Anna Carreño: “El teatro me sigue salvando”

Anna Carreño es una de las cuatro amigas escaladoras protagonistas de la obra "Fitzroy"
Anna Carreño es una de las cuatro amigas escaladoras protagonistas de la obra "Fitzroy"

Coprotagoniza uno de los grandes éxitos de la cartelera y reúne en saber y práctica la amplia paleta del ejercicio escénico. La actriz Anna Carreño se licenció como maestra, pero en su interior albergaba las piezas de un sueño. El mismo que ha construido personaje a personaje y que se ha hecho realidad cada noche frente a la platea del Teatro Maravillas (Madrid). Fitzroy se despide esta semana tras meses de aplausos, pero antes de concluir el ascenso, conversamos con una escaladora que no conoce el mal de altura.

Nokton Magazine: Afrontar el Fitzroy en cada función, ¿se vive como una prueba de esfuerzo o como una etapa de nuevas emociones?

Anna Carreño: Si tengo que escoger, elijo una etapa de nuevas emociones. Al final he cambiado de ciudad y no conocía a mis compañeras, pero debo decir que todo fue como la seda y las emociones son todas positivas. Estoy muy contenta, de verdad.

NM: En la obra, cuatro amigas comparten un reto, un sueño común, y como en todo grupo, cada cual aporta un rasgo de carácter. ¿Cuál dirías que es el de tu personaje?

AC: Laura es una chica sencilla, pero con temperamento. Tiene muy claro lo que quiere. En este caso, quiere subir a la cima. Como las demás, eso es cierto. Pero lo va a dar todo porque así sea. Han venido a eso, ¿verdad? Pues venga pa’ rriba.

NM: Desde enero has subido a las tablas del Teatro Maravillas junto a Amparo Larrañaga, Ruth Díaz y Cecilia Solaguren. Dicen que la experiencia es un grado, pero ¿cuál es el aprendizaje más valioso que ha surgido de esta sinergia femenina? 

AC: Realmente he estado aprendiendo a todos los niveles. En lo que a acting se refiere, porque es una pieza teatral de una sola escena. Con lo cual, estamos la hora y veinticinco juntas, en el escenario, sin poder salir de allí. Personalmente, este fenómeno me encanta: empiezo y termino sin desconectarme para nada de lo que está pasando. A nivel humano, estoy muy agradecida de que me haya tocado con ellas. Las tres tienen más experiencia que yo, en las tablas y en la vida. Y escucharlas cómo viven y ven el mundo es una gran lección. Nos decimos que nos queremos un poco ya (risas), y yo, que soy sensiblona nivel experto, me emociono. Son geniales.

NM: Has trabajado con grandes directores y autores. Aquí, la química entre Jordi Galcerán y Sergi Belbel vuelve a producir esa alquimia en la que las luces y sombras humanas fluyen y tocan desde la comedia. ¿Cómo describirías el proceso de trabajo con ambos?

AC: A Jordi, de momento, no lo conozco tanto. Pero me consta que ha seguido el proceso de cerca y estaba satisfecho. Así nos lo anunció después del estreno. ¡Me hizo muy feliz que le gustara el personaje de Laura que creamos con Sergi! Al final, lo escribió él. Con Belbel llevo años trabajando. De regidora, de adjunta de dirección y, ahora, como actriz. Estar a su lado es una de las mejores cosas que me han pasado hasta la fecha. Él lo sabe: trabajaré con él de lo que surja porque es un gran maestro. Todo está bien siempre. Profesional y tranquilo.

NM: No sé si la vertiginosa altura que uno imagina desde arriba se vive también desde una percepción interior. ¿Atravesando un espacio, metafóricamente tan distante, se pueden llegar a ver las cosas con mejor perspectiva?

AC: Por supuesto. Creo que coger distancia, ya sea hacia un lado u otro, te ayuda a ver las cosas de otra manera. No hay duda. Y es reparador y clarifica. Invito a todo el que pueda permitirse, y hablo de tiempo, no de economía, salir de su zona, que lo pruebe. Es una gran ayuda.

NM: Hacer posible lo (casi) imposible es una de las motivaciones del ser humano. ¿Cuál sería para ti esa cumbre a alcanzar al menos una vez en la vida? 

AC: Me pillas en un momento en el que tengo mucha suerte, pero soy muy consciente de que nada es para siempre. Y aunque sea inmensamente feliz haciendo teatro cada día, sé que esto termina. Y a saber cuándo puedo volver a trabajar de “lo mío”. Procuro vivir el presente. Pero lo que quisiera alcanzar es la calma: tener una casa (que ahora no tengo ni creo que pueda tenerla), que mi familia esté bien y sí, poder seguir trabajando de actriz o, al menos, en la industria teatral.

NM: Tu trayectoria abarca también la producción, la gestión escénica, la pedagogía teatral… ¿Sigue siendo una carrera de fondo para las mujeres cubrir determinadas metas? 

AC: Me parece que sí. Pero es que lo tengo todo: mujer y titiritera. (Risas) La vida ya es una carrera de fondo persé. Pero te dediques a lo que te dediques tienes que seguir luchando. Nadie creo que esté acomodado. También va con la esencia de la persona, supongo. Me gusta aprender cosas nuevas cada tanto, trabajar en nuevos equipos, abarcar y mejorar en todo aquello que se me pueda dar bien. Soy bastante culo inquieto. Por eso aprendí (sigo en ello) otros oficios e idiomas.

NM: Cuando se trata de una comedia, el mejor indicador es la risa del público. ¿Percibes que la risa difiere, que no es igual cada noche, como tampoco lo son los espectadores? 

AC: Efectivamente. Hay horarios y días. A veces, suele coincidir semana tras semana. Es curioso el fenómeno risas en una función. Tenemos mucha suerte porque el público se ha enganchado y nos acompaña desde el principio. Entran en nuestros juegos e historias y los sientes siempre cerca. Es muy emocionante ver cómo la gente pasa un buen rato. Creo que es precioso hacer reír a la gente, que puedan desconectar un ratito de sus malestares y destensar.

NM: ¿Cuánto necesitamos del teatro en una sociedad tendente al edadismo y el consumo?

AC: Llevo haciendo teatro desde pequeña. Empecé en el teatro de mi barrio, en Poblenou (Barcelona), y he subido a todos los escenarios que he podido. Ahora, junto con dos compañeros, tengo un teatro en Barcelona (Teatre Gaudí). El teatro me salvó y me sigue salvando de muchos malestares. No soy socióloga ni estudio el cambio de conducta en la población. Pero a mí… me gustaba más antes. Cuando vivíamos sin las obligaciones que nos marca ahora la tecnología. El teatro tiene otro tempo y otra escucha. Me parece que puede colaborar en la construcción de una sociedad más empática. Pero claro, eso es solo mi opinión.