¿Qué pasa en Broadway?
Bueno, pasan muchas cosas. El epicentro mundial del teatro y los musicales (con permiso del West End), el reino de las luces, de los grandes carteles y las ovaciones ensordecedoras desde los patios de butacas. Un sueño para actores y una delicia para quienes viajan a Nueva York buscando historias épicas y pasiones literarias sobre las tablas. Todo esto pasa y lleva pasando desde el siglo XIX, cuando la ancha avenida que cruzaba la isla se salvó del nuevo plan de diseño urbanístico y empezó a concentrar teatros y conciertos de música negra. Así empezó la ciudad su idilio con la noche.
Asociada a su mística, a Broadway se le atribuye una especie de sensibilidad con los personajes teatrales más empoderados, aquellos que en las grandes producciones teatrales nos levantan del asiento porque se niegan a vivir arrodillados. Es el caso de Evita, de Rent o de Los Miserables, por citar algunos de los musicales más conocidos. Entre sus protagonistas, hay quien ha encontrado también claros referentes del feminismo más universal, como las presas de Chicago, la mencionada Evita Perón o las brujas de Wicked. La evidencia es rotunda y es importante tener identificados los roles feministas teatrales para repetirlos en el futuro, aunque existe el peligro de que su popularidad, extendida desde hace décadas, sea como los árboles que no nos dejan ver el bosque; es decir, que al tener a estos personajes femeninos tan encuadrados en un argumento ficcionado, nos olvidemos de que ellos en sí mismos representan a mujeres reales, que luchan diariamente porque el mundo sea un lugar feminista e igualitario.
Entre esas mujeres reales está Gloria Steinem, la activista y escritora estadounidense que, desde las páginas de sus memorias hechas bestseller, My Life on the Road (Mi vida en la carretera, editado en España por Alpha Decay), y de sus batallas constantes contra la desigualdad, ha defendido el feminismo en su país y fuera de él, siendo una de las responsables de la segunda emancipación de la mujer a mediados de los años sesenta. Con ella como inspiración, Broadway ha dado un paso más por visibilizar la lucha real y actual del movimiento feminista y el pasado 18 de octubre estrenaba en el Daryl Roth Theatre, en el Off – Broadway, Gloria: A life, una obra que repasa la carrera y biografía de Steinem y que abre directamente un debate con el público, algo tan necesario en estos tiempos populistas que vive América.
Pero en medio de tantas buenas intenciones, hay quien nos recuerda que no todo el mundo en Broadway ha hecho sus deberes con las mujeres. El pasado marzo, en plena incandescencia del #MeToo, la actriz Sienna Miller se animaba a comparecer en la Comisión Anual de la ONU sobre el Estatus de la Mujer para denunciar que la brecha salarial la había golpeado directamente cuando tuvo que rechazar un papel en una obra de teatro de Broadway porque le ofrecían menos de la mitad de lo que cobraba su compañero masculino.
Igualmente preocupadas por la desprotección y la injusticia que las mujeres llevan padeciendo históricamente en el mundo del teatro y del arte en general, desde la asociación Clásicas y Modernas nos recuerdan cómo todavía en 1980 apenas había mujeres trabajando en Broadway a excepción de las actrices. En ese año, ninguna directora había ganado aún un premio Tony y las directoras artísticas eran como las meigas en los principales teatros regionales de Estados Unidos. Fue durante una conferencia de la Asociación Americana de Teatro en San Diego en el año 1981 cuando un grupo de mujeres decidió hacerle frente a esta situación fundando la Liga de Mujeres Profesionales del Teatro. Desde 1986 y en la actualidad, cientos de trabajadoras de escena con diferentes perfiles profesionales conforman esta liga y velan por las oportunidades de la mujer en el mundo teatral. Su red profesional se ha extendido a otros países como el nuestro, donde desde 2016 opera la LMPT.
Volviendo a Broadway, allí siguen pasando cosas. Son cosas maravillosas que ninguna de nosotras debería perderse.
Foto (cc): Andreas Komodromos