De ellos han dicho que son blues en español que no suena a blues en español. También llaman a su estilo chatarrero, un adjetivo que cobra en este caso un significado literal; para muestra, ese barreño de zinc que siempre les acompaña. Hablamos, en cualquier caso, de blues, a secas, del de verdad; ése que un día te saca de debajo del sol implacable de Úbeda y te lleva a festivales del género por todo el mundo, hasta que terminas en un auténtico campo de algodón y con un premio Impala al mejor álbum europeo independiente del año bajo el brazo. Ellos son Perico de Dios, Carlos Jimena y Paco Luis Martos, o lo que es lo mismo, Guadalupe Plata, y este viernes 1 de mayo estarán en Daimiel (Ciudad Real), sobre el escenario de La Casa con Ruedas, con el cartel de todo vendido colgando desde hace varias semanas. Nokton Magazine ha hablado con Jimena, el batería, y nos ha enseñado un adjetivo nuevo que nos ha encantado: guadalupesco.
Nokton Magazine: ¿Cuántos kilómetros lleva ya Guadalupe Plata en la carretera? ¿Hacéis la cuenta?
Carlos Jimena: Bueno, no la llevamos. El otro día íbamos en la furgoneta, volviendo hacia Madrid, y nos salía alguna vuelta al mundo ¿sabes? Y tirando para abajo. Un montonazo, vamos.
NM: ¿Con qué viaje o concierto te quedas del último año?
CJ: Probablemente, me quedaría con el que dimos en Mississippi, en Clarksdale, en el Deep Blues Festival, porque, aparte de visitar una zona emblemática del blues del Delta (en esa ciudad está el famoso cruce de caminos donde dicen que Robert Johnson le vendió su alma al diablo), pudimos visitar la tumba del T-Model Ford. Estar allí en un campo de algodón y tocar en un festival como ése fue increíble, fue como un sueño.
NM: He leído que tuvisteis algún percance con la tumba, ¿invocasteis a algún espíritu?
CJ: No fue tan misterioso. Chris Johnson, dueño del festival, se dedica a coleccionar calcos de tumbas de bluesmen muertos. De esto que pones un papel, le das con un carboncillo y se queda el relieve, como se hacía con las monedas. Fuimos a Greenville, donde está la tumba de T-Model Ford, que hacía un año que se había muerto. Cuando descubrimos la tumba –porque ése era un cementerio como el de El bueno, el feo y el malo, que están todas las tumbas a ras de suelo-, Paco Luis (Martos, el bajista) llegó a la tumba, cogió un macetero y lo que parecía ser tierra en realidad eran unas hormigas caníbales y muy cabronas que nos estuvieron picando durante todo el tiempo que duró la operación del calco de la tumba. Por eso se habla de una maldición del faraón: estás perturbando mi descanso y te mando a las hormigas (risas).
NM: Ponéis títulos a las canciones, pero no a los discos, que siempre se llaman Guadalupe Plata. ¿Por qué?
CJ: Sé que le hacemos un flaco favor a las distribuidoras, porque tiene que ser un coñazo para ellas. Nos gusta buscarle un sentido a las cosas, y hasta ahora no le hemos visto sentido a titular un disco, porque realmente son una serie de canciones que no cuentan nada en particular. Tampoco lo descartamos, puede llegar un día en el que queramos hacerlo. También pienso que nuestros discos se hacen valer por el arte y el diseño, y pueden distinguirse bastante bien por ambas cosas, por las que apostamos.
NM: Habéis escogido como sencillo ‘Calle 24’, una revisión de una canción infantil… que en realidad es bastante tétrica. ¿Cómo llegáis a este revival?
CJ: Precisamente por eso: una cosa tan cotidiana, que se la oyes a las sobrinas, si te paras a pensar, te está contando una historia muy guadalupesca. Tiene el tema del gato, de las viejas, de la muerte… Y no deja de ser una canción infantil. Hemos tenido a bien cogerla, y esperamos que nos sirva un poco para que la nueva generación tome el relevo del blues desde pequeños.
NM: Además del pobre gato de la calle 24, hay otros en vuestras canciones. Habláis mucho de gatos negros, y de serpientes.
