilla sería anecdótico.  Además de que hay que estar en constante reciclaje formativo. Y más a día de hoy con los virus y todas esas mierdas.  Máximo respeto para los sanitarios. Incluso para los que hacen mal su trabajo.

NM: Como en el cómic super heróico, El Panzer, El Maestro, el Tiki… ¿comparten un mismo universo? ¿se han cruzado en alguna ocasión?

F: Sí que se han cruzado. El Panzer protagonizó una aventura en el Tiki Bar. «De Vago a héroe» donde era acuchillado por un macarra al salir del Tiki Top-less con inesperados resultados. Sin embargo, el Maestro no ha tenido ningún crossover o como coño se diga con otras series, pero bueno, nunca es tarde. No descarto nada.

NM: Después de su estupendo cómic Nosotros llegamos primero ¿Ha pensado en retomar las historietas de mayor extensión y guiones más elaborados? ¿En qué está trabajando ahora?

F: Hace años que digo que estoy trabajando en «Yo le hice una paja a Franco», una epopeya científica en la época y con personajes de «Nosotros llegamos primero», pero dada la complejidad de la historia y mi gran respeto por el lector, todavía queda mucho para anunciar cuando verá la luz. Por lo demás las historias largas me producen un poco de rechazo. Me gusta más el concepto de tebeo de consumo rápido. Las historias cortas me resultan mucho más atractivas. El mercado actual del tebeo parece exigir productos depurados con lomillo, donde se paga más la tapa que la tripa. Entiendo que lamentablemente el mercado manda y al final no deja de ser un producto de consumo, ¿pero para quién?. Yo, aficionado al misterio, creo que hay un intento de llevar el tebeo todavía más al lado oscuro, de institucionalizarlo. ¿Por quién?, está claro. El tebeo es un arma poderosa, acaso el último territorio de libertad creativa real y absoluta. El tebeo está en gran peligro, amigos. No les engañen con oropeles ni buenismos. Manténganse alerta. Un abrazo

 

 

Texto de: Óscar Mendoza