Los amantes de la novela negra son conocedores de que dentro del género existen a su vez diferentes temáticas; las de misterio clásico, las policíacas, las de true crime y, entre ellas, también las novelas legales. Es en esta categoría donde se encuentra El juicio, la primera obra del abogado británico Rob Rinder que consigue convertir el mundo judicial en un entretenimiento adictivo.
La historia comienza con la muerte de un reconocido policía al que toda la nación admira y, casi tan rápido como hace efecto el veneno que acaba con su vida, aparece un inexcusable culpable; Jimmy Knight. La defensa de Knight recae en el bufete de abogados al que acaba de entrar a trabajar el joven Adam Green, el verdadero protagonista de esta trama, que buscará hacerse un hueco profesional en el despacho a la vez que lucha por no revivir, a través del suceso de Knight, lo que ya vivió de pequeño.
Alrededor de Green se entreteje un elenco de personajes variopintos, desde su egocéntrico jefe a su excéntrica madre pasando por los diferentes trabajadores del bufete, como la abogada con la que compite con él por quedarse un puesto fijo, y del juzgado que va conociendo a medida que se dispone a buscar la verdad. Y la verdad no parece nada fácil de determinar en un caso en el que el acusado opta por el silencio y la presión mediática por los prejuicios. Por ello el viaje del lector junto a este becario de la abogacía se convierte en una experiencia casi propia en la que descubrir cómo funciona el sistema judicial y hasta donde pueden llegar las apariencias se transforma en un juego que engancha.
Que el autor sea un experto en la materia que además ha volcado parte de su carrera a la divulgación del derecho en diferentes medios de comunicación como televisión (donde también presentó el programa de telerrealidad Judge Rinder), radio y prensa, queda patente en la precisión con la que novela relata ese mundo de togas, estrategias y leyes que nos resulta tan lejano a la mayoría de lectores. Su estilo consigue que estés dentro de esa sala mientras los jurados dudan o el acusado se estremece.
Con una premisa de corte clásico en la que poco a poco se van conociendo diferentes pistas sobre el día del suceso y sobre la vida personal y profesional del fallecido, El Juicio aboga por ir desarrollando giros y enlazando tramas con calma, permitiendo replantearse cada escenario como debería hacer un abogado de élite. Porque al final es lo que nos atrapa de las novelas judiciales, esa parte en la que las explicaciones menos plausibles y los desarrollos inesperados se suman al misterio.