Cristèle Alves Meira: “Aunque esté escrita como un cuento, ‘Alma viva’ se arraiga en la realidad”

Lua Michel, hija de la directora Cristèle Alves Meira, protagoniza el estreno en el largometraje de su progenitora
Lua Michel, hija de la directora Cristèle Alves Meira, protagoniza el estreno en el largometraje de su progenitora

Si el transitar del ser humano conoce acaso un instante onírico, permeable y mágico no es otro que la infancia, paraíso del que hizo patria Rilke, celulosa en boca de Ana María Matute. Hija de padres portugueses pero nacida en tierras galas, la directora Cristèle Alves Meira (Montreuil, 1983) encuadra su ópera prima en los profundos campos del Norte de Portugal, donde la superstición y el credo conjuran las lindes entre vivos y muertos. Allí donde, durante un árido verano, la pequeña Salomé auspiciará la sororidad femenina a través del singular lazo con su difunta abuela. Reconocida con la Mejor dirección novel en la Seminci y proyectada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, Alma viva cautiva con su relato atávico, documental y cotidiano; el que este año llama a las puertas de los Óscar y los Goya como la firme candidata de nuestros vecinos.    

Nokton Magazine: El origen de Alma viva es autobiográfico, pero solo una escena se ciñe literalmente a tu historia personal. Al volver sobre la película, ¿identificas autorreferencias inconscientes?

Cristèle Alves Meira: Para hacer esta película me reconecté con mi memoria antigua, la de mis antepasados, la de mi pueblo. Fue para mí una forma de sumergirme en esta cultura montañesa de la que vengo por parte de madre. Me sentí inconscientemente conectada con este recuerdo. Cuando escribo presto atención a lo que sueño porque creo que la imaginación es más rica por las noches cuando la mente se desconecta, cuando la razón descansa. Escribo mis sueños. Me guiaron mucho a la hora de crear el guión.

NM: La película posee un tono costumbrista y muy naturalista, así como sobrenatural. ¿Desde el principio querías que el filme tuviera una doble lectura, la que cada espectador prefiera asumir?

CAM: Necesito creer en las historias que cuento y mi gusto como espectadora se orienta hacia películas ancladas en la realidad, que abordan lo vivo. Sentir los efectos de la puesta en escena me saca de la historia y me impide dejarme llevar por la mirada del cineasta. Preciso que la gente crea en mis personajes, en su forma de hablar, en el universo en el que operan. Que casi duden de si se trata de una ficción o un documental. Alma viva está escrita como un cuento, pero se arraiga en la realidad. La cuestión de la fe está en el centro. La doble lectura es propia de la creencia. Hay quienes creen en lo invisible. Y hay quienes sólo creen lo que ven. La película se dirige a ambos.

NM: Trás-os-Montes es una de las regiones portuguesas más despobladas. ¿Hay en la película vocación de visibilizar a los olvidados del mundo rural?

CAM: Por supuesto. Quería hacer perceptible este entorno rural que con demasiada frecuencia es caricaturizado en la forma en que se cuenta o se sublima porque se filma de forma bucólica o exótica. Aspiraba a llevar a la pantalla los rostros, los paisajes, la forma de hablar de mi región siendo lo más cercano posible a lo que realmente son.

NM: El Norte de Portugal, como el Norte de España, está colmado de mitos, leyendas y supersticiones. El paganismo y la fe conviven en la vida cotidiana con naturalidad. ¿Esta espiritualidad es un legado?

CAM: Crecí en una familia que creía en los poderes de las plantas y los espíritus. Es un tema íntimo hablar de las creencias de uno mismo, incluso político. Me tomó mucho tiempo encontrar la manera correcta de abordar este tema. Tenía miedo de que me juzgaran o me malinterpretaran. Quería penetrar en estos espacios tan íntimos que son los momentos de los rituales, las oraciones y de conexión con lo incorpóreo. Pero también intentamos acercarnos a los hechizos, a las maldiciones que transforman las relaciones en una comunidad.

NM: La mayor parte del reparto está compuesto por actores naturales. Destaca la autenticidad en la interpretación de la protagonista, Lua Michel, tu hija. ¿Cuál es la clave para generar la atmósfera adecuada en la que actores profesionales y también amateurs den lo mejor de sí mismos?

