Nirvana Day: de la religión de Buda a la de Kurt Cobain

Nirvana Day: de la religión de Buda a la de Kurt Cobain
El budismo defiende que la muerte no es el fin; el mito ‘grunge’ creía que existir no siempre significa estar vivo.

Cada 15 de febrero muchos budistas celebran el día del Nirvana, una festividad que recuerda la muerte física de Buda, el momento en el que, así lo creen sus seguidores, éste quedó liberado del dolor de la existencia física. Desde este año, los habitantes de Hoquiam, en Washington, celebrarán, cada 10 de abril, otro Nirvana Day, dedicado, en este caso, al grupo homónimo que revolucionó el grunge en los 90 y a su líder, Kurt Cobain, un mártir posmoderno que en 1994 abandonó, con la ayuda de una escopeta, el tortuoso camino de su existencia.

Hoquiam no es el lugar de nacimiento de ninguno de los miembros de Nirvana. Sin embargo, su alcalde, Jack Durney, quiso aprovechar el vigésimo aniversario de la muerte de Cobain y el hecho de que éste y Kris Novoselic residieron un tiempo allí para celebrar el honor de contar, al menos, temporalmente, con dos vecinos que cambiaron la historia de la música.

Cobain nació en Aberdeen, a unos 6,5 kilómetros de Hoquiam, y allí también existe un Kurt Cobain Day, a pesar de lo que éste dijo en vida de su patria chica: que “era una ciudad totalmente aislada” y “un lugar que ponía los pelos de punta”. “Solo tenías que salir de ahí para que se te abrieran los ojos, la gente era tan cuadrada… ¿Cómo no íbamos a ser diferentes a ellos?», manifestó Cobain.

En busca del Nirvana

Nirvana Day: de la religión de Buda a la de Kurt Cobain

Tras su muerte, Cobain dejó tras de sí un séquito de fans casi feligreses, un imprescindible legado musical y una insólita filosofía de vida. El artista se definía como agnóstico; sin embargo, se mantuvo siempre a caballo entre la provocación y la llamada de socorro espiritual, entre el hastío más mundano y el anhelo de una paz mística, hacia la que quiso encontrar un camino pese a las dificultades que el mundo le ponía para conseguirlo.

Cobain explicó en alguna ocasión que decidió llamar Nirvana a su banda porque quería un nombre “bonito, que sonara fuera de lo común”. Escogió, entonces, el término que algunas religiones de la India emplean para referirse a la liberación total del sufrimiento, de la conciencia individual y de la reencarnación. Algo que los budistas alcanzan a través de la meditación y la iluminación, pero ¿cómo lo alcanzaba Cobain?

Las drogas eran, muchas veces, su particular modo de llegar al Nirvana: “Bajo el efecto de las drogas no te importa nada, sólo quieres aislarte del mundo y conseguir una paz interior que no se consigue en estado normal”. Cobain luchó contra la depresión durante gran parte de su vida y confesó varias veces que, para recuperar el entusiasmo, necesitaba sentirse “algo drogado”. “A veces desearía tomarme una pastilla que me permitiera distraerme con la televisión y disfrutar con las cosas simples de la vida, en vez de ser tan crítico y esperar auténtica calidad en lugar de porquería”, se lamentó en otra ocasión.

El consumo de sustancias parecía, a veces, la única barrera efectiva contra el sufrimiento que le provocaba el mundo. Sin embargo, el músico nunca hizo una apología sin matices de las drogas, y confesó que éstas constituían una parte de su vida de la que no estaba nada orgulloso.

Entre el miedo y el deseo de la muerte

Nirvana Day: de la religión de Buda a la de Kurt Cobain

“No sé dónde voy, sólo sé que aquí no puedo estar”. Es otra de las citas que se atribuyen a un hombre que se acercó al abismo en varias ocasiones antes de precipitarse por él. Apenas un mes antes de su muerte, su entonces pareja, Courtney Love, denunció, a su paso por Roma con motivo de una gira, que su marido se había provocado una sobredosis de champán y flunitrazepam para provocarse la muerte.

Antes del trágico final definitivo de Cobain hubo algunas intentonas, aunque la versión de los hechos se ha visto siempre enturbiada por los rumores sobre la destructiva relación que Love y Cobain mantenían. El 18 de marzo de 1994, la ex líder de Hole llamó a la policía asegurando que su marido se había encerrado en un cuarto con un arma y que amenazaba con suicidarse. Cuando los agentes llegaron, Cobain replicó que solo se había escondido de su mujer.

Más allá de las dudas que siempre ha despertado la versión oficial de su fallecimiento, la muerte era un leitmotiv en el discurso de Cobain, que demostraba tanto un intenso temor como una serena conciencia de la misma. El mundo está lleno de religiones que intentan que la muerte parezca menos dolorosa, menos temible de lo que siempre le ha resultado al ser humano. El budismo es un ejemplo: la muerte, en su filosofía, no es algo a lo que temer demasiado, porque no significa el fin de la existencia.

A veces, Cobain lo sentía así, como cuando afirmaba que ya sabía que iba a sobrevivir a su cuerpo: «Mi memoria existe, mi recuerdo vivirá siempre y mi música en la gloria será la salvación del maldito infierno donde habitamos», sentenció. Otras, en cambio, se confesaba asustado por algo que siempre sintió al acecho: “Tengo miedo de morir ahora porque no quiero dejar a mi mujer ni a mi hija». «A veces siento como si la gente quisiera que me muriera para que así se cumpliera la clásica historia del rock», se quejaba.

Pero si de algo sí estaba seguro el músico era de que existía algo aún peor que la muerte, y eso era la muerte en vida. «La vida es la paz de nuestra alma”, decía, “sin una cerca de la otra, solo está la muerte de nuestro ser». En eso se basó su religión; si bien el budismo defiende que la muerte no es el fin de la existencia, Cobain sabía con certeza que existir no siempre significaba estar vivo.

Fotos: Adam Rifkin (cc) / seattlewhat (cc) / ppfaceannagrace (cc)