Hay otros mundos, pero están en este. En ocasiones, pueden aparecer entre las paredes de un pequeño piso de una pequeña ciudad de provincias; otras, en las habitaciones vacías de una mansión de dos plantas en Londres, a mil doscientos sesenta y cuatro kilómetros de las anteriores. Cualquier lugar es bueno para que se desarrollen, en especial, si las personas que los habitan están más predispuestas a mirar hacia otro lado que al interior de ellas mismas.
Luis Guzmán es de los que lleva su mirada muy lejos, siguiendo el rastro de las historias que, desde que era niño, ha escuchado en las cintas de vídeo de Cosmos, la serie documental de Carl Sagan sobre la evolución del Universo y de la cultura de la especie humana, planteada como medio de autoconocimiento. Luis ha construido un mundo que gira alrededor de un programa de radio, que no se emite más allá de las cuatro paredes del salón del pequeño piso de la pequeña ciudad de provincias en la que ha vivido con su padre. También intenta encontrar ese rastro de presencia extraterrestre en el pequeño círculo de personas con el que se relaciona. Busca seres superiores que, según él, ya viven en la Tierra.
Maximiliano Guzmán, sin embargo, se ha ido físicamente muy lejos de su padre y su hermano, fija su mirada en lo que ahora tiene cerca y parece no querer mirar más allá de las plantas que colecciona en su espléndido jardín londinense. Trabaja, viaja y tiene una esposa con la que no comparte nada de su vida anterior ni tampoco, en realidad, parece estar construyendo una propia.
Los dos hermanos Guzmán viven en universos que discurren en el mismo plano temporal, pero en mundos paralelos, y que volverán a coincidir tras el repentino fallecimiento del padre. Luis no puede vivir solo y Max regresará de Londres para hacerse cargo de él y se verá envuelto en el mundo paranormal que su hermano ha construido en su cabeza; en él, su padre sigue con vida y su desaparición se debe a que ha sido abducido por los extraterrestres. Esta teoría se verá refrendada por la llegada de una extraña a la casa familiar. En realidad, se trata de Clara, la mujer de Max, que, harta ya de tantas cosas que no conoce de la vida de su marido, decide buscarle y se encuentra con esto.
La abducción de Luis Guzmán está escrita y dirigida por Pablo Remón, fue su primera incursión en el mundo teatral, se estrenó en el festival Fringe de 2013 y al año siguiente se publicó dentro de la colección Teatro Autor Exprés de la Fundación SGAE. Debido a su buena acogida por parte de la crítica y el público, ha tenido un largo recorrido en diferentes salas, hasta que ha recalado ahora en el Teatro del Barrio, unida al reestreno de la segunda obra de Remón, 40 años de paz, que se presentó en el Festival de Otoño a Primavera de 2015. Ambas comparten elenco casi al completo, añadiéndose en la segunda obra a los habituales Ana Alonso, Francisco Reyes y Emilio Tomé, la argentina Fernarda Orazi.
Pablo Remón ha trabajado durante años como guionista. Suyos son los guiones de Todo un futuro juntos, Mala cosecha, No sé decir adiós, El perdido, Circus, Mundo fantástico, Casual Day y Cinco metros cuadrados. En 2013 fundó la compañía teatral Teo Magaña para estrenar esta tragicomedia familiar, con tintes paranormales, y confiesa que cada vez le está cogiendo más gusto a la escritura dramática por el gran poder que la palabra tiene en ella, lo que le permite ir mucho más allá que en el cine, por supuesto, trabajando codo con codo con unos actores que se nota que confían plenamente en él, respetan su texto hasta la última coma y dan vida de una forma increíble a unos personajes que parecen difíciles de encarnar cuando lees la obra.
