Imagina que tienes treinta y muchos años, estás casado con tu mejor amigo y tenéis una pareja de niños preciosos que corretean por tu casa de Los Ángeles. Has conseguido el paquete completo y todo deberían ser momentos felices y domingos de brunch. Pero la realidad es que llevas diez años con la misma persona y nada es igual de ilusionante que a los veinte, la realidad es que envidias a tus amigos solteros. Envidias a aquellos que secretamente desean tu vida. Pero, ¿qué pasaría si los dos lados de una misma crisis generacional acabaran viviendo bajo el mismo techo?
Esta es la premisa de la que parte Togetherness la nueva serie de la HBO producida, dirigida, escrita (control absoluto) por Jay y Mark Duplass. Si en The Puffy Chair (2005), ópera prima de los hermanos Duplass y pequeña joya escondida del género mumblecore, retrataron la crisis de los veintitantos a través de una road movie que tenía como meta recoger un sillón comprado en Ebay. Un sillón repleto de nostalgia, ya que éste era idéntico al que reinaba el salón de la casa del protagonista en su infancia y que ahora pretendía regalar a su padre por su cumpleaños. Con Togetherness nos situamos diez años después en la crisis de los treinta donde el acto de mirar hacia atrás vuelve a ser el método para descubrir quiénes queremos ser.
Brett (Mark Duplass) y Michelle (Melanie Lynskey) son un matrimonio intentando adaptar su relación y sus sueños a la responsabilidad de ser padre y madre. Por otro lado tenemos al mejor amigo de Brett, Alex (Steve Zissis), un actor en paro con sobrepeso que acaba de ser desahuciado de su piso y que se debate si todavía hay un sitio para él en el competitivo mundo de Hollywood. Por último tenemos a la hermana de Michelle, Tina (Amanda Peet), dueña de una empresa de castillos hinchables para fiestas y que con una sonrisa fabulosa oculta el miedo a perder su juventud y a no encontrar una pareja estable. “¿Ves esta sonrisa? Es falsa, estoy muerta por dentro”.
La serie busca acercarse al realismo documental. Hay una obsesión por la pureza, desde los diálogos improvisados característicos del mumblecore, los planos largos, los silencios, o la propia actitud de personajes como Brett. Él trabaja como soundtracker (buscadores de sonidos reales para películas) y una de las escenas más memorables de la serie es el esfuerzo de Brett por covencer a su jefe de la necesidad de incluir el sonido de un coyote y no de un lobo en la película en la que se encuentran trabajando. Porque ese es el animal autóctono de la zona en la que se ambienta la producción. Brett es ridiculizado y ninguneado repetidamente por el director, porque “tus coyotes suenan jodidamente estúpidos”.
Lo que sorprende de esta serie compuesta de ocho episodios (han renovado para una segunda temporada) es que sus protagonistas en ese intento por volver a redefinir sus personalidades no dejan de ser generosos y atentos con las personas que les rodean. Nunca hemos visto tanta sensibilidad en la pequeña pantalla. Brett y Michelle a pesar de sus problemas matrimoniales no se alejan sino que se siguen tratando con cariño. Alex es capaz de ponerse en ridículo e imitar a un gorila en medio de la calle dejando de lado sus inseguridades con tal de que Tina se ría. Al mismo tiempo Tina se propone como proyecto personal ayudar a Alex a conseguir un papel protagonista impidiendo que coma galletas oreo y entrenándolo con la Wii Sports. Como si ayudar a las personas que quieres te acercaran al resto del mundo, reforzando un sentimiento de comunidad, de pertenencia.
En palabras del propio Jay Duplass esta es una serie sobre pequeños momentos protagonizada por gente que está junto a otra pero aún así se siente sola. Una soledad que les empuja a intentar reconectar con el mundo, a intentar hacer cambios y a no siempre lograrlos. Algo que si lo piensas bien es bastante triste pero también muy divertido, como el aullido de un coyote.
Fotos: HBO