Si algo tiene de interesante el escaparate como concepto es la multiplicidad de connotaciones que se reflejan en él. Normalmente asociado a tiendas y centros de consumo, un escaparate no deja de ser un expositor a la vía pública de aquello que queremos vender. Sí, vender; lo que por otra parte, es legítimo, necesario y real. Pero, por suerte, descontextualizar las cosas nos permite también redimensionarlas, y el escaparate, a lo largo de los años, ha visto evolucionar su mera y primigenia función para acabar siendo mucho más que un reclamo de ventas.
Así, este habitáculo con vistas a la calle y protegido de una cristalera, se convirtió en los años 60 en el espacio perfecto para exhibir las obras del pop art, siendo Andy Warhol, entre otros artistas, uno de sus grandes defensores para este fin. Tenía sentido: si para Warhol y sus coetáneos la obra de arte era fruto de la sociedad de consumo, qué mejor sitio para ella que aquel que invitaba a consumir activa, casi compulsivamente.
En Madrid, el año pasado y con motivo de la celebración de AfterARCO, los escaparates de El Corte Inglés en la calle Preciados fueron intervenidos para replicar aquel marzo de 1965 en el que los escaparates del mismo centro comercial en Barcelona se llenaron de las obras de seis artistas de vanguardia. Mientras esto sucedía en 2014, otro evento artístico de la capital trabajaba ya con el escaparate como centro de operaciones. Hablamos del festival Franqueados, que esta semana celebra su tercera edición (0.15). Sobre esta forma de concebir el arte, entre productos de consumo, casi tan accesible como efímero, hemos hablado con uno de los responsables de esta cita anual, Jorge de la Cruz: «Yo creo que sacándolo del museo, del espacio profesional y neutro, (el arte) se descontextualiza y eso a la gente le hace reflexionar sobre qué es el arte realmente, si el entorno en el que está o la idea que transmite».
La propuesta artística y expositiva de Franqueados involucra a muchos agentes; entre ellos, los comerciantes de las zonas que conforman su recorrido anual. Este año, 24 escaparates de comercios repartidos por los barrios de Malasaña, Chueca y Conde Duque expondrán la obra los artistas participantes. Sobre esta dinámica original y llamativa, de la Cruz nos cuenta: «Lo auténticamente innovador en Franqueados es la mezcla de perfiles (comerciantes, artistas, viandantes) que se mezclan para conseguir un intercambio de intereses y lograr así algo nuevo (…). Algo además que todo el mundo asume como propio, como si de alguna manera le perteneciese porque, y esto es parte de lo genial del festival, todo el mundo participa activamente de Franqueados».
Pero si el festival es la suma de muchas personas implicadas, quienes verdaderamente hacen de él una apuesta atrevida son sus artistas, quienes tienen que lidiar y experimentar con los espacios más impredecibles para encajar su obra. «Lo que les pedimos a nuestros artistas es que se devanen los sesos», comenta de la Cruz. Y cómo si no se consigue exponer en, por ejemplo, un escaparate sin cristal o un hueco a la calle cerrado con unas rejas. Como dice el portavoz de Franqueados: «El reto es lo divertido (…). Pensar en transformar un espacio como ese en algo genial y llamativo es labor de un artista, ¿no?».
Cuando le preguntamos a Jorge de la Cruz si hay algún requisito de participación para los artistas, nos confirma que sí: «Hay un factor común en todos los artistas seleccionados, cada uno es de su padre y de su madre». «Por lo demás no nos metemos ni en edades, nacionalidades, repercusión profesional, sexo… Todo es tan sencillo como presentar una obra con solidez técnica y conceptual, eso es lo único que nos interesa en Franqueados», explica. En esta tercera edición, con la que han querido «saltar de la gestión de un festival alternativo autogestionado a la gestión de una cita de interés social y solidez artística», entre los artistas participantes nos encontramos a Pablo Lecroisey, actualmente en el Centro Municipal de las Artes de Alcorcón, Cristiana Gasparotto o Carlos Moran.
Franqueados 0.15 dará comienzo el próximo jueves 19 de febrero, una cita artística diferente en medio de la vorágine de ferias de arte madrileñas que se celebrarán los próximos días que se define como «la no-feria sino el festival, en donde a pesar de que está todo a la venta no tiene otro objetivo principal que el de mostrarse, ser visto y disfrutado».