Sin bondage ni ataduras, sin tramas conspiranoicas sobre el Vaticano, el diablo y los illuminati, sin tener que poner candados en puentes para demostrar amores, hace más de 400 años Miguel de Cervantes Saavedra escribió un best-seller. Una genialidad en prosa que cambió la historia de la literatura universal convirtiéndose, según los expertos y demás filólogos, en la primera novela moderna. Juan de la Cuesta, impresor al que el editor Francisco de Robles confió el trabajo, había previsto imprimir una tirada inicial de 500 ejemplares, aunque finalmente se editaron entre 1200 y 1500, unas cifras más que respetables todavía en nuestros días. Además, lanzaron seis reimpresiones el mismo año por culpa de la demanda, muchas de ellas llenaron parte de las bodegas de los barcos que partían para América. No había grandes hipermercados de venta de libros, pero seguramente lo podríamos haber visto colocado en las cabeceras de línea. Y 410 años después seguimos preguntándonos cuál será ese lugar de La Mancha que la memoria del autor juega con no recordar.
Pero los festejos de esta obra, que convirtió a Cervantes en un autor digno de ensalzar, incluso buscando su tumba removiendo los suelos de Madrid, ya tuvieron lugar, con gran éxito e ilusión, hace diez años. Ahora toca la sesión de homenajes de la publicación de la segunda parte de la obra. Porque no siempre segundas partes fueron malas y las andanzas del ingenioso hidalgo y su fiel escudero bien merecían un poco más de bola. Vale que quizás don Miguel se decidiera a escribirla por el éxito editorial y por la cantidad de imitadores que le salieron después tratando de hacer caja, véase el supuesto Alonso Fernández de Avellaneda que escribió una segunda parte por su cuenta y riesgo pero que mereció ser referenciada en la que saliera del puño de Cervantes, pero el reconocimiento no es gratuito.
Como ya quedó demostrado en el Año Greco de 2014, la calidad de la programación estructurada en torno a una figura clave es máxima, por eso la propuesta cultural que se nos hace sobre este aniversario de la publicación de la segunda parte del Quijote, rebautizada en su impresión como El ingenioso caballero don Quijote de La Mancha (dejamos a un lado al hidalgo), no se limita a la faceta literaria, porque Cervantes siempre se consideró dramaturgo y poeta (conceptos que en su tiempo venían a ser uno solo). Así podremos ver, recorriendo localidades de toda Castilla-La Mancha, espectáculos teatrales que recuperan el romancero, ópera, propuestas escénicas con el personaje del caballero de la triste figura como eje central, festivales de artes escénicas, etc.
La poesía y la música también estarán muy presentes en este cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, pero no nos olvidemos que esta obra y su antecesora son piezas claves de la literatura universal, por lo que la importancia de los libros y la lectura también tendrán su peso específico con programas de fomento de la lectura como los programas “Tu propio Qvixote”, que se centra en talleres de creación, ilustración y maquetación de relatos inspirados en el Quijote, “Tesoros de El Qvixote”, proyecto colaborativo de geolocalización de los espacios y monumentos emblemáticos que aparecen en las dos partes de la obra o el II Concurso de microrrelatos Qvixote. Sin olvidar las exposiciones como la que recorrerá los Archivos Históricos de todas las capitales de provincia manchegas aportando una visión sobre el contexto social y cultural de la época en la que se escribió la obra, la muestra de moda de los Siglos de Oro que recogerá el Museo de Santa Cruz de Toledo, la colección de obras que aparecen mencionadas en las dos partes de la obra y que acabaron secando el cerebro del protagonista “de tanto leer y tan poco dormir”, o la exposición sobre el coleccionismo cervantino que ya se puede visitar en la Biblioteca Nacional de España.
Un año para recordar que es bello ser un poco bastante Quijote para poder enfrentarnos a todos los gigantes, enemigos y aventuras que nos esperan.
Foto: Maria Grazia Montagnar (cc)