La venganza y el desagravio pueblan el limbo por el que Electra, Clitemnestra u Orestes están destinados a encarnarse y revivir su tragedia. Matar y morir, el designio de los Dioses del que ni los personajes podrán escabullirse. El texto de Sófocles coloca los cimientos, pero el Demiurgo invisible de la interpretación, del movimiento, del fuera de campo e incluso del humor y el arrojo, condensan el sentido de la representación en su aquí y ahora. La actriz y directora Fernanda Orazi (Buenos Aires, 1975), Premio Godot a Mejor Dirección en 2023, versiona y dirige esta Electra de enjundia simbólica que está replicando en el Teatro La Abadía de Madrid el éxito de la pasada temporada.
Nokton Magazine: ¿Qué alumbra la tragedia que requieren nuestros días?
Fernanda Orazi: Leyendo, estudiando las tragedias… he descubierto algo. Hay un aspecto golpeador, que tiene que ver con esa especie de celebración de la tragedia. La sociedad actual no puede entenderlo bien porque es un poco más dramática que trágica. Somos de dramas íntimos y de identidad. La festividad de lo trágico tiene más que ver con la exterioridad del dolor, de lo terrible, del espanto… Es difícil entender en nuestros días cómo se puede vivir una celebración de la destrucción, de la conciencia trágica de la vida. A la vez está la alegría, la euforia. Las pasiones son muy extremas. Estamos acostumbrados a lo sentimentalista y no a esa efusión celebrada en el teatro. Es el modo bellísimo que esa cultura ha tenido para soportarlo. Me gusta mucho la capacidad de una comunidad de vivir esas dos palabras: Celebración y tragedia.
NM: ¿Prefieres no volver a los clásicos grecolatinos, sino que sean ellos los que se acerquen?
FO: Efectivamente, que nos hablen. Dejarlos conversar entre nosotros, escucharlos y hacerles existir, acogerlos como «lo otro». En general, cuando uno va a buscar algo, acude con todas las ideas. Saber lo que se busca significa tener unas preconcepciones. En la compañía huimos de ello. Así fue cómo ensayamos. A los chicos les propuse hacerlo vibrar entre nosotros y soportar también lo que no somos capaces de comprender.
NM: ¿Electra tiene el poder de purificar?
FO: Sí, desde que a nosotros nos abordase a través del humor. Cuando hay comedia la gente piensa que se está hablando de cosas ligeras y se banalizan las experiencias de la vida. Creo que el humor es algo que nos aborda y nos revuelve el estómago, un efecto de una conciencia trágica. Soportar lo trágico es concebir que el perdón igual no era una vía posible, pero sí existía la purificación. Las vías son radicales y violentas en algún sentido, como la comicidad, hasta el punto de reírnos en situaciones en las que nuestra lógica nos lo impediría.
NM: ¿Cómo se desviste a una heroína trágica de su efervescencia?
FO: Se aborda desde la festividad y la reivindicación del lamento. Electra afirma: ‘Yo no dejaré de gemir ni de lanzar mis amargos lamentos mientras vea la luz del sol…’. Me fascinó ya cuando leí el texto. Este es el acto estético y ético que Electra va a poner en el mundo como acción creadora. A ella le toca crear ese tipo de belleza. En escena, revivimos todo el tiempo a través de un signo de sufrimiento radicalmente jugado. Conmemorar el dolor es también vivificante, nos recuerda que estamos vivos. Es una manera en la que la vida se nos da a sentir. Para mí lo catártico de la tragedia está en celebrar todas las formas en las que se nos ofrece, aunque sean profundamente dolorosas. Vivimos en una cultura en la que se destierra el dolor. Un poco como lo que dice Nietzsche en El nacimiento de la Tragedia, cuando habla de Sócrates y entra en la lógica moral con el principio de no contradicción, en el que, si hay dolor, no hay alegría. Mató el espíritu trágico. Esas cosas eran parte de una misma experiencia, no se cancelaban.
NM: Has querido recuperar el concepto a través de un escenario vacío y un cúmulo de discernimiento emocional.
