«Cuando leer es delito», de Daniel Carazo, un alegato postapocalíptico en favor del libro en papel

Daniel Carazo plantea un mundo sin libros en papel en su novela 'Cuando leer es delito'.

En un futuro no muy lejano, el Gobierno prohíbe la lectura en formato físico y solo es posible hacerlo en formato digital. ¿Por qué? Porque este es más fácil de controlar y manipular. Esto, que parece un titular de un diario sensacionalista, es la premisa en la que se ha basado Daniel Carazo (Madrid, 1972) para crear Cuando leer es delito, el nuevo thriller de un autor que merece mucho la pena conocer, tanto en su faceta literaria como en su profesión de veterinario y como esta se relaciona con aquella.

Encontrar inspiración es siempre una de las tareas más difíciles que un escritor tiene por delante. Y hay trabajos que son proclives a ello, con lo cual, eso que uno tiene ya ganado. Por ejemplo, si se trabaja en un juzgado y se escribe novela policiaca, encontrar buen material no debería suponer un problema; lo mismo ocurre, por seguir elucubrando, si uno se dedica a escribir ciencia ficción trabajando en un laboratorio. Pero la cosa se complica, a priori, en el caso de Daniel Carazo, veterinario de profesión que es autor del thriller Cuando leer es delito. Sin embargo, para él la escritura es una ventana abierta a un mundo de infinitas posibilidades, un medio en el que dejar volar la imaginación. «En mi trabajo escribo mucho —explica—. Quizá es eso, unido a mi pasión por los libros y mi afición desde siempre de intentar compartir con los demás mi modo de ver la vida, lo que me llevó a escribir novelas en vez de hacerlo solo por trabajo. Realmente no lo sé, porque también estaba la necesidad de encontrar una actividad que me permitiera desconectar y evadirme un poco del estrés diario, y la escritura me ha dado todo eso. Eso sí, fue empezar y ya no he podido dejarlo. En la escritura de ficción he encontrado un mecanismo de desconexión como no lo he conocido anteriormente; me gusta, me distrae, me relaja y encima me lo paso genial».

Cuando leer es delito ahonda en la tesis postapocalíptica del control de masas, una idea que siempre resulta atractiva para el lector, quien ya de por sí la siente más o menos cerca en su día a día. Por tanto, no es algo remoto con lo que haya que lidiar para que el público logre empatizar. No obstante, Daniel Carazo le da su toque personal, y es aquí donde consigue que su idea resulte más interesante. Como él mismo afirma, su último libro ha sido el más complejo que ha escrito hasta el momento: «Cuando leer es delito me parece la más madura como escritor por desarrollo de personajes, por la complejidad de la trama y por la forma de resolver todo lo que me propuse cuando decidí escribirla. Quizá en Asesinato en La Estrella me embarqué en un proyecto de resolución mucho más difícil con la aparición del narrador como un personaje más de la novela, pero, si miro el global de cada novela, estoy seguro de que Cuando leer es delito es la hermana mayor de todas ellas… Al menos hasta el día de hoy, porque el siguiente proyecto que tengo en mente, y al que estoy empezando a dar forma, me va a meter en un lío del que todavía no sé cómo voy a salir».

Una teoría muy interesante que aborda Cuando leer es delito es la del libro en papel versus el digital. Se trata de un debate que viene de muy lejos, y que parece haberse aplacado un poco por la enorme resistencia que el formato físico le ha planteado a lo que parecía el progreso lógico del sector; todo apunta a que este es uno de los pocos ámbitos humanos donde no somos tan seducibles por la tecnología como, por ejemplo, por el aroma del papel nuevo o el tacto del cartoné. Plantea Daniel Carazo una sociedad en la que el Gobierno prohíbe leer en formato físico, por ser el digital más proclive a la manipulación. Sin embargo, el veterinario y escritor madrileño tiene claro que el libro en papel aún tiene mucho recorrido por delante: «Hay un romanticismo en la lectura en papel que los que disfrutamos de ella intentamos transmitir a las nuevas generaciones, y eso asegurará su permanencia espero que bastante tiempo. Pero nada es infinito, y si además metemos el tema económico por medio, ya no me atrevo a ser tan tajante. El mercado literario al final tiene que ser rentable, cada vez está más saturado y los márgenes cada vez son menores. Creo que hay una realidad: la publicación en digital, a los precios que están los libros digitales actualmente, es mucho más rentable para las editoriales que la publicación tradicional, y al final son ellos los que invierten el dinero. Imagina que se elimina la impresión y la distribución… ¿Qué editorial, mirando solo los números, no lo firmaría ya? Por eso debemos luchar porque la parte emotiva y tradicional de la lectura en papel perdure generación tras generación».