Nave 73, el punto de encuentro e intercambio multicultural

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Entrevistamos a los tres responsables detrás del laboratorio de creación cultural.

Los inicios son bonitos. Ahora, sentados en la agradable y luminosa cafetería de Nave 73, en el número 5 de la calle Palos de la Frontera de Madrid, Alberto Salas, Álvaro Mayo y Rocío Navarro, emprendedores 24 horas, programadores culturales, diseñadores gráficos, periodistas, cocineros, camareros y responsables al final de todo lo que bulle en este laboratorio de creación multicultural, recuerdan los suyos como asociación. No hablan de aquellos años en los que todo parecía más fácil y menos necesario, sino del origen de un proyecto que se gestó en 2012 y que en un año ha pasado de idea/sueño/inspiración a una realidad que requiere dedicación completa.

Por entonces Alberto, que es el nexo de unión de este trío bien avenido, viajaba con Álvaro a Nueva York y ambos se emocionaban con las posibilidades de importar las naves de Brooklyn rehabilitadas para albergar espacios culturales. Rocío mientras trabajaba en Bilbao, ajena a las peripecias de sus futuros socios. Durante un tiempo, en el que las barreras fueron demasiado altas y los ánimos flaquearon, Nave 73 estuvo a punto de ser una casa en el campo, muy lejos de su ubicación final en el centro madrileño, ajena incluso a la insufrible normativa de la administración pública española. Cuando empezaban a ver la luz y su proyecto tomaba forma en una antigua imprenta industrial muy cercana a Lavapiés, otro viaje, esta vez a La Rioja, la tierra de Alberto, terminó con una visita a Bilbao, donde Rocío supo del proyecto y se unió casi de inmediato: «Con Alberto siempre he tenido muy buena química, desde que nos conocimos nuestras inquietudes han ido por el mismo camino. Pensé: ‘Me meto desde ya'». En julio del año pasado hacía las maletas y se instalaba en Madrid, en abril de 2013 los tres inauguraban Nave 73.

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La cafetería, el verdadero núcleo de inspiración de Nave 73.

500 m² de espacio, 60 reservados para la galería de arte. El resto se divide, tripas y almacenes aparte, en una cafetería de la que no querrías salir, dos aulas de formación y una sala de teatro con capacidad para entre 90 y 100 personas. Nave 73 ha nacido como un espacio versátil para actividades artísticas, sociales y comunicativas. En el marco del intercambio cultural este es un espacio en el que sugerir propuestas y materializarlas. Como resultado: teatro, música, artes plásticas, formación, ocio, ideas, improvisación, creación contemporánea, un todo en uno que se echaba en falta en la escena madrileña.

Nave social

Dentro de su programa formativo Nave 73 no solo incluye cursos propiamente artísticos. Una de las metas de este centro de creación es integrarse en el barrio, trabajar para la gente de la zona proporcionándoles un lugar en el que acercarse a la cultura. Con este propósito en la mente surgió el concepto Formación de calle que, como señala Alberto, aún está por llegar: «La Formación de calle está pensada para la gente del barrio, para que venga a hacer cursos», y cuando Álvaro añade que actualmente ya cuentan con uno de punto y confección, él se arranca entusiasmado a contar en qué consiste: «¡Es genial! Cada x días vienen unas señoras del barrio; 5 euros cuesta la clase con café incluido». Luego, más reflexivo, continúa explicando cómo están enfocando el componente social de Nave 73: «Intentaremos hacer eventos más sociales cuando tengamos más tiempo; por ejemplo mercadillos de segunda mano que incluyan alguna performance, para que luego a la gente le resulte más familiar este entorno».