FO: Yo quería que actuara la situación de unos actores y actrices poniendo las palabras, obedeciendo ese texto y ese mandato. Como decimos en escena abiertamente, ‘estamos haciendo lo que está escrito’. Como si la obra fuese el destino que hay que obedecer con mucha claridad y contundencia, tal como sucede en la tragedia. Son actos: Acto de decir eso, de desplegar lo otro… Conlleva que los actores no puedan huir y, en el mejor de los casos, el espectador tampoco. Le estamos diciendo que si es un golpe que duele, aquí estamos para soportarlo todos juntos.
NM: ¿Pedís a la platea que se limpie de prejuicios y rompa todas las paredes?
FO: En realidad, más que romperlas, que no finjamos esas paredes. La escena es la escena del teatro, no la de Clitemnestra y Electra, por ejemplo. Tiene fuerza porque ocurre en lo público y lo público da lugar al pudor. Lo que hace existir la teatralidad es su exposición. Rompe toda posibilidad de hacer creer al espectador que eso está ocurriendo mientras ellos nos miran. Nosotros afirmamos que eso está ocurriendo ante la mirada de los demás.
NM: ¿Cuál es el núcleo de tu propuesta?
FO: El teatro. No quise tematizar la obra ni forzarla a tratar un tema de nuestros días. Dejo que el material me hable y me ponga en una posición incómoda, hasta de no poder soportar cosas que ideológicamente serían conflictivas. La fuerza de Electra está en asumir que nos estamos vinculando con algo que no somos nosotros. Eso que no puedo identificar conmigo ni con la actualidad, pero con el público como testigo y cómplice. No pienso en las lecturas del personaje, en individualizar tanto como para volverle individuo de esta época, con esa ilusión de realidad y de control tan desarrollado que tiene el ser humano. Me interesa muy poco mi época. Me fijo en lo que no conozco. He querido actuar lo que ahora no está actuando, lo que dejamos fuera y expulsamos porque no distinguimos qué es.
NM: Has trabajado mucho con Pablo Messiez. ¿Cómo ha repercutido en tu pensamiento escénico?
FO: Nos influenciamos mutuamente. Desde 2010 trabajo con él como actriz. Hablamos mucho de teatro, somos muy amigos, aunque nuestros montajes sean muy distintos. Yo entreno actores desde los 20 años, así que vengo dirigiendo hace mucho, pero en formatos y salas más pequeñas. Electra es la expresión del viaje que yo tengo desde mi trabajo como actriz, directora y entrenadora en la actuación.
NM: ¿Quién ha larvado más tu percepción de lo que es el teatro?
FO: Ciro Zorzoli, director argentino y maestro de actores. Formé parte de su compañía durante ocho años. Cuando me quedé a vivir en España en 2005, había venido de gira con una de sus obras. Nos pasamos años indagando sobre los procedimientos y la naturaleza de la actuación. Esta obra es la primera en la que trabajo con un texto previo, siempre he ido creando desde la escritura expresiva de la actuación en la escena. Es decir, de la interpretación como generadora de la escena, de la escritura, de la música, de los ritmos y de un sentido que no está en lo que el texto dice y cuenta, sino en cómo en la expresión redacta la complejidad de la trama. Supuso aprender a abrir capas y capas en el trabajo de la actuación y la dramaturgia. No intento hacer cosas rompedoras. Busco tocar todas las capas que soy capaz de ver en la escritura escénica. Es un objeto vivo, un animal que respira.
NM: ¿Qué procuras que quede en el espectador cuando se encienden las luces?
FO: Te juro que no tuve ninguna pretensión. Sencillamente no quería quedar a salvo de lo que hacemos en el escenario. Estuve trabajando mucho en el desenlace de la función, lo dejé descansar, hasta que veinte días antes de estrenar llegó con claridad. No buscaba que el cierre concluyera algo ni poner nada para calmar o embellecer. Debía ser mudo, que dejara aturdidos y confundidos a los espectadores. El texto original de Electra termina con un breve comentario que no me interesaba porque ahí no está la escena del asesinato de Clitemnestra. Necesitaba poner a prueba cómo actuar en la escena de un crimen y generar la sensación de desamparo. La madre de Electra se digna a morir, que es lo que le toca. Queda entonces la crueldad de la tragedia, pues la muerte nunca es cómo uno la espera.
El reparto de Electra está conformado por Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala y Juan Paños. La obra podrá verse hasta el 7 de enero en el Teatro La Abadía de Madrid, con función viernes y sábado a las 20h y a las 19:30h el domingo.