Queridos músicos: aún queda esperanza. Aunque los discos parezcan ya un objeto de coleccionista. Aunque la industria se antoje como una selva a veces dispersa y eternamente emergente. Aunque cada día otra banda más se sume a la lista de los que se resignan a tomarlo como un hobby. Queda esperanza, y según afirman desde Mars Music Academy y La Granja de Tiza, la autogestión es el camino. Nokton Magazine ha hablado con los responsables de estas iniciativas, que trabajan para ayudar a músicos con pocos recursos a sacar adelante su carrera.
En ambas tienen muy claro cuál es la principal ventaja del yo me lo guiso, yo me lo como: el control. “Yo lo veo así”, nos explica Nacho Serrano, el “granjero jefe” de La Granja de Tiza, “si no vas a vivir de la música, al menos, ten el control total de lo que haces, no firmes nada que no quieras firmar y no permitas que factores externos influyan en cómo quieres tú hacer las cosas”.
Pero el inconveniente de la autogestión, señalan desde la escuela malagueña para artistas independientes Mars Music Academy, está claro: “no se puede hacer todo”. “Crear música ya es en sí una profesión, es normal que muchos músicos se desanimen cuando ven todas las tareas extra que tienen que hacer para finalmente verse en un escenario”, cuentan María Godoy y Ary B, las dos mitades de este proyecto. Esta academia nació, precisamente, “como una forma de cubrir esos huecos de conocimiento a los que no llegan los músicos, tanto si son autodidactas como si han acudido al conservatorio”. Aunque, ojo, autogestión no tiene por qué significar hacerlo todo tú solo. En estos dos proyectos no solo defienden la formación y el intercambio como armas para los artistas, sino también, y sobre todo, la colaboración.
Vencer el temor a delegar
“Los creadores, por lo general, siempre tenemos un punto de freak control. Pasamos tanto tiempo dedicados a ciertos proyectos que nos suele dar miedo delegar o que alguien, por participar en él, consiga que nos malinterpreten”, reconocen Godoy y Ary B. Pero en Mars, de cuyos cursos son profesores gente como Zahara o Rayden (en la imagen de arriba), piensan que, aunque las nuevas tecnologías permitan que los músicos abarquen por sí mismos muchas tareas del proceso de autogestión, llega un momento en el que “hay que poner la vista en delegar en otros profesionales especialistas en diversas áreas”. “Entendemos que, desde el principio, muchas bandas no tienen presupuesto para contratar a otras personas, pero es importante que, llegado el punto, sepan tomar esa decisión con los conocimientos y experiencia necesarios, y sabiendo cuánto podrán ganar si invierten en otras personas”, detalla María.
También en esa línea, la Granja de Tiza se define como un proyecto “musi-colaborativo”. Serrano, con quien ya hablamos a propósito del ciclo de conciertos Apericústicos, define así el objetivo de su plataforma: “Lo que hacemos es poner a los músicos en contacto con ilustradores, diseñadores, fotógrafos, realizadores de videoclips, estudios de grabación, managers, músicos de sesión y abogados, que les ofrezcan una solución a sus necesidades a un precio en el que se tenga en cuenta que la banda aún no vive de la música”. El granjero jefe señala que estas colaboraciones a veces se pagan con dinero y otras con intercambios, cuyo objetivo primordial es el de impulsar la carrera de todos estos artistas y profesionales.
Por ejemplo: si un grupo se hace una sesión de fotos con un fotógrafo, a cambio, ese fotógrafo puede pedirle al grupo que toque en la inauguración de su exposición de fotografías, cita.
“El siguiente paso es que todos valoremos el trabajo de todos”
Pese a que son proyectos nativos digitales teñidos de optimismo, ambos se resisten a dejarse arrastrar ciegamente por los cantos de sirena de Internet. Y aquí vienen los dos anglicismos que no pueden faltar cada vez que se habla del futuro y la sostenibilidad de la música: el crowdfunding o micromecenazgo y las reproducciones en streaming. Si empezamos por el crowdfunding, desde Mars Music Academy no consideran que ésta sea una herramienta que resulte útil para todo el mundo en cualquier momento de su carrera. Más bien creen que para dar este -casi- salto al vacío resulta vital tener una comunidad de fans que te apoye. Y Serrano, de La Granja de Tiza, piensa, por su parte, que la idea del micromecenazgo se ha ido pervirtiendo. Se refiere a esos casos en los que, después de contar durante años con grandes medios de promoción detrás, “artistas amparados por su discográfica de pronto deciden que serán sus fans quienes financien su próximo disco”. Esto en sí no le parece mal; el problema, nos dice, “es que entonces los verdaderos emergentes se quedan sin hueco ninguno en el crowdfunding, porque la gente financiará antes el trabajo de alguien a quien ya conoce de antes que el de alguien que de verdad está empezando”.
En cuanto al streaming, Serrano no confía en que los artistas noveles vayan a sacar nada en claro “económicamente hablando” de plataformas como Spotify o Deezer. El responsable de La Granja de Tiza critica la necesidad de intermediarios, la opacidad de sus datos de audiencia y búsqueda, y considera un insulto lo que pagan a los músicos. “Son buenas para acercar tu música a la gente, pero poco más; son más una herramienta de promoción que de ventas”, afirma. En Mars Music Academy coinciden en que streaming significa visibilidad, y puede resultar muy útil “si se emplea con criterio y originalidad”, pero recuerdan que, aunque hoy los músicos no necesiten demasiados recursos para que su material esté al alcance de todo el mundo, la enorme competitividad de la industria y la velocidad a la que se producen los cambios hace difícil que cualquier música destaque en el mar de contenidos.
Ambos proyectos detectan un panorama lleno de posibilidades, que demasiadas veces se torna disperso y no siempre fructífero en términos de beneficios y ventas. Serrano cree que en los últimos años se ha dado “un fenómeno muy curioso”. “Los avances tecnológicos han democratizado la música y han abaratado los costes de producción de los discos, pero la oferta musical es tan variada y amplia, y las ganas y necesidad de tocar en directo tan grandes, que los programadores de salas o festivales consideran muchas veces que no han de pagar a los músicos por los conciertos que programan. En cierto modo esto es la verdadera selva de lo emergente”, diagnostica.
Sin embargo, “aunque el consumidor de música esté un poco inquieto, está de más enhorabuena que nunca”, asegura, “el siguiente paso es que todos valoremos el trabajo de todos, y para eso trabajamos”. La supervivencia de la música, añaden desde Mars Music Academy, “se encuentra en la perseverancia”.
Fotos: omarsan (cc) / Alejandra Bueno (cc) / La Térmica.