Pocos programas de televisión cuentan con el honor de un diminutivo propio. Cachitos de hierro y cromo (La 2 de TVE) ha pasado a ser, simplemente, Cachitos, apelativo cariñoso –y bastante gráfico- con el que sus espectadores se refieren a esta vuelta de tuerca al extenso archivo musical de la corporación pública. Un formato que ha resistido tres temporadas en el mismo horario que el poderoso Salvados (laSexta) y que el eterno Gran Hermano (Telecinco) y que acaba de inaugurar la cuarta los domingos a las 20.30h. Un viaje transgénero, trepidante y sin complejos por la historia de las actuaciones musicales de TVE, que ha tenido, además, un saludable efecto secundario: en cada emisión recuerda que, en la parrilla actual, la música en directo brilla por su ausencia.
Su director, Jero Rodríguez, y uno de sus guionistas, Pablo González Batista (los oyentes de Hoy empieza todo, de Radio 3, lo conocerán bien) explican a Nokton Magazine que, pese a emitir en una franja horaria tan reñida, raro es que la audiencia de Cachitos no duplique la cuota de pantalla media de La 2. Todo un triunfo para un programa que permaneció un año y medio guardado en un cajón después de que Rodríguez lo propusiera, hasta que alguien decidió que era una forma barata y vistosa de llenar un hueco de la programación.
Cachitos es la revisión que reclamaban, desde hacía tiempo, los collage de imágenes de archivo de TVE: hasta la irrupción en la parrilla del espacio conducido por Virginia Díaz los habíamos visto muchas veces, pero nunca así. Los famosos chyron –los rótulos con los ácidos comentarios que van hilando la narración del programa- funcionan como si alguien hubiese girado la cámara y ésta apuntase hacia nuestro salón, mostrando lo que, quizá, muchos espectadores exclamarían. Y encima, con gracia. En palabras de su director, “una montaña rusa de sensaciones musicales asociadas a un tema transversal”: la comida, el sexo, la política, las estrellas de las que nunca más se supo o las sagas cantoras.
“Se trata de desempolvar esas imágenes, de sacarle brillo a la nostalgia sin el punto casposo que pueda tener detrás para que cada uno, con sus condicionantes, lo disfrute de una manera diferente. Es una de sus características, casi de las mejores: Cachitos sienta en el sofá a tres generaciones distintas. Lo ven los nietos con sus abuelos y los padres con sus hijos, porque todos encuentran algo con lo que conectar, ya sea la nostalgia, la sorpresa o la risa”, reflexiona González Batista.
Una mirada cómplice al pasado
El objetivo de Cachitos es, por tanto, el de “recuperar el archivo, pero no tan resabiado, sino con una mirada cómplice, de 2015”, como indica su director. “Lo que menos me gustaba de los programas musicales de archivo era que una voz en off me explicara lo importantes que habían sido Los Brincos o Los Bravos”, confiesa. “Y lo que queremos es poner en solfa a varias generaciones”. Eso, y la mezcla sin complejos, porque, como en todas partes, los prejuicios, reconoce Rodríguez, también están presentes en el equipo del espacio. “Hay canciones que no nos gustan, pero encajan, y por eso las ponemos. Lo que yo quiero es estar viendo Cachitos y explicarle a mi padre quiénes son Astrud mientras él me explica quién es Juanito Valderrama”, resume. No repetir los cachitos musicales es una de las premisas; sin embargo, hay artistas que no lo ponen nada fácil. En el top 4 –TORP, lo llamarían ellos- de los más pinchados en el programa están Loquillo, Lola Flores, Peret y Dolores Vargas ‘La Terremoto’, un auténtico sismo de la rumba cuyo repertorio incluye canciones sobre toda clase de temas, con un ejemplo válido casi para cada episodio del programa. Incluso hay una sobre el peñón de Gibraltar, indica Rodríguez.
