El Guernica reabre el debate: ¿fotos en los museos sí o no?

Visitantes observando el Guernica.
Visitantes observando el Guernica.
¿Entran los selfis dentro de la experiencia museística?

El Museo Reina Sofía ha tomado una decisión importante. Desde la llegada a la pinacoteca del Guernica de Pablo Picasso en 1992 ha estado vigente la prohibición de hacerle fotografías por parte de los visitantes. Ahora han cambiado la política permitiendo captar, sin flash, la icónica imagen lo que ha reabierto el debate, ¿deben hacerse fotos en los museos?

Desde que ha saltado la noticia las redes sociales se han lanzado al debate. Nadie duda de los motivos del museo para dar este paso que aduce que las nuevas generaciones se acercan a la realidad a través de la pantalla y que hacer fotos es un acto normal en todos los museos del mundo. Obviamente sin usar ningún tipo de palo selfi, trípode y por supuesto flash. Ya que este último sí puede dañar las imágenes causando que se estropeen los pigmentos. Pero detrás subyace otra cuestión que lleva tiempo en el aire, ¿de verdad necesitamos retratar con nuestros dispositivos las piezas que nos encontramos dentro de un museo?

El debate no radica tanto en la necesidad actual de tomar fotografías de todo lo que encontramos, capturar imágenes está en nuestro día a día y no es motivo de alarma. Sino del entorno interno del museo. El planteamiento de que la experiencia museística conlleva ofrecer al visitante unas sensaciones concretas, los bancos no están puestos al azar, ni los recorridos, ni si quiera los colores de los instrumentos no museísticos. Todo está pensado para que el visitante obtenga una experiencia completa y profunda en la que desde luego no se cuenta con la opción de que haya delante de él decenas de personas con el brazo levantado tirando fotos. Incluso, para qué vamos a negarlo, posando ante los cuadros hasta encontrar la toma perfecta.

Quizás nos hemos acostumbrado a titulares como este: «Casi dos horas de cola para un selfi con ‘La Gioconda’: «Hazte la foto y sal pitando»». Titulares que denotan que parte del público ha abandonado el seguimiento de la experiencia que el museo propone y persigue ser parte del propio museo capturando una instantánea en la que salga él mismo. Porque es cierto que pocas de las personas que vemos realizando fotos en los museos quedan fuera del plano. El protagonista de la fotografía no suele ser el propio retrato que cuelga en la pared, si no el personal.

Es probable que hacer fotos a los cuadros en sí no tenga ningún sentido, están disponibles en mucha mejor calidad en Internet. De hecho la mayoría de museos ha realizado un gran esfuerzo por llevar sus colecciones a la red y a las redes sociales con formatos muy interesantes en los que podemos disfrutar desde cualquier lugar el detalle de cada pieza y cargarnos de información sobre ella. Hay verdaderas joyas en cómo las grandes pinacotecas se han digitalizado. Esto está más ligado a los conceptos que Walter Benjamin abarcaba en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Y está muy lejos del concepto de selfi.

Si podemos disfrutar de las fotografías de los cuadros desde las páginas web de los museos, ¿por qué necesitamos fotografiarlas con nuestros propios dispositivos? Mayoritariamente podríamos decir que por salir en la imagen, por demostrar que estuvimos allí, por compartir la captura. Una de las teorías sobre porqué han crecido tanto los selfis radica en que es una herramienta para comprendernos mejor a nosotros mismos desde la perspectiva visual. ¿Necesitamos para ello hacerlo en un museo?

Cabe la posibilidad de que los museos que se creen de cero en el futuro ya cuenten con esta necesidad humana de hacerse fotos en ellos e incluyan esta acción en la experiencia museística. Como los pueblecitos turísticos han ido incorporando puntos de selfi en los que apoyar el móvil para que la imagen captada sea perfecta. Sin embargo, por el momento, la experiencia museística no radica ahí.