Carlos Vermut: la gallina de los huevos de chocolate

¿Por qué nos gusta tanto Carlos Vermut? Análisis de la obra del director español de moda.

Carlos Vermut vuelve al largometraje con Quién te cantará, un filme del que aún se sabe muy poco pero que contará con un elenco lleno de mujeres con talento como Natalia de Molina, Najwa Nimri, Eva Llorach y Carmen Elías. Analizamos aquí la filmografía de un director que es de todo menos común:

‘Dame lo mismo…¡pero distinto!’. Con esta frase lapidaria comienza uno de los capítulos del libro ¡Salva al gato! (Alba Editorial, 2010), cuyo responsable ha sido uno de los gurús de la escritura de guion, Blake Snyder (1957-2009). La base de ambos no deja de ser cierta, pero tanto sentencia como ensayo funcionan a modo de apología de las inquebrantables reglas sagradas de la estructura clásica de guion, en las que se hace patente el desprecio del escritor por una innovación que afecte a la propia estructura del mismo. Su “distinto” hace referencia a su capa más superficial, pues asegura categóricamente que modificar el armazón interno está abocado al fracaso. Por tanto, quizás la frase más adecuada para reflejar las ideas de Snyder sea “Dame lo mismo…¡pero distinto!…para que siga siendo lo mismo”.

Encasillar películas en géneros responde al constante afán del ser humano por ordenar el caos. Con ello, se obtiene la (falsa) sensación de control del que sabe lo que va a encontrarse o lo que puede esperar. Una tendencia quizás necesaria, pero que ancla a la espectadora a su apacible pero monótona zona de confort. En este aspecto, Snyder defiende que, para poder innovar en un género, primero se debe conocer sus reglas, códigos y estándares. En este sentido, Carlos Vermut saca matrícula de honor. Sin embargo, es su espíritu inconformista el que lo aleja de las enseñanzas del guionista estadounidense y revoluciona esos dogmas, sin por ello abandonarlos: su cine es fácilmente clasificable y cumple todos los requisitos comentados, pero no genera tranquilidad. Así, pues, sus dos largometrajes (Diamond flash (2011), Magical girl (2014)) se instalan en el thriller, conjugado con el cine negro moderno (neo-noir). En ellas, todo es reconocible, todo es asociable a otras películas. Nada llama la atención per se, y, sin embargo, nada termina de encajar. Todo es cotidiano, y, al mismo tiempo, tremendamente turbio. Si esto se debiera a lagunas de coherencia interna, la sensación sería de indignación. Al tratarse de propuestas perfectamente cohesionadas y totalmente consecuentes consigo mismas, lo que aparece es una constante sensación de incomodidad, que nunca oprime, pero en la que la tranquilidad queda descartada.

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Ángela Boix y Rocío León en un fotograma de ‘Diamond Flash’ (2011).

Nada de esto es casual. En palabras del autor, “Es divertido romper lo rígido de las estructuras, alterarlas, para generar una reacción en el espectador”. En sus manifestaciones orales y cinematográficas se advierte un afán manipulador. El director madrileño juega con su audiencia, actitud que recuerda a la de Michael Haneke (Funny games (1997), Caché (escondido), (2005)). Sin embargo, difieren en sus intenciones. Si bien la manipulación del director austriaco se establece como medio para alcanzar una reflexión moral (nunca moralista), la del director español es puramente cinematográfica.

Vermut retuerce los esquemas de género, estira sus códigos y cuestiona las expectativas que éstos generan. El resultado de su trabajo provoca incomodidad, pero no la fabrica. Ésta, sin embargo, nace en la mente del espectador, extrañada de no recibir su dosis de estándares cinematográficos.

Pero semejante grado de incertidumbre en sus historias pasa por una conjunción de estilos natural y unas digresiones de género que permanezcan dentro de los límites de la verosimilitud (al menos, cinematográfica). Y ocurre. Sobre el papel, sus secuencias son absolutamente cotidianas y perfectamente creíbles, pero nunca es lo que cabe esperar. El elemento más llamativo de esta tendencia probablemente sea los diálogos, decididamente impactantes. Esta situación alcanza su máximo exponente en Magical girl galardonada con la Concha de Oro a la mejor película y la de Plata al mejor director en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián. En ella, la imposibilidad de predecir la siguiente línea de diálogo de cada personaje genera en el público una constante expectativa ante lo que va a suceder y una renovada sorpresa frente a cada frase pronunciada.

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Bárbara Lennie en ‘Magical Girl’ (2014), papel que le ha valido el Goya 2015 a la mejor actriz.

Esta atmósfera enrarecida termina de redondearse con su malsano humor negro. Si bien siempre presente, ese tono ha ido sofisticándose a lo largo de su corta carrera, pasando del más burdo en el quiebro final de su primer corto, Maquetas (2009), al ‘apestoso’ clímax de Diamond Flash y a la mala leche que supone jugar a frivolizar la violencia machista también en su ópera prima. Ya en su tercer cortometraje Don Pepe Popi (2012), posterior a su primer largo y con el dúo cómico Venga Monjas de protagonistas, deshace el límite entre la comedia y el drama. Y, nuevamente, la mayor depuración tonal hasta la fecha aparece en su último trabajo: con Magical girl plantea sugerentes situaciones y deja que sea la audiencia la que decida si le resultan cómicas o dramáticas. O las dos cosas.

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El dúo Venga Monjas, en un fotograma de ‘Don Pepe Popi’ (2012).

Como dibujante de cómic que es, estudió ilustración en la Escuela de Arte número diez de Madrid, la tentación de convertir sus películas en 24 viñetas por segundo parece irresistible, pero Vermut es consciente del medio en el que transita, por lo que la influencia del noveno arte se instala en la historia (una vez más, especialmente en su última obra). Unos relatos que, aparte de verosímiles y cotidianos, podrían considerarse costumbristas. En su cine se palpa una esencia puramente española, que es suficientemente inteligente como para huir del tópico de la España cañí . Un encuadre en el que se aglutina la violencia machista, la crisis y la corrupción, quizás no exclusivas de este país, pero posiblemente las tres mayores lacras de esta sociedad. Sus estructuras soportan matices más característicos, como unas judías con chorizo a ritmo de indie (Rompehielos, de Los Eterno), una extorsión tramitada en la Constitución española o el difícilmente explicable odio a todo lo que tenga que ver con la comunidad murciana (Michirones, (2009)).

La manifestación más explícita aparece en su último film, una reflexión sobre la sociedad española, que vive, como el propio cine de Carlos Vermut, en constante conflicto entre lo racional y lo pasional. Sus películas, al igual que sus personajes, mayoritariamente femeninos, son contradictorias, complejas y tienden a la autodestrucción, pero, ante todo, realmente ofrecen lo mismo…¡pero distinto!

Enlaces de interés: Entrevista a Carlos Vermut.

2 Comentarios

  1. says: Once Onces

    -lo mejor que el cine español ha hecho…nunca.
    -Pero, ¿Y Alien el octav….ah, español, VALE.
    Almodovar ha muerto, viva Carlos Vermut.

  2. Bravo por el artículo, muy completo! Solo con hablar de Blake Snyder y "¡Salva al gato!" ya me había emocionado. Eso sí, aunque veo clarísima la comparación con Haneke, no termino de ver eso de que la intención de Vermut sea "puramente cinematográfica".

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