Fruto de la sinergia entre dos compartimentos de RTVE que a veces parecían estancos, la cadena de televisión La 2 y la emisora musical Radio 3, el equipo de Cachitos se compone de unas cinco personas en Sant Cugat del Vallés a las que hay que sumar a los guionistas, ubicados en Barcelona y en Madrid, que se ocupan individualmente y por encargo de cada episodio. González Batista explica que, una vez les es asignado el tema sobre el que tratará el programa, los guionistas piensan qué canciones podrían encajar con él y proponen una primera lista, de hasta 200 cortes (que, probablemente, se quedarán en unos 100), que envían al realizador. El requisito es que esas canciones hayan sido interpretadas en directo –o en playback– en algún momento de la historia de TVE. El realizador comprueba qué hay en la bodega y qué falta, y propone nuevas aportaciones, en un mano a mano entre el guionista y él que muchas veces culmina en “un programa distinto del que tenías en la cabeza”, relata. “Cada Cachitos no deja de ser una foto del momento en que lo haces. Si lo hicieras dos meses después, sería distinto”.
Todo ello, con el telón de fondo de las redes sociales, en las que la audiencia comenta, celebra, critica y aporta. El programa se convirtió en trending topic casi desde el principio de su emisión. “Muchas veces los comentarios en Twitter son mejores. Daría lo que fuera por colarme en los grupos de WhatsApp, para saber qué están comentando”, confiesa González Batista. Entre los seguidores de su cuenta de Twitter hay gente como la crítica de televisión Mariolla Cubells o el humorista y presentador Andreu Buenafuente, pero la social TV también tiene su cara B: el director explica que de vez en cuando les llueven los palos de los fans. Los de Rick Astley y Aha, por ejemplo, se tomaron bastante mal que los estos artistas fueran incluidos en la categoría ‘Perdidos’, es decir, aquellas estrellas de la música “desaparecidas en combate”. Parece que sus seguidores sí sabían dónde estaban.
“Nosotros también entramos en el juego de ver qué nos dicen”, admite Rodríguez. Una simbiosis que se basa, añade González Batista, en tomar en conciencia al espectador, y que alcanzó el summum en ‘Chyromanía’, el episodio en el que los rótulos de las canciones fueron escritos directamente por la audiencia. “Hay que estar a la altura del que nos ve, y recordar que es inteligente, tan listo como tú o más. La gente se siente interpelada porque hablamos su propio idioma”, señala.
“Siempre tenemos que buscar atrás”
Además de todo lo anterior, Cachitos ha hecho otra aportación a la parrilla, que tiene que ver, más bien, con una carencia: ha evidenciado que, si todo sigue como ahora, dentro de diez años un formato de archivo musical como el suyo será imposible. ¿Por qué? Porque las actuaciones en directo, como las que cada semana rastrea y selecciona su equipo, han desaparecido de la programación. “Desafortunadamente, siempre tenemos que mirar atrás”, reconoce González Batista, que hace memoria y recuerda No disparen al pianista (2007-2008) como “el último mohicano de la música en la televisión pública”.
Rodríguez lo confirma: la música no solo ha desaparecido de televisiones generalistas privadas, sino que incluso lo ha hecho de los canales culturales públicos como La 2 o Canal 33 (TV3). “En los últimos diez años se ha contraído una deuda: parece que la música no sea cultura. Existen espacios de libros, de arte, de ecología, pero la música solo aparece como un ornamento, como un complemento”, reflexiona, y cita los concursos de talento como un ejemplo en el que las canciones han pasado a ser un mero ornamento del reality show.
Guionista y director están de acuerdo en que Cachitos ha visibilizado que, sin embargo, existe interés en la audiencia por la música como contenido televisivo. “Los directores de programación decidieron que no tenía cabida en la parrilla, pero hay un público que la está esperando, incluso con pasión”, defiende González Batista. “Es una de las mejores cosas que nos llevaremos de Cachitos, que reabrió ese debate”, dice, y tira un guante: dentro de veinte años le gustaría seguir siendo guionista de un programa que, para sobrevivir en antena, necesita que no pare la música.
Fotos: Cachitos.