CJ: Sí, también hay ratas, serpientes, pájaros, algún perro…. Como puedes comprobar, nuestro bestiario es bastante escaso, pero es lo que nos gusta; siempre parece que sale mejor una canción nuestra hablando de una rata que de otro tipo de animal…
NM: Que de un unicornio, por ejemplo…
CJ: Sí, un pegaso no pega.
NM: ¿Sigue con vosotros el bajo que hicisteis con un barreño de zinc?
CJ: Viene con nosotros desde el principio. Paco Luis, el barreñista, está tocando también, tanto en los directos como en el disco, una guitarra fabricada por él. También toca una guitarra convencional eléctrica y un bajo eléctrico, pero, por supuesto, la estrella es el barreño, que es un barreño con un palo y unas cuerdas. Si tiras, suena más agudo, y si sueltas, suena más grave. No es nada misterioso.
NM: ¿Qué buscáis con estos instrumentos?
CJ: Realmente, tiene un sonido bastante peculiar. La guitarra nueva, por ejemplo, se aleja del tipo de guitarra que estás acostumbrado a oír. Ésta suena a cacharro, a algo que está vivo. Pasa lo mismo con el barreño, que las notas no son exactas. Aparte de esas peculiaridades, queremos reivindicar que no hace falta mucho dinero para poder tocar. La gente a veces se piensa que por tener una guitarra de 3.000 euros vas a tocar mejor y no es así.
NM: Os identificáis, entonces, con la denominación ‘blues chatarrero’, incluso en su sentido más literal…
CJ: Sí, mucho; la verdad es que del barreño se podría decir que es una buena chatarra, además, siempre tenemos historias con él en los aeropuertos. Sobre todo queremos que sean cosas que suenen, que estén presentes por sí mismas.
NM: En 2014 te llevaste un Premio de la Música Independiente por las fotos promocionales de la banda que tú mismo hiciste. ¿Fue por amor a la fotografía o más bien un yo me lo guiso yo me lo como en la línea del barreño?
CJ: En este caso, soy fotógrafo, y, desde el principio de la banda, me he encargado de hacer las fotografías promocionales, aunque también tenemos otros fotógrafos. Fue cojonudo lo del premio, es el segundo que gano en esa categoría y fue una especie de doblete. Siempre intentamos cerrar el ciclo por nosotros mismos, Pedro (Perico de Dios, guitarra y voz), por ejemplo, es el que hace los dibujos de nuestras portadas, pero no lo hacemos por cabezonería; si no lo conseguimos, buscamos gente de nuestra misma calaña: como la gente que nos hace los videoclips, como Beatriz Sánchez, que son gente que está igual que nosotros, de la cabeza.
NM: En sus inicios, el blues buscaba un sonido quejumbroso que evocara las penurias de los esclavos negros en América. ¿Vosotros también usáis la música para quejaros?
CJ: La verdad es que me lo han preguntado alguna vez, y nunca sé muy bien cómo responder. Nosotros tampoco hemos pasado muchas penas, no podemos ponernos en ningún caso al nivel del drama humano de esa época. Lo que sí es cierto es que a la hora de hacer música no renegamos de los costumbrismos de nuestra tierra, Úbeda (Jaén), como la Semana Santa o el flamenco, mano derecha del blues, y todas las músicas folclóricas hablan de las alegrías, pero también de las penas, es una cosa universal. Nos sale tal cual, porque expresamos lo que somos, desde que nacemos hasta ahora. Hay gente que le da su propio significado a nuestras canciones, como ‘Huele a rata’, que se le puede aplicar a muchos individuos, pero que cada uno escoja al que quiera.
NM: Hablando de la Virgen de Guadalupe, ¿le habéis pedido algo para este año?
CJ: No le hemos pedido nada, tampoco somos muy de pedir. Realmente, lo que nos vaya viniendo estará bien. No me atrevería a decir que estas cosas son mentira, por si acaso (hace una pausa para pensar)… bueno, igual deberíamos ir a visitarla al santuario
NM: Si vais, no levantéis ninguna maceta más.
CJ: No, no, eso ya te digo yo que no.
Fotos: Carlos Jimena / Nickie Divine.