CAM: No existe una receta para lograrlo. Creo que lo que más importa es la confianza y la actitud afectuosa que el actor profesional o no profesional necesita para brillar. Cuando miro a alguien, sea actor profesional o no, intento sentir ese milagro que provoca la cámara. Es increíble cómo puede transformar a alguien, engrandecerlo.

NM: Aunque no pueda ver con los ojos, el tío Dantas es el personaje más feliz y coherente. De sus labios escuchamos el proverbio hindú “Los vivos cierran los ojos de los muertos y los muertos abren los ojos de los vivos”. ¿Es la parábola de la película?

CAM: Sí, estoy de acuerdo, me gusta la idea de la parábola. Esta frase llegó bastante tarde en el proceso de escritura. Lo tomé prestado de una película de Charles Najman, Royal bonbon. Y descubrí que había sido citado en muchas novelas alrededor del mundo. El alma viva de la abuela sigue flotando en la última mirada de cámara de Salomé como signo de la presencia de los ausentes sobre los que quedan.

NM: Este mismo personaje afirma también: “Tarde o temprano, toda mujer independiente es acusada de brujería”. En una frase ha sintetizado el destino de las mujeres, repetida a través de la Historia…

CAM: No quería parecer intencionalmente didáctica ni demasiado directiva para el espectador. Pero me pareció importante hacer oír esta frase, resaltar lo que Salomé vive a su propia escala con la gran Historia de las Brujas.

NM: En tu trayectoria audiovisual la muerte es un tema muy presente. ¿Te provoca inquietud o más bien fascinación?

CAM: La muerte es un tema fascinante para el cine porque abre el campo de lo místico y lo esquivo. Es uno de los mayores misterios de la vida. Tiene esta capacidad de hacer aceptable la muerte, que es tan intransigente. Nos ofrece la posibilidad de observar más allá de lo visible, de cuestionar el lado secreto de las cosas. Mirar a los muertos desde la perspectiva de un niño significa tener la posibilidad de darle una dimensión naturalmente onírica, de aportar magia a las situaciones cotidianas, de romper el tabú que enmarca este tema. Como la mirada del niño no tiene filtro ni juicio, es libre de romper con las representaciones habituales.

NM: ¿Cómo ha influido la pertenencia, la conjugación de la cultura francesa y portuguesa, en tu mirada como directora?  

CAM: Esta es una pregunta difícil que intentaré responder, aunque no tenga ninguna certeza. Siento que la cultura portuguesa me influye de una manera intuitiva y emocional y que Francia me influye de una manera más intelectual y política. Para decirlo de manera más esquemática, siento que mi corazón se deja llevar por la cultura portuguesa y mi mente se deja llevar por la cultura francesa.

NM: En la última década, en España, han destacado las óperas primas de directoras que contaban historias iniciáticas desde la mirada infantil, como Verano, 1993 (2017), de Carla Simón, o 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola (2023). ¿Podríamos hablar de una nueva generación de mirada ibérica?

CAM: A menudo han comparado Alma viva con estas películas durante mis entrevistas. Sobre todo, observo que muchas veces en las óperas primas los directores elegimos a los niños como si necesitáramos reconectarnos con los recuerdos originales porque el cine también es terapéutico. La mirada ibérica que más me ha llamado la atención en los últimos años es la de Rodrigo Sorogoyen con As Bestas y Oliver Laxe con Lo que arde.

NM: ¿Qué sensación se experimenta cuando tu primera película es elegida para representar a todo un país, Portugal, en los Premios Goya y en los Óscar?

CAM: Me siento muy honrada porque es una película que me llevó casi diez años hacer. Estaba dirigiendo teatro y fue mi deseo de llevar esta historia al cine lo que me empujó a dejar la escena por la pantalla. Fue arriesgado. Tuve que convencer a mucha gente y hoy es extraordinario ver cómo la película da la vuelta al mundo. De una historia muy personal en un pueblo olvidado de las montañas portuguesas a algo universal. En este sentido, el cine es un arte total. Nos permite tocar el alma de la gente.