Decíamos hace un año, cuando aún no sabíamos exactamente la que se nos venía encima con la pandemia, que el feminismo vivía un buen momento en cuanto a políticas públicas, la celebración de reivindicaciones tan necesarias como históricas no dejaba lugar a dudas. Hablábamos de la aprobación de la reforma en el Código Penal para el “solo sí es sí”, dejando claro que no hay consentimiento cuando la víctima no haya manifestado libremente su voluntad de participar en el acto. Por otro lado, no habrá distinción penal entre abuso y agresión; un grito que llega desde las calles directamente, cuando salimos a protestar por la sentencia de la manada diciendo ”no es abuso, es violación”.
Lo cierto es que estos cambios traen aire fresco y prometen una sociedad más igualitaria que, por desgracia, necesitamos para seguir avanzando y combatiendo los machismos. Pero, un año después sabemos lo necesaria que es la Ley Trans, el derecho a la autodeterminación de género no debería suscitar tantos debates y polémicas y en cambio, aún a día de hoy, hay quien está en contra de esto. El feminismo no debería excluir ni dejar a nuestras hermanas trans atrás, dejar fuera a las mujeres trans es profundamente egoísta y solo se entendería dentro de un feminismo blanco, donde las que lo defiende se justifican en afirmaciones similares a las de la extrema derecha o a Hazte Oír con el famoso “los niños tienen pene, las niñas vulva”.
Quien quiera dejar fuera del movimiento feminista a las mujeres trans es que quiere reproducir lo que nos ha hecho el patriarcado a lo largo de la historia.
La importancia de los cuidados
Si algo hemos sacado en claro en todo este año 20-21 es que los cuidados y la salud mental tienen muchísimo más valor en nuestra vida cotidiana que otras cosas a las que les damos más importancia. Desde la crianza, hasta la vida en pareja, pasando por el bienestar de nuestros mayores… La pandemia nos ha hecho parar y darnos cuenta de la vorágine a la que estamos sometidos.
La conciliación, por ejemplo, sigue en el punto de mira y es que las que estamos cuidando y trabajando a la vez somos, sí, otra vez, nosotras. Desde la cuenta de Instagram de Malas madres lo relatan así: «Nos sobran los motivos para gritar que nos han abandonado, que las mujeres estamos renunciando, que estamos dando pasos atrás, que muchas están confinadas con sus maltratadores, que otras están costeando con sus sueldos las medidas de conciliación que no han llegado, que casi todas están cargando con los cuidados, que muchas están tirando la toalla. Nos sobran los motivos para gritar que estamos agotadas, que estamos HARTAS de sostener este sistema que no nos prioriza, que no nos pone en el lugar que debemos estar, arrastradas por un sistema que perpetua la desigualdad y el machismo porque enfrentarse a la realidad social, ponerle nombre, dedicarle presupuesto y ganas no interesa. Llevamos un año en el que nos han sobrado los motivos para hacer la revolución en la calle. Pero nos faltaba tiempo. Porque estábamos ocupadas, intentando sobrevivir como podíamos».
La igualdad en un sistema que no hemos creado nosotras no nos sirve en este caso, no queremos externalizar los cuidados, necesitamos estructuras que sustenten los procesos emocionales y fisiológicos, que nos acompañen cuando decidimos ser madres y que protejan la infancia.