En este mismo intento de airear los prejuicios y hacer la cultura y en concreto el teatro más accesibles, los precios de Nave 73 pisan el suelo con una serie de descuentos familiares y promociones orientadas a personas en paro, jubilados, vecinos del barrio, etc.  Sobre esto, qué precio ponerle a la cultura, los tres coinciden en que es una labor algo frustrante, y se abre un debate que daría para más de dos y tres artículos: «La cultura no es gratis», sentencia Álvaro, que además de empresario es actor y sabe de lo que habla: «Tiene que ser asequible, y nuestros precios están en la media. Pero hay gente que opina que incluso estos precios, mínimos, son elevados». Él, como sus compañeros, es consciente de que como ente cultural y privado, Nave 73 es «el nacimiento de muchas cosas; del experimento surge algo creativo, una identidad, un sello… Aquí hemos tenido compañías internacionales que han venido como han podido, les hemos puesto las condiciones que podíamos asumir, porque no hay ningún tipo de ayuda». Fin de la cita.

Punto de encuentro profesional

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Visitantes en el espacio para las artes plásticas de Nave 73.

Nave 73 es sobre todo y como señala Rocío Navarro «un punto de encuentro de diversas disciplinas culturales». Si las artes escénicas pueden considerarse el plato fuerte de su programación, este espacio tiene además cabida para jóvenes dedicados a la producción audiovisual y también a las artes plásticas. No pretenden ser una galería de arte – sería abarcar demasiado – pero sí convertirse en un lugar de referencia para aquellos que disfrutan con él y un escaparate de promoción para artistas emergentes. Algunos mandan sus portfolios vía mail o se presentan allí mismo a vender su idea, otras veces son Alberto y Rocío quienes los buscan y les ofrecen el espacio de Nave 73 para exponer su obra. En esta dinámica y desde que abrieron ya han pasado por allí hasta cuatro muestras distintas, entre ellas el exitoso Arte Químico de Fernando García Quintanilla o su primera expo colectiva, que aún puede visitarse en la galería. En cuanto al objetivo, creen que se está cumpliendo: «Ha venido gente de varias galerías, y parece que cada vez nos miran más como un espacio expositivo no convencional», comenta Alberto.

En cuanto a las artes escénicas, y aunque de momento no están lazando formación propia, Nave 73 es una vez más un sitio estratégico para la creación contemporánea. Por un lado, y como explica Alberto, «tenemos unas becas para fomentar la creación contemporánea de las cuales sacaremos la resolución el próximo 15 de octubre». Por otro, ceden su espacio a otros colectivos que ofrecen formación especializada en varios campos. Es el caso de Grumelot, la compañía de actores de Javier Lara, Carlota Gaviño e Iñigo Rodríguez-Claro que imparte cursos en Nave 73.

Próximamente

Si se pregunta a Rocío Navarro, Álvaro Mayo y Alberto Salas dónde y cómo se imaginan Nave 73 dentro de cinco años, primero se reirán pensando en todo lo que tiene que ocurrir antes de que eseIV-Americana_Celcit-España momento llegue. Luego, los tres se pondrán de acuerdo en afirmar que puede que para entonces, si todo continúa por el camino trazado, este laboratorio multidisciplinar sea un referente de creación e intercambio cultural. Nada loco ni atrevido teniendo en cuenta que en tan solo unos meses han elaborado un curriculum impecable: desde la organización durante el verano del I Festival Internacional de Teatro Clásico de Madrid hasta la presentación el pasado 26 de septiembre de su I Temporada Teatral (que tendrá lugar en octubre), una potente y completa apuesta por el teatro clásico, el experimental, la crítica social y la didáctica infantil que cuenta en su programación con obras como Monstruos en el armario y ogros bajo la cama, del dramaturgo venezolano Gustavo Ott; Barrocamiento, bajo la dirección de Fernando Sansegundo y Don Quijote: la historia secreta, una divertida producción para niños. Sin dejar de mencionar su participación en dos festivales de altura: la  IV Americana de Celcit España y Días Nórdicos, el primer festival multidisciplinar realizado en España dedicado a la escena cultural de los países nórdicos.

Fotos de Guti Serrano.