Ha llegado la hora de las escritoras nacidas en los ‘90. Comienzan a llenar estanterías de librerías, de forma muy lógica, porque su perspectiva necesita un espacio en el panorama literario. En El Gran Despertar (editorial Sigilo), el debut literario de Julia Armfield, encontramos precisamente eso; una serie de relatos que retratan la infancia y la juventud de esa generación entre Millennial y Centennial. Una generación reflexiva, sometida al imperio de la velocidad, a lo mediático, a una continua catarsis.
El Gran Despertar es además uno de los relatos que se encuentran en el libro, y con el que Julia Armfield (Londres, 1990) ganó el The White Review en 2018, y es una declaración de intenciones de su literatura. Gótica, rotunda, cargada de preocupaciones cotidianas. En este cuento la ciencia ficción surge de la mera realidad planteando ciudades insomnes en las que el Sueño es una persona más. Un ente que acompaña cada noche solo a quienes viven bajo el ritmo frenético de la ciudad. Que les acompaña en cuerpo y alma robándoles el descanso y ofreciéndoles simplemente más horas para ¿vivir?. Pero aquí esa carencia de sueño, y ese Sueño personificado, se mezcla con las revistas de actualidad, la búsqueda de una carrera actoral, y el tacto que persigue una joven que vive sola. Para la edición en castellano de esta recopilación de cuentos se ha escogido el título de El Gran Despertar, que no se ha usado en otros países, y aunque el cuento trate del despertar más literal el libro habla del despertar de la vida. Eso sí, desde una perspectiva que acaricia la literatura de terror.
Los adjetivos que pueden describir los nueve cuentos que componen El Gran Despertar son variopintos pero perfectamente hilados: gótico, fantástico, realista, monstruso, feminista, jovial, catárquico, queer, urbanita. En el propio texto se encuentran comentarios que pueden describir la obra “yo elijo historias que vienen en menos de 14 páginas y terminan en lecciones violentas”, comenta uno de los personajes. Un eco además de la literatura actual que parece volverse de nuevo al relato, a las historias breves que nos impone la falta de tiempo y la necesidad de cambiar constantemente de escenario y personaje.
Las lecciones violentas de El Gran Despertar no lo son desde la dureza ni la crueldad, sino desde esa pespectiva en la que los personajes se rasgan por dentro. Se descubren en si mismas y en la vida como jóvenes que son. Porque las protagonistas de estos cuentos tienen algo en común; se están descubriendo. Algunas son jóvenes quinceañeras que en lo que debería ser su tierna adolescencia mutan hacia lo monstruoso, en cuerpo y alma, mientras descubren la vida, los escarceos amorosos, los cuidados físicos que la sociedad reclama a las aún niñas. Otras acaban por revivir a su Frankestein personal, son zombies, vampiresas,o mujeres-loba. Todas están construidas con maestría. Los escenarios cambian, las vivencias también, es el salto a lo fantástico lo que las da poder.
Como dice la propia Julia Armfield en una entrevista: “Mundos enteros pueden existir al margen de un cuento sin necesidad de ser descritos”.