Los amantes del género policíaco somos unos suertudos. Es así. La novela negra nunca decae. Siempre hay títulos recién salidos en las estanterías de novedades que se entremezclan con cientos de clásicos igual de apetecibles. Por ello no es de extrañar que algunos libros publicados hace décadas y cuyo boom de novedad ya quedó más que obsoleto se sigan recuperando para hacer las delicias de los lectores del género.
En este caso hablamos de la colección Los clásicos de la novela negra de la British Library, publicada por Duomo ediciones, en la que se recuperan títulos británicos de la primera mitad del s. XX como Misterio en Londres (Mary Kelly), El caso del escritor desaparecido (E.C.R. Lorac) o Crimen en Cornualles (John Bude), entre otros.
Lo que comparten estas novelas, además del misterio por resolver, el ingenio en la trama y unos detectives muy particulares, es el hecho de devolvernos a esa sociedad británica de principios de siglo en la que cada escenario y cada diálogo traslada al lector a un ambiente cargado de realismo y actualidad social.
Dentro de la colección hemos leído Muerte de un librero (Bernard J. Farmer), una obra que pasó un tiempo descatalogada y ahora regresa para llevarnos al Londres de 1956 y más concretamente al entorno de los tratantes de libros, los libros raros y las codiciadas primeras ediciones. Esta premisa del libro en el que los libros son protagonistas ha regresado de hecho durante los últimos años a las tendencias literarias, y es que es difícil que un lector no disfrute leyendo tramas próximas a la metaliteratura.
En concreto en esta novela el sargento Wigan se encarga de investigar la muerte de Michael Fisk, un tratante de libros y amante de lo paranormal que además se había convertido en su amigo y su maestro en el universo de los libros raros. La trama avanza como cabría esperar, con múltiples sospechosos, pistas difíciles de indagar y muchas conversaciones sobre los propios libros. Y, además de la pura investigación en la que van apareciendo personajes del mundo literario realmente bien tratados y construidos, se incluye también una trama judicial. Lo que acerca más al lector a la sociedad de mediados del s.XX en donde la condena a la horca todavía estaba a la orden del día.
Muerte de un librero es una novela de formato clásico que permite ir jugando a adivinar quién será el asesino a la par que nos introduce en un fascinante ambiente repleto de secretos y títulos desconocidos. El propio Wigan es un investigador que duda, que quiere ir siempre un paso más allá, que no se deja convencer por lo que parece real a simple vista. Y es esto, junto a las peculiaridades de cada sospechoso entre los que se incluyen femme fatales, empresarios despiadados o vagabundos, lo que consigue que el libro sea realmente atractivo para los amantes del género.